domingo, 28 de diciembre de 2014

 EN LA NOCHE BUENA
 WILSON A. ACOSTA S.

Anoche, nos la pasamos de fiesta con papá.  Nos sorprendió su inesperada visita. Con su presencia ahuyentó de  mí la nostalgia de estos días de conmemoración del nacimiento del Niño Rey.  Su abraso paternal me colmó de alegría.
Llegó a la hora precisa, luciendo  su sombrero de 
fieltro, su traje gris recién planchado, su corbata marrón, sus lentes y sus zapatos negros ¡Siempre negros!  Y su camisa blanca… ¡Siempre blanca! Con su paso moderado, lento. Su sonrisa feliz iluminando su rostro… Repartiendo amor a manos llenas. Así cruzó el umbral de nuestra puerta…
La cena ya estaba servida,   por tanto,  él ocupó sin pronunciar palabras su sitio de costumbre en nuestra mesa, y entonces fuimos tres…
 Pareció como si le hubiésemos invitado de ante mano…Algo así como si lo estuviésemos esperando. ¡Solo se me ocurrió llorar! Ana lo abrazó con cariño y le dio un beso…
¿Sabían ustedes? Mi padre tocaba guitarra y cantaba muy bien. Aun ya viejo, de vez en cuando hacia vibrar las sonoras cuerdas…Hilvanaba canciones del recuerdo y se echaba a soñar.
-Me miró con ternura, y me dijo-
He venido a compartir la navidad contigo, como en los viejos tiempos, cuando yo moraba entre ustedes, cuando reñíamos o reíamos de tu humor y de tus famosos cuentos. Quiero oír junto a ti, otra vez las canciones que canté en mi juventud, y que a ti te gustaban, y que por lo que veo, aun te siguen gustando…
 ¡Tanta afinidad hubo entre mi padre y yo!
De él mi temprana afición por el serenateo. De él mi tímida sensibilidad e inclinación por la poesía. De él mi preferencia por la soledad y la meditación… De él mi espíritu de conciliación.
Omara Portuondo junto a Ibrahim Ferrer abrieron el baúl de los recuerdos…Con dos copas de sidra brindamos ambos por el más inesperado y feliz de los reencuentros.
Quizás no han de creerlo ustedes, pero no hubo preguntas indiscretas, ni discusiones sobre su quehacer en la casa iluminada en que ahora mora, para saberlo, solo me bastó contemplar su figura de ángel y escuchar el  decir de sus palabras buenas.
¿Dónde ha de descansar mi padre que no sea en la casa de Dios?
Aquellas canciones que de antaño papá cantó en su Neiba querido con alumbrado de faroles de gas, pero de grandes y románticas lunas en sus madrugadas, inundaron la pequeña sala haciendo vibrar de multicolores luces  su alma blanca.
  ¡Porque él ya es solo una alma blanca, etérea!  Es un Ser de otro mundo, que anoche llegó en un vuelo exclusivo de ángeles procedente de la mansión divina, para  en íntima tertulia familiar con uno de sus  hijos, celebrar la natividad de CRISTO,  dejandome impreso de por vida el  más bello de los recuerdos terrenales.

Mi madre, por motivos de edad no concurrió a la cita, ya una hora antes habíamos celebrado con ella.
  La dejamos dormida……

lunes, 15 de diciembre de 2014


 

RETAZOS  DEL NEIBA DE AYER
Wilson A.  Acosta S.

Cuando Juan Antonio Acosta Pérez [a] TOTOÑO quien ostentó  por un  tiempo  la comandancia de armas de la común de Neiba, poseedor del  título de general ganado en buena lid en la manigua por su permanente accionar como bravo guerrillero en la región, muy de mañanita entró a toda prisa al patio de su comadre Epifanía Guiteaux Reyes perseguido a muerte por sus enemigos políticos, la respetable dama ya se disponía a abrir la puerta de la cocina que distaba unos cinco pasos de la casa, para iniciar la rutina de su acostumbrada faena de todos los días…

 ¡No mires hacia atrás! ¡No me mires comadre Epifanía! Ordenó en voz baja, pero en forma autoritaria, el perseguido.
 De inmediato el tropel de hombres armados invadió el patio, en un par de minutos examinaron todo su  entorno en forma minuciosa, para luego seguir presurosos en persecución de su presa tras comprobar que ésta no estaba oculta allí. La valiente mujer angustiada dirigió la vista al lugar desde donde suponía había escuchado la severa orden de su compadre, y, ¡Oh sorpresa! Solo alcanzó a ver, recostados de uno de los horcones de la enramada que protegía de la lluvia y del sol el horno de cocer el pan  los bombones y los dulces, un extraño serón con su esterilla y su aparejo para uso de las bestias de carga….De inmediato, surge como de la nada, la voz del compadre que no se había movido del patio, que le susurra al oído: Comadre, lo que usted ha visto hoy que no lo sepa nadie…


La pequeña comunidad de Neiba  desperezaba de su tranquilo sueño, al tiempo que surgía la mañana encendida por los rayos del sol que aun difusos comenzaban a calentar la intimidad de los hombres y mujeres que rezagados permanecían en la cama. Para ese momento,  del calendario al que nos referimos, en Neiba no habían muchas cosas en que ocuparse, por lo que a sus pocos habitantes les sobraba en demasía el tiempo para guerrear, dormir y trabajar unos pocos conucos y una inmensa zona de crianza realenga que era compartida por todos como buenos hermanos. La crianza de chivos,  las aves domésticas, conviviendo con la familia en corrales cercanos a los ranchos Unos cuantos hornos rudimentarios uno por cada familia, hechos de lodo y de cal, ocupaban el atareo de las madres y las abuelas fabricando el pan, los bombones y los dulces.
 La mayoría de los hombres del campo holgazaneaban después de la hora del meridiano tendidos en sus hamacas hechas de fuerte azul atadas a  dos árboles, o colgadas dentro del bohío, sostenidas por cuerdas de cabuya.

  Cuando  la comunidad carecía de  cura, el que asistía la parroquia viajaba a lomo de mulo desde el pueblo de Azua o el de Barahona, arribaba de domingo en  domingo  para concelebrar la misa con  los  católicos de Neiba,  era su costumbre, antes de iniciar el culto  desplazarse entre los patios y el frente de las viviendas del pequeño pueblo y sus alrededores saludando e interesándose por la salud,  por los problemas de la cotidianidad de sus habitantes sumidos en la pobreza. El cura, de la Orden de los Capuchinos, en tono  paternal   les preguntaba: ¿y cómo están mis feligreses? Aquellos, desde sus hamacas, separando por un momento el pachuché de los labios recién humedecidos  del obligado café de la mañana, les contestaban maquinalmente: Aquí padre, ya nos puede ver, en la lucha, en la lucha. Entonces el religioso soto reído, contestaba: Si ya los veo hijos míos, luchando con la inercia…

 ¡Este es un país perdido! Exclamaba el padre Miranda un tiempo después ante las mismas o ´parecidas escenas, según me contaba mi abuela.



Supina ignorancia reinaba entonces en nuestros pueblos y aldeas, mas, como un faro de luz la Señorita Epifanía Guiteaux Reyes se constituyó en maestra de las jóvenes generaciones de mujeres, dedicando parte de su tiempo a alfabetizarlas, predicando la educación doméstica y las buenas costumbres a todas sus compueblanas sin distinción de ninguna especie.
Era el tiempo en que los hombres jugaban a la guerra, fatal inclinación que fascinaba a los jóvenes que se enrolaban en ese juego mortal desde el día en que al cumplir los catorce años de edad sus padres orgullosos “les bajaban los pantalones cortos” y los declaraban dueños de sus destinos.

El peor ejemplo les llegaba de lejos, de los caudillos de la capital o de las grandes ciudades, pues entre ellos se disputaban el poder en forma incivilizada, premiando, estimulando  las acciones bélicas de sus incondicionales con prebendas o ascensos en la escala social o elevándolos al generalato.

