sábado, 9 de julio de 2016

MI AMIGO RAFAEL MATOS [Tatata}
A su memoria
Wilson A. Acosta S.
Desde el día en que ocurrió la trágica muerte de Rafael Matos sentí el deber de perpetuar su recuerdo en un escrito que narrara con sencillez lo esencial de su entrega al trabajo político que asumió con coraje y desinterés personal en el partido revolucionario dominicano, a la vez, destacar los méritos ganados en buena lid, que como muchos otros jóvenes sacrificados, dejó como impronta en su paso por esta vida.

Bueno, hace tiempo que la idea me daba vueltas en la cabeza, bregando por salir, en pos de luz, cual si fuera una hermosa mariposa en lucha tenaz con la trampa fatal de una tela de araña… A veces desaparecía el sentimiento, para luego por cualquier estímulo exterior volver cual ave fénix no a surgir de sus cenizas, sino, de lo más íntimo y misterioso de mi conciencia.

Por lo que aquí estoy, decidido, a muchos años de su partida, con una breve pincelada en mi blog escrita a su memoria:
Siempre me ha atormentado la pregunta de si ha valido la pena la lucha, la dedicación, y en numerosos casos el sacrificio de una juventud que creyó en un sueño, que vivió el embrujo de una ideología plasmada en libros y cátedras para muchos difíciles de descifrar, pero que declamaban de memoria con pasión y sincero fanatismo…

Y es que la asociaban con sabiduría a esas ansias de justicia social que ardía en ellos, al pensamiento y los hechos heroicos de los grandes revolucionarios acontecidos o que estaban aconteciendo, que admiraban con iluso deseo de emular, como fue la revolución cubana y nuestra gloriosa revolución de abril.

Se veneraba el nombre y la memoria del coronel Caamaño. ¡Hasta los niños sabían de él! En las plazas, en las calles y en las escuelas se desafiaba con patriótico fervor a las fuerzas represivas del régimen, mil veces frustradas en su empeño por asesinar las ideas; porque las ideas no se matan, se combaten con otras ideas, nunca con un fusil deshonrado ni con la persecución la muerte o la tortura…

En aquellos tiempos a los que aludo se oía hablar de Marx de Lenin, del Che Guevara de Fidel Castro como si fuese de cualquier hijo de vecino, en los barrios en los campos, en los pueblos por más lejanos que estuviesen.
El profesor Juan Bosch con su partido blanco fue estandarte y esencia de esas luchas, y su postulación a la presidencia de la república en el año 1966 representó la última esperanza de aquel maravilloso sueño que terminó con el triunfo de las huestes reformistas.

La guerra fría que se libraba entre las dos grandes potencias se libró también radical y despiadadamente en todos los países subdesarrollados de américa latina y del caribe. En nuestro país hizo explosión con ribetes de tragedia.

La sociedad de Neiba como el país entero tenía su reducida población tristemente dividida en dos grandes bandos radicalmente opuestos que surgieron después de la revolución… ¡Las familias se separaron!
En medio de ese embrollo, mi amigo Rafael inquieto e incansable militante del partido revolucionario dominicano, junto a decenas de jóvenes de igual catadura, se jugaba la vida. A diario libraba su pequeña guerra patria en los predios de la provincia, en micro mítines y reuniones clandestinas, saltando verjas, poniéndose a buen resguardo con la guardia pisándole los talones, cobijado bajo la inmensa sombrilla de aquel viejo roble que jamás inclinó la cerviz ante el peligro o la sonsaca: Don Néstor Matos.

En esos menesteres conocí a Rafael Matos, recién yo llegado de la capital donde realizaba mis estudios universitarios, enviado por la dirección del partido, luego de participar en las actividades de la organización del frente universitario social demócrata, a unirnos a la campaña electoral por la candidatura de Juan Bosch.

Fuimos amigos desde el día que nos presentó Don Néstor en la terraza de su hogar; su temperamento nervioso, su oratoria altisonante, su permanente disposición al trabajo partidario, hicieron de él en poco tiempo un líder juvenil que trascendió los límites de muestra provincia y lo hizo merecedor del reconocimiento de las altas instancias del partido.

Pasado el trance de la derrota electoral, la organización se dedicó a una actividad casi clandestina en razón de que nuestras reuniones siempre eran interrumpidas por los miembros de las fuerzas armadas y de la policía nacional que rodeaban nuestro local; acusando de subversivos apresando y desconsiderando a dirigentes y militantes con la intención de aterrorizarnos.

Más tarde, el fallido intento de participar en las elecciones municipales en 1968 causó desaliento y frustración en una parte de la dirigencia del partido en nuestro municipio, que consideraba segura la posibilidad del triunfo, por lo que se inició una estampida de aquellos dirigentes disgustados hacia el partido reformista de Joaquín Balaguer.

Mientras todo esto acontecía, mi amigo Rafael, incansable, proseguía la formación de clubes juveniles barriales en nuestra provincia y en parte de la provincia independencia, haciendo las veces de asesor, de facilitador, de recaudador, de conferencista, viajando con asiduidad a la ciudad capital en busca de orientación para mantener viva la llama del perredismo en la juventud de nuestro sur profundo.

Rafael no pudo construir un legado material a su familia, ya que todo su tiempo su esfuerzo y sus pocas oportunidades las dedicó al fortalecimiento de su partido en el que depositó sus ilusiones y sus aspiraciones futuristas. Pocas personas distinguieron en Neiba el perfil de nuestro amigo, de este formidable ser humano que aunque desprovisto de un alto grado de escolaridad era brillante, con una clara inteligencia cultivada al fragor de la lucha de su militancia política.

En mis ratos de diversión siempre me fue grata su compañía. Cantaba con mucho sentimiento las bachatas del “Añoñaito” Luis segura, y gozaba y reía repitiéndome mil veces la historia de un agricultor que resacado y confundido en una madrugada llamaba a voces sus hijos que aun dormían conminándolos a levantarse diciendoles “Muchachos, levántense y pónganse el maíz para que comencemos a sembrar las chancletas”…

Una tarde casi noche, un movimiento inusual fractura la tranquilidad de la Neiba de aquellos días, personas en tropel corriendo alarmados, vehículos de motor a toda prisa circulando por la amplia avenida 27 de febrero rumbo al hospital, triste presagio, me impulsó a salir a la galería de mi casa y preguntar en voz alta a alguien que transitaba por la acera: Qué está sucediendo. Y este sin detenerse me contestó: Rafael se cayó de un motor y se mató. Cuál Rafael inquirí. Una voz me contestó: ¡Rafael Tatata!

Me conmovió la noticia, realmente le profesaba a este hombre admiración y afectos. Luego entendí, reflexionando sobre su sentida muerte, que el fruto de su larga lucha se le había hecho cada día más lejano, por lo que su indomable resistencia ya no lograba evadir el estado anímico que le arrinconaba. ¡Cosas del destino! Pudo haber caído años atrás bajo el asedio de los anticomunistas que siempre lo persiguieron con intenciones homicida ¡Oh misterios de la vida! De todas esas escaramuzas salió ileso.

Rafael Matos merece de mí este humilde recuerdo. Porque juntos vivimos momentos de sincera camaradería. ¡Se lo debía!
La muerte evitó que el pudiera asistir al triunfo electoral de su partido en el año 1978, pero, también le evitó el disgusto de asistir al desmoronamiento que hoy amenaza con desaparecer esa entidad política por la que vivió. Puesto que a ella dedicó todo el trayecto de su corta existencia.