martes, 27 de noviembre de 2012


LA TRASCENDENCIA DE UN MOMENTO HISTÓRICO
Wilson A. Acosta S.

En su quehacer político el pueblo dominicano ha transitado un camino difícil. Tan difícil, que fácilmente haciendo un símil podríamos igualarlo con esas veredas muy estrechas, construidas por el constante arrastrarse de las iguanas que atravesaban los otrora tupidos montes secos de las inmediaciones de nuestro Neyba. Eran veredas bordeadas por cactus y guasabarales, que al internarte en ellas llegaba un momento en que te desorientabas por la cantidad de trillos que confluían y no conducían a ninguna otra parte que no fuesen las cuevas o guaridas de esos inofensivos reptiles. Dabas vueltas y más vueltas y las desandabas, en busca de una salida bajo la amenaza inminente de aquellos cactus y guasabarales, dispuestos a agredir en un segundo a cualquier mortal que tuviese el más leve roce con sus espinas. Así de complicado nuestro transito histórico…

Esta nación ha atravesado contra viento y marea caminos de dolor y sacrificios desde el mismo momento en que MELLA disparó su trabuco para comprometer “las vacilaciones”. Desde cuando el general Pedro Santana y sus acólitos prevalidos de su principalía en los triunfos obtenidos contra el ejército invasor haitiano, decidieron frustrar a punta de carabina y machete, el intento de elaborar una constitución liberal, que los constituyentes en la ciudad de San Cristóbal se empeñaban en dar a la naciente entidad política.

El famoso artículo 210 estupró ese hermoso intento. Por lo que a partir del 6 de noviembre del año 1844 se impuso a la nación que acababa de institucionalizarse, una sucesión de gobiernos dictatoriales y patriarcales que amparados a conveniencia en esa primera Ley Sustantiva, muy malograda, gobernaron casi todos a su discreción, siempre a espaldas de ella. Desconociendo leyes y derechos. Como pequeños sátrapas o tiranuelos. Con el pueblo dentro de un puño de hierro. Muchos de ellos excesivamente sanguinarios, que sacrificaron lo mejor de nuestros recursos humanos de la época. Esos hombres y esas mujeres que les enfrentaron sin miedo enamorados de un ideal liberal y republicano.

Bien lo dijo el Dr. Balaguer en uno de sus innumerables discursos “La Constitución vale tanto como un simple pedazo de papel, si no existe un gobierno que cumpla y haga respetar las leyes de la nación”. Paradójicamente sus primeros doce años de gobierno son un ejemplo triste de su propia afirmación porque durante ellos fueron muertos decenas de jóvenes constitucionalistas, se ejecutó a Caamaño y se conculcaron libertades; igual que como lo hizo Santana que llevó al paredón lo mejor de la juventud patriótica de su época, y como ha sido vocación de la mayoría de los gobernantes que nos hemos gastado en nuestro discurrir de vida institucional.

Aconteció que a partir de la separación de Haití se inició una lucha sorda por el poder entre los dirigentes de una misma clase social que no creyó nunca en la posibilidad de una república libre e independiente. Anulando la posibilidad del ideal Duartiano. Unos se querían españoles otros querían a Francia otros a los Estados Unidos de América, eso sí, siempre y cuando en la tratativa se les asegurara su gran tajada en ese nefasto negocio donde el objetivo primordial era vender la Patria para proteger sus intereses netamente personales.

En realidad el pueblo que en su inmensa mayoría era rural y analfabeta, no se hallaba en condición de discernir lo que más le convenía y se aferraba en su fanatismo a las adherencias de sus caudillos locales que carecían en su mayoría, igual que ellos, de la más mínima comprensión de la situación que se vivía. Solo había unidad en el momento de enfrentar al enemigo común y foráneo; actitud que tiene su explicación en los profundos sentimientos instintivos de amor por el terruño, por la seguridad de la familia, de la supervivencia como pueblo independiente con un destino y una historia común.

Es indiscutible que hubo un tiempo en que la vida del pueblo dominicano discurría entre fiestas, lidias de gallos, noches de velas o de velación y toques de palos; donde el revólver la carabina y el “machete gallito” dirimían los más simples diferendos familiares. En ese entonces, cualquiera de esos hombres que se entendiera más inteligente o más valiente que los demás, que poseyera cierta ascendencia o liderazgo, se hacía acompañar de varios amigos, se iba al monte, disparaban varios tiros, se pronunciaban contra el gobierno de turno, luego de ese ritual regresaba al poblado proclamándose “General.”

Eran “Generales de la manigua” machete al cinto. Calzados de Alpargatas,camisa y pantalón de " fuerte azul" raidos. Dando vivas a su revolución personal. Embriagados por la ignorancia. Investidos por sí mismos de poder sobre personas y propiedades.
. El Sur fue una cantera de generales de manigua…

Lo aclaramos, para así diferenciarlos de otros generales que ganaron sus charreteras militares en las guerras de la Independencia y de la Restauración a fuerza de bravura y patriotismo, aunque luego muchos de ellos pusieran toda esa fama y todo ese prestigio bien ganados al servicio de causas repudiables, que empañaron un tanto el brillo de sus medallas logradas en buena lid.