 Juan Antonio Acosta, igual que el mítico general Pablo Mamá o el sin igual guerrillero, amo de las tierras de El Memiso, general Luis Pérez Liquí, estaba “arreglado” según se decía, o más bien “resguardado” por misterios que fueron a buscar desde muy jóvenes a los más recónditos y lejanos parajes de las montañas del vecino Haití, donde moraban y oficiaban sacerdotes y sacerdotisas poderosos, poseedores de misteriosos loases que le delegaban dioses y diosas del África. Deidades que migraron junto a su fanática feligresía que llegaba reducida y humillada en calidad de esclavos a las tierras de América.

Fue  la secreta posesión de estos “misterios” la razón por la que aquella mañana, en que TOTOÑO sin pedir permiso, a toda prisa se internó en el patio de la casa de Epifanía Guiteaux pudo burlar a sus  enemigos, transformándose en cerón, esterilla y aparejo, para el uso de bestias de carga. Totoño, Esteban Cáceres y Tomás [Co] Herasme dieron muerte con balas “arregladas”, en una emboscada en las cabezas de Las Marías ordenada por el dictador Lilís, al mítico general Pablo Ramírez o Pablo Mamá. Solo la comisión de  ese hecho de sangre ponía en serio peligro la vida de estos tres hombres. Era lógico que anduvieran bien “resguardados”.

Así discurría la vida en nuestros pueblos del Sur, entre periodos de  guerras intestinas y otros cortos períodos de relativa paz. Cuando la paz llegaba se olvidaban los enconos y las diferencias políticas, volvían las familias a unirse en el diario afán, prevaleciendo la consanguinidad que era común a todos…Cuando las diferencias se hacían muy graves entonces los agresores tomaban un voluntario exilio que a veces era definitivo, atravesando los antiguos caminos de la cordillera que conducían a la maravillosa región del Cibao, o se internaban por los trillos montañosos llenos de peligros que los llevaban a Haití. Con esa decisión casi siempre la ofensa era saldada, o por lo menos mitigada.
Además de guerrillero y político Totoño fue un fino poeta rural de gran fecundida
d. Su Estro cantó a la Patria, a la política que se expresaba en los hechos de la montonera, tocando con claridad temas sociales como aquella composición en que denuncia la malignidad del juego de azar tan común en aquella época. Lástima que casi toda su producción se haya perdido en el tiempo.
 
La familia Acosta se caracteriza por ser longeva, la mayoría de sus integrantes mueren nonagenarios y hasta centenarios. Totoño vivió muchos años. Me cuenta mi madre que ella muy pequeña acompañaba a Epifanía, hermana materna de su abuelo Eduardo Leyba Reyes, algunos de esos domingos a la sección de Cachón Seco,  en las acostumbradas visitas de ésta dama a su compadre.

 Epifanía Guiteaux no era una Acosta, ella era hija de Carmen Reyes  hija a su vez del General Dionisio Reyes, y del general haitiano Vidal Guiteaux, que peleó junto a los dominicanos por la restauración para luego morir por un exceso de arrojo luchando contra Báez en la guerra de los seis años, cuando se perseguía en nuestro territorio, por los antiguos caminos entre Neiba y Las Salinas, al presidente Salnave que huía con parte de su ejército, derrocado en Haití por las fuerzas liberales de aquel país.

  Epifanía Guiteaux ,  fue la eterna prometida de un Acosta: Celestino Acosta, que por motivos políticos emigró al Cibao junto a su hermano Santiago y a su padre Gregorio Acosta Pérez hermano de Totoño, estableciéndose definitivamente en la sección de Rancho Arriba, en la provincia de Puerto Plata.
La residencia de los Guiteaux en Puerto Principe era el permanente punto de reunión del exilio dominicano en Haití Allá conoció Epifanía  a Luperón, a Jose Maria Cabral y a otros tantos patriotas. Allí se cultivó la gran amistad de Epifanía con Ulises Hereaux, que luego le sirvió para  salvar la vida de prestantes neiberos involucrados en la conspiración que se fraguaba en Azua contra su dictadura.

Epifanía y Totoño son dos referentes sin los cuales no podría narrarse la historia de nuestro Neiba. La primera, profesora de generaciones, ejerció un liderazgo social entre sus contemporáneos que dejó indudables huellas. El segundo, poeta, guerrillero y general, protagonista junto a su generación  de hechos fundamentales que serán imposible de olvidar por los neiberos de hoy y los del porvenir.

Estos retazos del drama social vivido y escenificado por los hombres y mujeres de nuestro ayer, vivencias que por su poca significación o su relativa trascendencia no constituyen tema preferido de historiadores, sociólogos y poetas, pero que no  obstante, han de permanecer con ribetes de eternidad en nuestra memoria histórica regional, como elementos de unión e identificación de la cadena familiar nacida y criada en el terruño, narrada a los bisnietos, brotadas del recuerdo filiar y cariñoso,  dichas con maternal orgullo por nuestras madres padres y abuelos en las noches de insomnio, de  absoluta oscuridad, cuando la inquietante presencia de los malos espíritus y de las invisibles brujas que merodeaban tras sus inocentes víctimas hacían crujir el caballete de la humilde morada para impedir el sueño de los niños temerosos. Cuando la tibia brisa de la noche llenaba al pueblo con las voces de los hombres de miel en su brega con los bueyes cansados del trapiche cercano, y el olor de la caña rústicamente procesada invitaba a soñar sueños dulces a aquel pueblo semi dormido bajo  el rumor de unos coros lejanos que regalaban, en complicidad con el silencio nocturno, la copla repetida desde el principio por el Neibero originario:
“Allá arriba en tenguerengue
Hay un baile celebrao
Tenga mota o tenga pelo
Pa´lla va  rabo pelao”.




sábado, 15 de noviembre de 2014


UNA REFLEXIÓN SOBRE EL TEMA DOMINICO HAITIANO
WILSON A. Acosta S.


Durante la comparecencia de un distinguido intelectual haitiano, residente en nuestro país, por ante el  programa televisivo Revista  110  que produce el periodista Julio Hazim, en fecha 7 de junio del año 2012, este señor, en el curso de dicha comparecencia, refiriéndose a la invasión del año 1805, expresó más o menos lo siguiente:­­ que los desmanes en que incurrieron  Dessalines y  Cristóbal en  su corta incursión a la parte Este de la isla, quienes se vieron obligados al rápido retiro de sus tropas  por la aparición de naves inglesas frente a la ciudad de Santo Domingo, al  creer que se trataba de la armada francesa dirigiéndose a Haití a reconquistar su colonia recién perdida,  no fueron desmanes cometidos contra dominicanos, sino, contra españoles.

 Lo decía apoyado en la tesis de que la república dominicana no había sido proclamada aún, que ésta no existía para la fecha.   Proseguía diciendo, que a pesar de una intensa búsqueda realizada por él en España, no logró encontrar ni un solo indicio de memoria histórica registrada de aquel hecho, dejando entre ver que España no le dio   importancia al suceso, a diferencia de los dominicanos que lo han magnificado, manteniéndolo muy presente en la memoria, expresándolo a menudo como fundamento de sus aprehensiones y acusaciones contra Haití.
 En su errática afirmación, el distinguido  intelectual  que aludimos, olvidó que para entonces España había, por motivos  obvios, abandonado a su suerte a su antigua colonia, puesto que ya la había cedido a Francia mediante el tratado de Basilea de fecha 22 de julio del año 1795.

Si este concepto tan irracional como  anti histórico solo consistiera en  una tesis emocional o particular del distinguido intelectual en su calidad de ciudadano haitiano, podríamos interpretarlo como la reacción arrogante de alguien que intenta justificar lo injustificable, no olvidemos pues, que Jean Jaques Dessalines es el  venerado padre de la independencia de la patria del pueblo vecino. Pero resulta, que esta tesis ha sido acogida sustentada y difundida en  diferentes medios de comunicación del país por algunos intelectuales, historiadores y académicos dominicanos, llegando estos al extremo de negar la magnitud  del hecho histórico en sí.
 ¡Cuánto hubiese dado  yo para  que estos dominicanos hubiesen nacido en nuestra frontera Sur o Norte con Haití! Porque así habrían oído de la propia voz de sus abuelos y bisabuelos los tétricos relatos que estos oyeron a su vez de los suyos, dando fe de esos hechos sangrientos que por su magnitud no pudieron ser olvidados en el transcurso del tiempo.

Mi padre siempre habló con pena del incendio de la parroquia de Neiba, donde reposaban en archivo las actas de nacimiento, las actas bautismales y las actas de defunción junto a otros valiosos documentos históricos de los que nos privó ese hecho criminal del año 1805.
¿No eran nuestros ancestros los infortunados  hombres, ancianos,  mujeres y  niños muertos, y  aquellos  que fueron  arreados sin misericordia como bestias rumbo a Haití, por las huestes de Dessalines y Cristóbal, en esa ocasión ¿

El legado histórico nos dice que además de  los habitantes blancos cuya mayoría eran criollos nacidos en la media isla, la furia de este hombre alcanzó e hizo víctimas a los mulatos incluso a los negros puros, ya fueran esclavos o libres, porque en su mayoría no eran afines a sus planes unificadores, puesto que a pesar de que el líder negro les ofrecía la abolición de la esclavitud, se sabía que este había instaurado en su república recién proclamada un régimen de servidumbre que mantenía en la práctica el oprobio de la dependencia absoluta del hombre  a la plantación, vejamen que el esclavo de la parte Este de la isla no sufrió, en razón de la temprana decadencia del inhumano régimen económico de explotación en esta parte, que comenzó a sustentarse en el hato, en el corte de madera y en una  agricultura más o menos de subsistencia. Todo lo contrario de lo acontecido en la parte occidental  donde existían enormes propiedades rurales explotadas por el trabajo esclavo. La relación pues, entre esclavos  y amos en nuestro ambiente fue más de características patriarcal,  fenómeno social que dio origen a que nuestra población fuese casi totalmente mulata, unida por un sincretismo cultural que nos fue definiendo desde muy temprano como una nación con todas sus particularidades y sus naturales atributos.

 En otro trabajo publicado por mí en este blog establecíamos que de acuerdo con estudiosos de nuestra historia, la conciencia de nación en los dominicanos comenzó a afianzarse a partir de la segunda mitad del siglo XV111, en el fragor de las luchas libradas por la defensa de nuestro territorio y por la salvaguarda de la vida de sus habitantes, permanentemente invadido por aventureros y por los franceses del Oeste, agresión que obligó a España a fundar una serie de Villas, para poblar los territorios abandonados por las despoblaciones efectuadas por Osorio en los años de 1606 a 1608, construyéndose con dicha decisión una barrera para contener el avance acelerado del intruso. Ya, pues, para  el inicio de la segunda mitad del sigloXV111 los habitantes de la parte Este se auto definían como dominicanos españoles, estableciendo una clara diferencia con el pueblo que ocupaba la parte occidental.



En la historiografía haitiana hallamos testimonios en los que historiadores haitianos aseguraban convencidos de  que los dominicanos se consideraron siempre como una sociedad distinta, totalmente diferente a la haitiana,  que siempre tuvieron como meta la fundación de un estado independiente de la república haitiana.
También hemos dicho  que con anterioridad a  los días en que el presidente Boyer preparaba la invasión de 1822 a nuestro país como respuesta a la independencia  proclamada por Don José Núñez de Cáceres en el 1821, este ya  había enviado  centenares de familias a establecerse en este lado para que, sonsacando a algunos residentes conformaran y fortaleciesen un partido que solicitara la ocupación a nombre de los dominicanos. Es cuando un general de su ejército de nombre Guy Joseph Bounet le advirtió del error que cometía al intentar una fusión entre haitianos y dominicanos, haciéndole notar la reacción que provocaría ésta, dada la gran diferencia cultural entre ambas naciones.

Muy cierto que para 1805 la república dominicana no existía, faltaban unos treinta y nueve años para su proclamación, lo que si existía era una nación surgiendo vigorosa, compuesta por hombres y mujeres que ya se hacían llamar dominicanos, rechazando permanentemente las imposiciones foráneas, aferrada a una cultura que iba sedimentándose en la comunidad, proveyéndola de identificación nacional a través de una simbiosis que se logró sin traumas entre los legados  aportados por nuestros   abuelos hispanos y africanos.

Todo lo antes dicho viene a propósito del tema migratorio que desde décadas atrás ha pendido como la espada de Damocles sobre la  cabeza de los dominicanos y que definitivamente el actual gobierno nacional armado de la constitución y de las leyes que rigen al país, haciendo un correcto ejercicio de soberanía, da los pasos necesarios para regular la situación de cientos de miles de migrantes en su mayoría ciudadanos haitianos indocumentados residentes en nuestro territorio. Esta patriótica acción de nuestras autoridades ha levantado una ola de opiniones diversas tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, provocando cierta confusión  al dominicano sencillo que constituye la gran mayoría de nuestros conciudadanos. En una actitud netamente maniqueista, a lo mejor animada por intenciones inconfesables, se ha sacado de su verdadero contexto el tema central, tocando extremos peligrosos que vendrían a acarrear un serio inconveniente al anhelado  clima de paz, de cooperación y de entendimiento  que las circunstancias obligan a mantener entre ambas naciones. Se ha llegado al  extremo de desenterrar el viejo y casi olvidado tema de las aspiraciones de Tousseint, Dessalines, de Cristóbal y de Boyer, que una vez reclamaron la unidad de la isla, expresando que la república de Haití tenía como frontera o límites el mar, ignorando la existencia de la nación dominicana y sus legítimas aspiraciones de fundar una república libre e independiente de toda dominación extranjera.

 Solo a personas completamente obnubiladas o comprometidas con  intereses foráneos anti nacionales se les podría ocurrir que a estas alturas se les pueda imponer a los dominicanos una fusión de ninguna especie con Haití. El día que permitamos que minorías nacionales o haitianas u organizaciones extranjeras tengan la potestad de imponer cambios a nuestra instituciones o a nuestra ley fundamental, desde ese fatídico día, pasaremos a la historia universal como el primer pueblo en aceptar tal indignidad sin antes inmolarse si fuese necesario  Estas dos naciones que comparten la isla de Santo Domingo deben estrechar sus lazos de amistad, pero transitando sus respectivos caminos, conservando y respetando sus inviolables soberanías.

Estamos convencidos de que la unidad de criterio en estos momentos sobre este delicado tema es imperativo, las querellas personales y políticas deben ir a un plano secundario si es que queremos evitar que la  inminente crisis del Estado haitiano ahogado por una explosión demográfica que supera en mucho sus posibilidades territoriales y económicas, se lleve de encuentro la existencia misma de nuestro país.
Algunos entendidos en la materia consideran que   las relaciones de ambos estados pende de una bomba de tiempo, por lo que se hace urgente que se tomen las medidas precautorias pertinentes para evitar su inminente explosión, asumiendo con madurez y sentido de la historia, ambas partes, sus respectivas responsabilidades junto a la suficiente ayuda de los organismos de la comunidad internacional y al pago de la deuda histórica contraída, por Estados Unidos, Francia y España principalmente , no solo con Haití, si no con la totalidad de la isla.


Debemos unirnos para preservar nuestra frontera, nuestro territorio, nuestros ríos, nuestros bosques, nuestra economía, nuestra cultura, nuestra  nacionalidad. Es lógico que entendamos que estamos obligados a convivir en paz y amistad con los haitianos. Es una verdad de Perogrullo la que asegura que ambos países están impelidos  a implementar planes comunes de desarrollo y aprovechamiento de los recursos naturales que compartimos, pero todos esas realizaciones solo habrán de concretarse sobre el seguro y justo andamiaje de una legislación sabia, coherente, respetuosa de la soberanía de ambas naciones,  que dé inicio a una nueva era en las indispensables relaciones dominico haitianas. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL COMPADRE DEL JUEZ
Wilson A.  Acosta S.         

Las nueve en punto marcan las manecillas del antiguo reloj  que cuelga de  la pared del salón donde se celebran las audiencias. Es una soleada mañana del mes de julio.  A pesar de la hora el calor amenaza con hacer estallar el termómetro de la vieja oficina. Por la calle frontal las personas transitan animadas por sus urgencias, desafiando el endemoniado calor.  Mortificados por esos rayos del sol que arden sobre sus cabezas. Ni un árbol aparece en todo el trayecto que mitigue con su sombra  ese tormento.