¡Así ha sucedido casi siempre!

¡Nuestro Sur fue cantera también de generales, de héroes anónimos, que ofrendaron sus vidas y sus bienes a la Patria!
Hace exactamente unos 169 años que los dominicanos nos separamos de Haití. Razones fundamentales nos separaban, por lo que nuestros abuelos decidieron tomar un camino propio, acorde a nuestras tradiciones, a nuestra herencia cultural y religiosa, y a nuestro idioma.

En el trayecto de nuestra vida republicana hemos cometido graves errores. Errores que nos han costado décadas de atraso de civilización y desarrollo. ¿No constituyó un grave error poner en manos del general Santana la revolución liberal del año 1857?

¿No fue una equivocación la negativa del Héroe de la Restauración a ejercer, apoyado en el pueblo con todo su prestigio, la presidencia de la república, permitiendo por consecuencia la toma del liderazgo del Partido Azul al general Ulises Heureaux?
Tambien resultó una tragedia que el pueblo dominicano negara en el año de 1924 sus votos al Prócer F.J. Peinado prefiriendo a un caudillo rural que retrotrajo al país a la locura caudillista y la corruptela que se pensaba ya rebasada.

El primer error trajo a Santana del exilio a la presidencia de la república, desde allí logró realizar su sueño anexionista. Fusilando en San Juan al Patricio Francisco del Rosario Sánchez.
El segundo error, el de Luperón, nos dio la dictadura sanguinaria de Lilis, que al decir de Federico Henríquez Gratereaux, al caer el dictador abatido a tiros en el 1899 se originó en el país un desorden que se le llamó la “Olla de Grillos” puesto que junto a él cayó todo el sistema económico y el orden público. Estado de cosas que se mantuvo hasta el año 1916.

El tercer error, el que se llevó a cabo en las elecciones del año 1924 nos regaló una feroz dictadura, la de Trujillo, que se inició en 1930, que se mantuvo 31 años humillando y asesinando la familia dominicana.

Después de la revuelta cívico militar del 1965 que trajo consigo la intervención Norteamericana que nos sobrevino como consecuencia del más grande y grave error cometido contra la nación al ser derrocado el gobierno democrático de Juan Bosch, hemos disfrutado con sus “altas y sus bajas” unas cinco décadas de paz que nos han permitido dar grandes pasos en la estabilidad política, construyendo y fortaleciendo el progreso económico de nuestra sociedad.
Lo más preciado hoy debe ser la continuidad de ese proceso. ¡Constituiría una fatalidad detenerlo!…

Los Amplios sectores organizados de nuestra sociedad comprometidos con la dignidad y el decoro de la nación están obligados a hacer luz en el camino que se obscurece.

Las fuerzas incontenibles del consumismo azotan las economías en el mundo. La acumulación de grandes capitales en pocas manos, el aumento de la pobreza, la corrupción, el crimen, el narco tráfico, los cambios profundos que han surgido como consecuencia de la desaparición de la Unión Soviética, el fracaso del comunismo, han echado al zafacón de la historia la lucha por la liberación nacional, y algunos de sus mayores exponentes se han dejado arrastrar miserablemente por la corrupción y el despilfarro, apareciendo sin ningún signo de rubor o vergüenza, disfrutando y exhibiendo fortunas imposibles de justificar.

Se están escuchando voces de confusión que auguran días de división entre hermanos que han olvidado reconciliarse en un momento histórico en que la unidad es fundamental.

Los caminos se estrechan y se vuelven peligrosos como si un ejército de cactus y de espinas acechara en la encrucijada compuesta por veredas de chivos o de iguanas, de las que una vez existieron en los campos del Sur.

No podemos ni debemos exponernos a merced de un nuevo error que podría ser el último y definitivo para el breve ensayo de democracia que iniciamos después de la muerte de Trujillo. Sería una equivocación imperdonable que echemos por el suelo el edificio que con tanto esfuerzo la nación ha ido levantando en todos estos años de lucha por la superación y por la democracia social que tanto anhelamos.

La competencia política debe realizarse dentro de un plano racional democrático, sobre todo civilizado. La barbarie y la incomprensión deben quedar en el pasado.

Es este el momento propicio para que juntos rindamos un homenaje de recordación al patricio JUAN PABLO DUARTE que nos legó el ideal que hoy aparentemente se olvida. Levantemos con humildad pero con decisión las Banderas de aquellos trinitarios gloriosos y celebremos todos sin distingos de colores los doscientos años del nacimiento del más grande de los dominicanos, inspirador y creador de nuestra nacionalidad, que se cumplirán este próximo veintiseis de enero del 2013.