El Alguacil de Estrados un joven trigueño luciendo camisa blanca, corbata negra,  saco azul impecable, despidiendo aun el olor al aromático jabón de Para Mí que utilizó en su aseo personal hace  apenas breves minutos, pone a sonar con estridencia el timbre que llama a la audiencia anunciando la inminente aparición del Juez.

Es una rutina de siglos que se ha repetido hasta nuestros días, con la  diferencia de que ahora para ser Juez o Fiscalizador es obligatorio tener una licenciatura en ciencias jurídicas, además de cursar estudios técnicos  en  escuelas especializadas.

Nuestra historia tiene como escenario el principio de  la primera mitad del siglo veinte cuando cualquier ciudadano sin preparación jurídica,  casi siempre con poca escolaridad, podía ser designado juez.
 Aconteció, así me lo contaron, en un pequeño pueblo del Sur, en una vieja casa de madera y zinc con pisos de cemento que además de dos habitaciones en las que operaban las oficinas tenía un salón donde se celebraban las audiencias,  de  pequeñas dimensiones, con estrados estrafalarios,  bancos raídos.
 Frente al juez un cristo descuidado en una irreverente postura daba la sensación de haber sufrido un grave accidente, pues  el soporte sobre el cual se erguía fue quebrado cuando un borracho acusado de fullero se envalentonó desafiante e  intento agredir al magistrado alegando su inocencia recibiendo como respuesta un tremendo estacazo de manos del irascible funcionario…

 El renovado tintineo del timbre del alguacil puso en alerta a los hombres y mujeres de aquel vecindario, asiduos concurrentes a las audiencias donde se discutían los más inverosímiles casos y se hacían valer las más extrañas y disparatadas jurisprudencias; puros artificios de leguleyos para impresionar al público presente, para engañar la ignorancia de jueces y fiscales semialfabetas.

Eladio Loronga, general nombrado por decreto, antiguo diputado del régimen del presidente Lilis, un anciano alto de contextura atlética, mulato de ojos grises, pelo crespo y tez clara casi blanca, con mirada de águila, de voz firme como una roca, da  un fuerte golpe con el mallete sobre el estrado  dejando abierta la audiencia.

De inmediato el público presente guarda respetuoso silencio porque conoce por experiencia a este hombre que con la reciedumbre de su carácter ha logrado  imponer su criterio  en todas sus decisiones y ha sabido también imponerse  con dureza a título personal en toda la región que tanto le respeta como  le teme.

Los casos que eran normalmente ventilados en aquel juzgado consistían en riñas, escándalos en la vía pública, fullerías, robos menores y daños noxales. En algunas ocasiones los acusados terminaban siendo amedrentados y golpeados por la intolerancia del juez, para luego ser conducidos por la policía municipal a la cárcel improvisada en una habitación construida en el mismo patio del recinto de la alcaldía. Era evidente que allí se administraba una mera justicia patriarcal.

Ese día, Manuel Colon, un respetable campesino criador de ganado vacuno compadre querido y celebrado del señor juez, visitaba por primera vez la sala del juzgado porque sus vacas penetraron al conuco de Pablo Jerez y le causaron gran daño al maíz y  a las habichuelas.  Daño que el alcalde pedáneo del lugar en su calidad de perito valoró en la suma de cinco pesos oro, una suma de dinero respetable para la época. Esta decisión fue impugnada, por lo que se envió el problema al juez. Manuel era un hombre de paz que por primera vez concurría a una audiencia pero tenía fe ciega en su compadre, él asumiría su causa.

Cuando Manuel se despidió aquella mañana de su mujer y de sus hijos iba confiado ante la presencia de su compadre, pensando que lo menos que podía hacer este al verle seria despedirlo con un abrazo, ofrecerle sus excusas por haberle hecho descuidar sus labores obligándolo a hacer ese viaje tan temprano al pueblo.

Ya veré, le decía a su mujer, la cara de alegría que pondrá  mi compadre cuando me vea. Ojalá no intente detenerme en su casa para agasajarme, pues no pienso estar ni un minuto más de lo necesario en el pueblo. Mi tiempo es oro. Mis ocupaciones en el campo son muchas. Al pueblo solo voy con gusto los 24 de agosto a celebrar las fiestas de San Bartolo, a ofrecerle mis ofrendas al santo, y a tirar una canita al aire…

Poco a poco la mañana se acerca al meridiano.  Aparecen los frecuentes remolinos provocados por las altas temperaturas, llevándose de encuentro todo cachivache que se interponga en el camino. Una ráfaga de aire caliente y una nube de polvo penetran la sala del juzgado. Manuel Colon que espera con inquietud su turno sentado casi frente al juez protege su rostro con un pañuelo azul de  rayas blancas a fin de capear  la polvareda.

 Pero lo que más inquietud le produce a nuestro hombre es la aparente indiferencia del compadre ante su presencia. Manuel lo observa a ratos disimuladamente con el rabillo del ojo, para luego llegar a una fatal conclusión: ¡Mi compadre me desconoce!

Cuando al fin el alguacil lo llama a causa Manuel Colón tiene mil interrogantes en la mente, no puede creer lo que está viendo, su compadre le ha negado el saludo. Asustado se detiene como un autómata frente al cristo se siente tan confundido que se le ahogan las respuestas...

El juez inicia el interrogatorio:

_ Dígame su nombre completo _  ¡No lo puedo creer! piensa trémulo Manuel Colón,  el compadre ha olvidado mi nombre.
  Su domicilio.   ¿Cómo? esto es el colmo no sabe ni dónde vivo
¿Cuál es su estado civil, es casado o soltero? Se está mofando de mí.
¿Su profesión cuál es?  ¡Basta! Vociferó fuera de sí  lleno de indignación     dirigiéndose al juez le increpa:

 Entonces compadre usted ya no me conoce, no recuerda haberme visto, no recuerda la casa que usted ha visitado tantas veces en la que ha comido tantos guisos de chivos y de guineas hechos por su comadre. Olvidó también que fue padrino de mi boda y bautizó a mi primer hijo. No sabe usted compadre que siempre me he dedicado a la ganadería, que resido en la sección del Cajuil,  que mi nombre es Manuel Colón…
Manuel abre los brazos y exclama: ¡Qué lejos a llegado usted en su hipocresía!...

Todos los presentes se miran sorprendidos ante aquella peligrosa perorata. Se preguntan quién es este hombre que desafía de ese modo al juez alcalde, desconociendo el ritual indispensable para empezar un interrogatorio; sobre todo, desafiando el mal carácter de aquel personaje que todos temían y respetaban.

 Los más precavidos se levantan sigilosamente de sus asientos a la espera de los acontecimientos…
_ Créanme, prosigue Manuel ahora encarando a los presentes, yo jamás pensé que mi compadre fuese tan falso y tan cara dura. Bien decía mi difunto padre: ¡El hombre del pueblo no es amigo del campesino!

El juez se acomoda en su asiento con aparente calma haciendo un esfuerzo para no estallar. Dirige una fulminante mirada a Manuel Colón y le dice:
 Comprenda señor Colón que usted está frente al juez alcalde de esta  común en su rol de impartir justicia. Ahora bien, cuando usted tenga oportunidad podrá quejarse con su compadre y repetirle todas las locuras que usted acaba de decir. ¡Pero que sea bien lejos de aquí! Le advierto que en el futuro debe cuidarse de exhibir esta actitud de desafío ante la autoridad. Ahora, pague su multa y cubra la indemnización al querellante por el daño que le causaron sus reses.

Cuando Manuel Colón defraudado se dispone a montar su mula para regresar derrotado a la sección del Cajuil lo detiene el vozarrón de trueno de su compadre que le advierte:

  ¡Ah, lo olvidaba! por su rebeldía ante el juez, lo condeno a un día de encierro en la cárcel comunal.

Manuel Colon vivió sin entender la extraña actitud de su compadre. No aceptó las explicaciones que le ofrecían  los amigos mutuos. No sería compadre jamás, juró desde aquel triste momento, de nadie que fuera en el pueblo el juez alcalde.










miércoles, 9 de julio de 2014




LA HISTORIA DE BENITO LOPEZ
UN CUENTO DE Wilson A. Acosta S,

Por el estrecho y desolado camino que conduce a la   población, surgen intempestivos espacios a ambos lados  cubiertos por pequeños arboles saturados de polvo resistiendo la sequía. Soportando a duras penas ese calor de horno encendido, capaz de derretirle el pensamiento al cristiano que se aventure por estos apartados parajes del valle de Neiba, desafiando el fiero meridiano de nuestros veranos...

Benito López despertó esa mañana más temprano de lo acostumbrado.  Lleno de esperanzas. Tan temprano, que aun los rayos del sol no penetraban las rendijas de su vetusto bohío. Todavía las gallinas no se habían bajado del palo de dormir. La vieja Melisa impedida por el reuma, no había podido dejar aún la cama, para avivar las brazas del fogón y preparar el café.
El día anterior Benito fue convocado a una reunión por el presidente del partido de gobierno, allá en el pueblo. Y para qué pensó casi afirmando con entusiasmo, que no sea para darme la noticia de las obras que tanto anhelamos los lugareños.

! Por fin nuestro sueño se hará realidad!  Dijo Benito a su vecino y amigo José Negra. Tendremos la bomba que hace falta para el pozo, habrá financiamiento para la agricultura, tendremos energía eléctrica  para nuestras viviendas, medicina y escuelas para la familia.
! Dios lo quiera! contestó el viejo José, en tono dubitativo. Y en su rostro se dibujó una mueca de  incredulidad     adquirida en la continuidad de una larga experiencia…

Benito va feliz a la cita. El derroche de luz y de calor del sol sobre las blancas piedras del camino calienta su calzado,  maltrata la dura piel de sus pies; no obstante, indiferente al dolor va cantando, porque está seguro, de que a la vuelta será portador de la mejor noticia para sus coterráneos.
¡Oh sorpresa! Al llegar se entera de que la convocatoria urgente se debía a que la alta dirección del partido pautó un gran encuentro en apoyo a las aspiraciones senatoriales “de su máximo líder en la provincia”, al cual la asistencia seria obligatoria…

  ¡Regocíjense! Les dice el compañero dirigente que los recibe, deben saber, que a todos los compañeros  presentes se les obsequiará una funda repleta de comestibles con los cuales podrán saciar el hambre de la familia por una semana, y como si esto fuera poco, también se les dará una botella de ron criollo, mas una hermosa gorra con los colores del partido, con la siguiente inscripción: “COMPAÑERO SIN TI, SE HUNDE ESTE PAIS”.
  ¡Bien, bien! ¡Lo bueno no se cambia!  ¡Aprobado! ¡Otra vez a la carga!  Gritaron muchos hombres y mujeres en la concurrencia, entre fuertes aplausos.
 Pero una voz de hombre, un disidente, surgió de entre los presentes, que confundido y frustrado en sus esperanzas, con una pasión que le ahoga y un vozarrón que casi le abre el pecho interrumpe la cháchara, y les gritó:
¡Basta ya de engaños, de mentiras y de humillaciones!  ¡Queremos obras que nos conviertan en hombres hacedores de nuestro propio destino!
Benito López solo alcanzó a escuchar la palabra “traidor” puesto que cuando los presentes en avalancha se le fueron encima  para castigar su atrevimiento, alguien lo golpeó tan fuerte que perdió el conocimiento…

Benito López ha vuelto a la realidad.  Por un milagro conservó la vida;  recibe amigos y parientes que lo creyeron muerto después de la paliza recibida.
 Saluda y refiere cosas como si hubiese estado mucho tiempo ausente,  cuando en realidad fue apenas unas horas de inconsciencia, pero a él le pareció una eternidad…
Ha llegado la noche… llueve sobre la tierra blanca del paraje. Las hojas de los árboles que están de verde intenso, lucen su recién adquirida lozanía.
El arrullo de las tenues gotas de la lluvia, sobre las vetustas hojas de palma del techo de la pobre casa de Benito López, es una bella canción a la esperanza que por su tozudez  aun persiste en él, a pesar de todo lo ocurrido.

Benito se estremece al pensar en cómo personas que ayer fueron parte  en la pobreza de sus comunidades, hoy el ejercicio del poder los convierte en negadores jurados de su propio origen…Y dice convencido:
 ¡No hay peor astilla que la del mismo palo!
¡Condenados bastardos!, exclama adolorido, incorporándose con dificultad sobre la cama:
¡Yo les aseguro, que el día del final, ustedes no podrán ver la cara a DIOS!
                  
Mientras tanto, en un rincón de la pequeña habitación, acuclillado, casi oculto en la penumbra del recinto, el viejo José Negra recordaba con pena que mucho tiempo atrás, él fue golpeado también por el mismísimo motivo que hoy han apaleado al infeliz de Benito López.





lunes, 30 de junio de 2014



LA LEY DEL TALIÓN
 (UN Cuento de: WILSON A.ACOSTA S).

 Estaba casi a punto de desfallecer. La inminencia de una súbita caida le llenaba de temor. De ese mismo temor que le dio fuerzas para huir desesperado por la larga y sinuosa vereda alfombrada de abrojos, que bordeando las escasas viviendas del lugar se va alejando hasta perderse en el horizonte.
  Bruno Correa, sabía que aquellos que le perseguían no le darían tregua, pues el motivo que les movía era tan definitivo como fatal.

 La Luna desde el cenit, mudo testigo presencial, daba un poco de claridad al espectáculo final de este hombre acorralado, cuya única alternativa era la huida… 

El sudor le corría por todo su cuerpo como rio desbordado, nublaba sus ojos, empapaba sus ropas recién compradas.  Aquellas prendas que hacía pocos minutos bistió con ilusión, presumiendo en cuánto impresionaría su figura joven y aseada a la concurrencia femenina que le esperaba en la fiesta del reencuentro, organizada por sus compañeros de andanzas para celebrar su inesperada libertad.
 Ahora, que la muerte le pisa los talones, por su mente pasan a velocidad meteórica las terribles escenas de los hechos recientes, cuando el demonio se le metió en la cabeza, y estupró, asesinando después, a una niña de apenas diez años de edad.

Hacía quizás unas tres horas alguien lo llamó desde el estrecho callejón contiguo a su morada, mientras él se preparaba para su salida, esa voz le advertía: “! Bruno Correa, no debieras dejarte ver por estos lugares! ¡Es preferible vivir!
  Como respuesta Bruno abrió con violencia la puerta dispuesto a enfrentar al intruso… Solo alcanzó a oír la amenaza sonora de una hoja de acero al chocar contra las rocas que bordean el camino.
 Su arrogancia y su auto-suficiencia lo perdieron. Habría hecho mejor, razonaba para sí, quedándose prevenido en su casa.

 Bruno se sabía culpable. Fue por eso, que cuando una sentencia ordenó su libertad, debió aguzar bien los oidos y abrir los ojos hasta casi reventarlos, para poder dar credibilidad a lo que oía y a lo que más tarde leyó cuando le fue notificada la decisión judicial.

! Debió haber ocurrido un gran error!  Masculló en ese instante sin salir de su asombro. Puesto que además de las pruebas reunidas en su contra, su propia conciencia lo declaró culpable desde aquel fatídico día en que se dejó seducir por el demonio.

Pero, el peligro no le daba tregua. Ahora corría desesperado. Otro demonio le pisaba las huellas. Las voces tras de sí retumbaban en el silencio de la noche junto al insistente ladrido de famélicos perros que se unían, voluntarios inconscientes, a la tenaz persecución.
 Amenazas, insultos cada vez más cercanos, hacían desfallecer la voluntad de aquel hombre que hacía esfuerzos inauditos por mantener distancia entre él y la muerte...

.SÍ, mantenerse a distancia a como diese lugar, porque era la muerte azuzada por la " justa venganza," la que reclamaba su alma desde el mismo momento que debido  al cumplimiento de increíbles y obligados tecnicismos procesales, la JUSTICIA olvidó su rol al impartir justicia y lo liberó arguyendo que las pruebas que lo acusaban habían sido objeto de contaminación en el curso de la investigación.

  La parte agraviada,  defraudada, decidió hacer justicia por sus propias manos, aplicando la antigua Ley del Talión: "! OJO POR OJO DIENTE POR DIENTE!” .

De repente un fuerte golpe que quiebra sus huesos, que desgarra la carne de su cuerpo vencido, lo hace volver a la realidad. Ya en el suelo, Bruno, alzó la vista en la penumbra de la noche observando con horror una figura de mujer que blande con decisión el arma que acababa de herirle. A un lado del camino un hombre indignado, con los ojos inyectados en sangre lo mira fijamente, antes de descargar el golpe fatal que ha de ultimarlo…

Entonces como un rayo luminoso ante los ojos bien abiertos de Bruno Correa la figura angelical de una pequeña niña cruza cual fantasma de un lado al otro del obscuro camino, internándose en las profundidades de los cielos, ascendiendo… en busca del descanso eterno…

En ese supremo instante se hizo la luz en la conciencia homicida de Bruno Correa que ya agonizaba. Arrepentido, se maldijo mil veces.  Maldijo también mil veces aquel imperativo legal, que de acuerdo a la confesión de su abogado, obligó al juez a dictar la sentencia absolutoria de la pena que merecía su hecho criminal.

Cuentan que a partir de esa noche, todas las noches, a la hora precisa, en aquel solitario camino tapizado de abrojos se oye la voz lastimera de Bruno Correa pedir clemencia arrepentido de su crimen. Mas, en seguida se escucha una voz de mujer triste pero impiadosa, que le riposta con energía: ¡OJO POR OJO DIENTE POR DIENTE!


                                                                        


domingo, 4 de mayo de 2014




CORTOS POEMAS EN PROSA

Wilson A. Acosta S.


EL DIA QUE EL RIO AMENAZÓ LA ALDEA


Desde siempre el rio PANZO, prevalido de un derecho que le concedió la naturaleza, en las tórridas épocas de lluvia hizo estragos por las calles del poblado. Correteando en libertad. Arrastrando a su antojo piedras, troncos y ramas de los árboles que sacaba de raíz en su largo trayecto. Irrespetando el descanso de las almas dormidas en el viejo cementerio. Violando sus tumbas.

En el avance alocado de sus aguas, desde las altas cumbres de la montaña, Panzo se dirigía al Sur buscando la lejana bahía, y de paso alimentaba los Cachones y las Norias que discurrían serenas en esa franja que nos limita con dichos humedales que aun existen ya disminuidos, en los sectores de El Tanque, Cachón Seco y El Estero.
Tiempo después, el conuquismo dio inicio al incendio intencional de los altos montes de la Sierra. Donde nacen los ríos.

La tala indiscriminada de los montes en el valle. El irregular crecimiento horizontal del poblado. Fueron las causas principales del empobrecimiento del caudal del rio Panzo. En lo adelante, resultaron tan débiles sus siguientes avenidas, que no alcanzaron con su humedad al pueblo.

No obstante lo anterior. La tradición recoge otro motivo de origen trascendente, milagroso, al que se le atribuye la desaparición de las aguas que bajaban con los desbordes de PANZO en los tiempos de lluvia...

Sucedió que hubo un año, me contaba una vez mi padre, que a su vez oyó de sus ancestros, en que las lluvias rompieron su propio record. Fue tan grande el desorden, permaneció por tantos días el torrente de agua que el rio y el cielo vertieron sobre la población, que borró las cosechas y ahogó a los animales y a las aves. Amenazando la propia vida de los habitantes. El susto. La conmoción creada por tal fenómeno afectó tanto la comunidad, que el Cura Párroco comprometido con la felicidad espiritual y material de esta, motivado por los ruegos y oraciones de la feligresía, enfrentó el torrente que bajaba desde el norte, furioso, indetenible. Le increpó con palabras santas. Invocó su conjuro sobre ellas. Conminándolas en nombre de Dios a no volver jamás sobre el pueblo indefenso.

Desde entonces las Guineas y las Palomas que anidaban por millares en los alrededores, abandonaron para siempre los secos pajonales de TAVARDILLO.
Las "VUELTAS" pequeños conucos que surgían del esfuerzo campesino cada seis meses, aprovechando el arribo de las periódicas inundaciones para colmar de víveres y frutas a nuestros pobladores, vieron interrumpir su ciclo y dijeron adiós. Ya no creció la Yerba Buena ni el Bleo en los patios de las casas ni a orillas de las empalizadas. No hubo más auyamas ni Patillas ni Melones silvestres en los montes circundantes…

Desde ese día comenzó a cambiar la vida económica de Neiba. Por causa de ese hecho de impredecibles y definitivas consecuencias se hizo triste, osco y mísero, el habitante de la región. Pues aquel impetuoso rio que colmaba con semillas de bonanzas nuestras tierras, tras el conjuro sacro del Cura de la Parroquia, volvió sus aguas despavorido hacia su cauce. Y jamás volvió a ser lo que antes fue...



LAS “CORIANAS” DE LOS ÁLAMOS DEL PARQUE

Eran días de intensas y prolongadas lluvias. Las Corianas por centenares subían y bajaban, repitiendo su ejercicio milenario, sobre los troncos las ramas y las hojas de los Álamos del parque. En su ritual obligado, impuesto por la naturaleza. Siempre iban en parejas unidas por el sexo. Cumplían así el mandato de la conservación de la especie. Mis amiguitos de entonces y yo tomados por la curiosidad las perseguíamos, y en un acto de inocente maldad de un tirón interrumpíamos su acto natural de copulación, separándolas.

Las fuertes lluvias ahogaban con sus aguas el polvo de las calles desnudas. Sin asfalto ni cemento. Convirtiéndolas en canales o escorrentías, por donde transitaban raudos barquitos hechos de papel, en algarabía de desafíos. Seguidos por la muchachada de todo el vecindario.

Ya los habitantes del pueblo habían cumplido su obligado ritual tomando de las primeras aguas caídas en Mayo. Por tanto, puedo afirmar que esas lluvias torrenciales eran preludio de verano. Parecería como si el Mar se hubiese mudado al cielo, decidido a volcar su caudal desde lo alto sobre Neiba. Aparecía luego una invasión de millones de mosquitos que azotaban sin piedad a las personas y a los animales. Y que los niños intentábamos espantar de nuestro entorno, acosándolos con ramitas de Lilai.


Las Corianas, así como llegaban al parque repentinamente con las primeras aguas primaverales, así también de pronto desaparecían, cuando cedían las lluvias ante el calor del intenso verano.

Dejando en la mente inocente de los niños una interrogante de su raro comportamiento en su corta estadía entre los Álamos. Interrogante a la que el paso de los años se encargó de dar satisfactoria explicación: las Corianas del parque realizaban allí su obligado apareamiento.


EL FUTUTO

Hubo una época en Neiba en que el Fututo de Totora desde muy tempranito en las mañanas anunciaba a sus habitantes la existencia de carne fresca recién matada, de res, de cerdo o de chivo, dispuesta a la venta del día.

Cerro al Medio que dista unos dos kilómetros del centro del pueblo, hoy se ha convertido en parte de su zona urbana y es además uno de sus sectores más atractivos.
A pesar de la distancia se oía con tanta claridad el sonido prolongado y grave de aquel Fututo, que era capaz de interrumpir con sobresaltos el sueño de los neiberos que aun dormían. Mientras los niños confundidos nos esforzábamos imaginando al mítico animal capaz de producir tan espeluznantes y prolongados bramidos.

Cualquiera juraría que ese cuerno soplado en Cerro al Medio vibraba en la propia cabecera de nuestras camas. Invitando a comenzar el día con la ilusión de un plato de mondongo calientito de un pedazo de carne guisada o de un trozo de morcilla aderezada con jugo de limón.

Totora era el apodo de una amable y distinguida mujer que dedicó su vida al trabajo. Dejando un legado ejemplar a su descendencia. Perpetuada en el recuerdo de sus sabrosos chicharrones o en las delicias de las carnes de novillos jóvenes que ofrecía fiada o al contado a su fiel clientela.

Nuestros pequeños pueblos tenían reminiscencias de aldea. Con crianzas realengas casi domesticas que pacían y dormían en sus calles y en sus patios. Rodeados de conucos que intentaban cumplir con la exigencia de alimentos que tenían sus exiguas poblaciones.

Era cosa común contemplar a nuestras mujeres del campo ofertar por las anchas calles sus productos recién cosechados. Las Marchantas, con las árganas de sus burros repletas de víveres o de carbón vegetal; sus bateas y cacerolas puestas sobre sus cabezas bajo el “babonuco”, en constante equilibrio, ofertando carnes crudas o cocidas, longanizas, pan de maíz, pan de batatas, o el jalao hecho de coco y de miel de abejas.
De pequeño yo oía en nuestro vecindario calificar a las personas que hablaban alto para que su voz se oyera en todo el entorno. Igual a aquellas que gustaban de repetir los chismes apócrifos a viva voz con la siguiente frase: “¡Ten cuidado, que ese es como el Fututo de Totora!”.


EL INVIERNO

El invierno en mi peblo es una farsa montada por natura. Es un verano disfrazado que desnuda de nubes nuestro cielo. No marchita la fronda de los arboles, no molesta a los ancianos en las calles, no lastima las flores, no amenaza las rosas del rosal.
Mi pueblo hace burla del invierno paseándose por las calles obscuras, en chancletas, en camisillas y calzones cortos. Se ríe de la brisa fresca que sopla en las mañanas y hace fiestas en las madrugadas junto a los trasnochadores impenitentes.

El invierno en mi pueblo ha hecho alianza de por vida con el calor de un eterno verano…! El invierno en mi pueblo nos mata de calor!

sábado, 8 de marzo de 2014

BREVE POEMA
WILSON A. ACOSTA S.

Mi alma sola, huye
A la grima de la media noche
Porque la obscuridad pare fantasmas
Y estos hieren con picas sus pupilas

Seres fosforescentes embriagados de luz
Trasnochados en la burbuja sideral
Muerden la soledad y violan su secreto
Por eso mi alma huye
A la grima de la media noche
Refugiándose en los colores de la tarde

Yo amo con pasión las apacibles tardes
Cuando me sueño en ellas
Me aferro al rubor
De todos tus recuerdos
Mis tardes guardan el calor de tu pecho
Están llenas de tu aroma
Su claro obscuro colma mi continente
No necesito palabras para hablarte
Me basta solo con pensar en tí

Las estrellas son pedazos de cielo
Brasas del fogón de dioses desconocidos
Mensajeras de mitos
Portadoras de memorias sin tiempo
Que hacen guiños a la noche de la tierra
No me interesan sus viejos relatos

Yo prefiero el amor de las tardes
Que traen consigo el perfume de tu pelo
El húmedo recuerdo de tus besos
Y la fragancia eterna de tu aliento
Susurrando la melodía de tu nombre
6/3/2014

jueves, 23 de enero de 2014

SUEÑOS INSEPULTOS
Wilson A. Acosta S.

Hermano, No me mires
Con esos ojos húmedos
Tomados por el llanto
Y la tristeza

Sé muy bien que tus lágrimas
Nacieron del dolor
Que te causó la muerte de la rosa



Quiero que apartes de mí esa mirada…
¡Porque esa húmeda huella en tus ojos
Me toca el corazón y lo hace trizas!
Tus brazos y tus manos extendidos
Cual alas de un pájaro errabundo
Perdido entre las nubes del invierno
Tienen ansias de vida entre sus dedos

Traes gravadas de tu lejano ayer
Promesas denegadas y viejas añoranzas
En tus carnes desnudas…sobre tu alma rota

Hermano no llores sobre mí
Con ese llanto de rio desbordado
Ahíto de sueños incumplidos
Perdidos en los angostos caminos
Que un día transitaste en soledad

¿Abra un dolor tan fuerte como aquel
Que se adueñó de tus insomnes noches?
Te sientes infeliz, me dices entre lágrimas
Cuando la lluvia cae y tu dolor desliza
Tras las gotas que corren inocentes
Sobre el gris plomizo de la calle larga
Que tu pena desanda

Y te obligas a soñar sueños ajenos
Para huir de la horrible pesadilla
Que te provocan esos sueños tuyos
Que en mí reviven sueños insepultos…

Es por eso hermano que te pido
Que no marchites mi alma
Con tu mirada triste y derrotada

De tus ojos, seca la inútil lágrima
Y dame ¡Por Dios! una sonrisa
Es que el dolor solo desaparece
Cuando se va la vida.

Aparta pues de un tirón esa locura
Que la taimada lluvia puso adrede
Sobre la calle larga de tu desventura
Recuerda que el dolor ha de partir de tí
Sin demoras, solo en tiempo preciso

Cuando cierres tus ojos para siempre
No quedará ni un rastro del recuerdo
De la agonía de tu débil rosa…

martes, 7 de enero de 2014

LA MIGRACIÓN HAITIANA EN LA PREPÚBLICA DOMINICANA
LEY DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL 168/13
Wilson A. Acosta S.



La migración es un fenómeno social con carácter universal para el que no existe solución radical o definitiva. Es por eso, que en el discurrir de la historia de esta expresión social humana, los países afectados por esa permanente corriente migratoria han optado por crear instituciones que reglamenten el fenómeno, para evitar el desbalance que pueda provocar a sus economías, al orden público, a sus identidades culturales y nacionales, para que no desborden sus presupuestos, para que no suplanten al trabajador local ofreciendo mano de obra barata, para que no se instalen en sus territorios sin ninguna clase de regulación o régimen legal.


. Los países desarrollados, lo mismo que aquellos con algún grado de progreso en el camino hacia el desarrollo social y económico, viven permanentemente revisando y poniendo mayores restricciones a sus normas internas, a los fines de desalentar esa migración no deseada, encarando y manejándose a la vez con el sentimiento universal de la solidaridad humana ante el triste drama de estos refugiados. Los africanos huyen del hambre y de la miseria hacia los países ricos de Europa. Los norteamericanos construyen un muro de contención con la intención de frenar el torrente migratorio que les llega desde de los países de Centro y Sur América, del Caribe y el mismo México.


Es de justicia consignar que la migración ha jugado y juega papeles estelares en la economía en el progreso y en la expansión de la civilización de la sociedad humana. Eso sucede así cuando esa migración es limitada, ordenada y cualificada; pero, resultar todo lo contrario cuando esta consiste en la invasión de una masa humana ignara, sub-desarrollada, que amenace sociedades establecidas, desconociendo sus leyes y sus instituciones, negándose asumir el orden debido, poniendo en peligro por su volumen, en algunos casos, la estabilidad y la existencia misma del Estado de la Nación receptora.


Nuestro país afronta un grave problema, compartimos una pequeña isla con una nación que está asistiendo a un proceso de desaparición de sus instituciones. Es un Estado que ha colapsado, razón por lo que una fuerza militar internacional, creada al efecto, mantiene un aparente y precario orden público permanentemente amenazado. La miseria, el desamparo se apodera de esa población de unos diez millones de habitantes que en su comprensible búsqueda de mejoría, cuenta con la vía expedita de la frontera común para instalarse impunemente en territorio dominicano. Gran parte de estos inmigrantes ilegales lograron hacerse de la nacionalidad dominicana de manera irregular, claro está, en complicidad con intereses de sectores de ambos pueblos, que han degradado el ejercicio moral y ético de las instituciones en perjuicio de nuestra soberanía y de nuestro futuro inmediato como entidad libre e independiente, amparados en la falta de un reglamento legal que rija, corrija y sancione la violaciones flagrantes a las leyes migratorias.


Desde la constitución del 1844 la República Dominicana ha definido con claridad todos los asuntos que conciernen a la nacionalidad, consignando en ellas
los requisitos que debe llenar un extranjero para adquirirla o para permanecer legalmente en el país. A pesar de que en todas nuestras Constituciones no ha estado implícita la figura definitoria de los inmigrantes y su condición o estado de legales unos, e ilegales otros, estas siempre han referido y definido el status del “extranjero residente”.


A partir del año 1934 hasta el 2002 nuestra Carta Magna a explicitado el tema del significado de “extranjeros en tránsito” sin incluir la figura de “Extranjero Ilegal,” la del 2002 sí la incluye en su artículo 11 numeral 1 de la siguiente manera; son dominicanos: “Todas las personas que nacieren en el territorio de la república con excepción de los hijos legítimos de los extranjeros residentes en el país en representación diplomática o los que están en tránsito”.


Pero, no es menos cierto que con anterioridad la constitución del año 1929 había decidido que “no son dominicanos las personas hijas de extranjeros en tránsito en el territorio nacional”.
En el año 2005 nuestra Suprema Corte de Justicia frente a la demanda de hijos de extranjeros ilegales nacidos en nuestro país, que reclamaban la nacionalidad dominicana apoyados en el “Jus Soli”, se pronunció mediante una sentencia concluyendo de la siguiente manera: “Si los nacidos de padres ”legalmente en tránsito” quedan excluidos de la adquisición automática de la nacionalidad, los hijos de aquellos que no puedan justificar su entrada legal o estadía en el país no pueden beneficiarse de un derecho mayor”.


Por último la Constitución proclamada el 26 de enero del 2010 en su artículo 18 numeral 3 expone con claridad y lógica, en consonancia con lo decidido por la sentencia de la S.C.J. en el año 2005, “que los hijos de extranjeros que residan ilegalmente en nuestro territorio no son dominicanos”.

¿Cómo es posible que alguien se empeñe en exigir como derecho legítimamente adquirido aquel derecho que tiene su origen en una violación a la Constitución y las Leyes?

¿No es un principio universal de Derecho aquel que dice que un acto ilegal no es generador de derechos?” Nadie puede exigir derechos poniendo como fundamento o prevaleciéndose de su propio error.

Además, es la misma constitución haitiana la que reclama a sus nacionales donde quiera que estén y donde quiera que nazcan cuando en su artículo 9 dice lo siguiente: “Los hijos de haitianos donde quiera que nazcan son nacionales haitianos por el “Jus Sanguini”

Esa disposición de la constitución haitiana desmiente la afirmación de aquellos que adversan la sentencia del T.C.168/13 evacuada el 25 de septiembre del año 2013, cuando dicen que la aplicación de esta deja sin Patria a decenas de miles de descendientes de haitianos nacidos en el país.


El asunto referido a la nacionalidad y a la regulación migratoria mediante el consabido reglamento pudo haber sido aclarado y resuelto desde años atrás; la ley de migración fue promulgada en el 2004 y ella ordenaba que el reglamento de la misma debiera de estar vigente para el 2005, pero fue a los 6 años y nueve meses que esto se resolvió mediante Decreto del Poder Ejecutivo.

Es bien sabido que es prerrogativa exclusiva de todos los Estados en los diferentes países del mundo crear las reglas que definan en sus constituciones la nacionalidad; por tanto, en principio, esta cuestión jurídica es tema exclusivo de las normas del Derecho interno de cada nación y solo podría intervenir el Derecho Internacional cuando la norma interna riña con el reconocimiento y respeto que se atribuyen a los Derechos Humanos consagrados en los Tratados Internacionales.

El fallo del T.C. sentencia 168/13 no ordena deportaciones masivas, al contrario, establece que las personas afectadas se mantengan protegidas por un plazo de dos años hasta que sus estatus en el país sean objeto de regularización de acuerdo con el reglamento a aplicar; y, para aquellos hijos de extranjeros ilegales que han exhibido de manera irregular la nacionalidad dominicana recomienda que se implemente un procedimiento en tiempo records, que esté acorde con nuestro ordenamiento jurídico para que estos adquieran la nacionalidad sin que se violen las disposiciones constitucionales y legales y por tanto se mantenga el imperio de la decisión del T.C...’¿Dónde, pues, reside “la violación de los derechos fundamentales a decenas de miles de descendientes de ilegales haitianos nacidos en nuestro país”?


Es innegable que todos los países que se han abocado a construir nuevas reglas para regularizar delimitar y restringir el status de los inmigrantes ilegales o modificar y crear clausulas para aplicarlas a los residentes legales, han encontrado sectores interesados que se resisten a esos cambios. Ahora bien, es importante que sepamos que de 194 naciones que conforman el conglomerado mundial 160, o sea, una inmensa mayoría, no conceden ciudadanía automática a los hijos de inmigrantes ilegales (incluyendo nuestro país); ningún Estado europeo consiente ese beneficio y solo los EEUU y Canadá del conjunto de las economías más avanzadas de la tierra, dan esa prerrogativa; siendo muy posible, que ambas naciones ( EEUU y CANADÁ) estén contemplando la idea de irradiar de sus legislaciones esa concesión, pues, es de general conocimiento, que la tendencia de hoy día en el mundo es la de no reconocer ciudadanía por nacimiento (JUS SOLI). (Estos datos fueron tomados del Centro para Estudio de la INMIGRACIÓN, con sede en Washington EEUU.)


El país dominicano enfrenta en estos momentos una peligrosa situación internacional causada por el ejercicio de un acto de soberanía que resulta de un derecho inmanente y absoluto que le asiste, en razón de emanar de un órgano superior constitucional de la República, que es libre y soberana.


La aludida sentencia del Tribunal Constitucional 168/13, que dicta medidas definitivas para resolver el problema de la inmigración que nos arropa con características de invasión, ha sido desnaturalizada o mal interpretada en su contexto por el gobierno de Haití y por países y organismos internacionales que le apoyan en su disgusto, sin detenerse a analizar la justeza y la legalidad que la fundamenta. De forma irracional la enjuician condenándola, exigiendo su anulación sin antes discernir su legítimo contenido, olvidando a lo mejor intencionalmente que las sentencias que evacua el T.C. tienen un carácter definitivo.
Esta ola de respaldo a Haití ha llevado al presidente de Venezuela en un momento de emoción, no apto para un mandatario que se vende como mediador en el conflicto, dirigir una increíble amenaza a nuestro país, pues en alusión al actual diferendo en un momento de sus declaraciones dijo que, “El que se mete con Haití se mete con Venezuela”.


Al pronunciarse de manera tan irreflexiva el presidente de Venezuela olvidó que Haití y la República Dominicana son dos soberanías que comparten una pequeña isla, por lo que se debe en este grave momento buscar la paz y el entendimiento entre estas dos naciones hermanas, confundidas en una querella jurídica que ha tomado ribetes internacionales, naciones que para colmo, poseen cultura e idioma distintos, con una historia común de guerras y odios felizmente superados, pues fue de ellos que nos independizamos a fuerza de grandes sacrificios en el año 1844; y no es de justicia, que ofensas innecesarias pongan en alerta el sentimiento nacional.


Resulta que países que atacan sin compasión la sentencia 168/13, catalogándola de xenófoba y violadora de derechos humanos fundamentales, son los mismos que huyen a la migración haitiana como el diablo a la cruz, que no permiten a sus débiles embarcaciones acercarse a sus costas, devolviéndolas, frustrandoles el vano intento de dejar atrás el infierno que viven en su país de origen.


En España la legislación migratoria es sin lugar a dudas la más condescendiente de toda Europa, sin embargo, toda persona que entre de manera ilegal a ese país será pasible de ser deportado, puesto que allí, el gobierno tiene la obligación de mantener una política de protección en sus fronteras contra la inmigración ilegal. En cuanto a la oferta de empleos a la demanda laboral extranjera, la legislación de ese país trata de establecer una relación de equilibrio, con el propósito, de que las ofertas sean requeridas antes de la aprobación legal de los permisos y residencias laborales que se librarían a extranjeros.

En una información servida por el Listín Diario de fecha 3 de enero del 2014 se dan los siguientes datos: Los EEUU deportó a 3,414 ciudadanos dominicanos en el año 2013 y en el año 2012 la cifra de las deportaciones alcanzó la cifra de 3,245 dominicanos.

Es a la implementación de una política migratoria similar a la de estos países que debemos aspirar todos los buenos dominicanos amantes de la independencia, el progreso y la soberanía de nuestro país…

Los conflictos de hoy y los que puedan surgir en el futuro entre la República de Haití y la República Dominicana tendrán que ser resueltos siempre con el dialogo civilizado y el consenso. Por encima de toda voluntad nacional o extranjera, la sentencia 168/13 es un acto de soberanía emanado del más alto Tribunal Constitucional que debe ser respetado por todos, decisión que, en última instancia solo podría ser revisada por ese mismo órgano constitucional que la evacuó. Ese es un punto que no debe admitir discusión.