miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL PRESIDENTE ULISES HEUREAUX Y EL GENERAL MAMERTO SUBERVÍ.-


[Recordando uno de los temas que discurrían en las peñas de los domingos en “El Patio Neibero” de la residencia de mi inolvidable pariente Diógenes Noboa Leyba, EPD, en el Ensanche Luperón de la ciudad capital]

Wilson A. Acosta S.

Para el año de 1882 época en que el general Ulises Heureaux asumió por primera vez la presidencia de la república, electo democráticamente, postulado por el partido azul fundado por el prócer restaurador general Gregorio Luperón, el sur profundo de nuestra geografía dominicana no se había repuesto aun de la devastación que la guerra de los seis años causó sobre su débil economía agrícola ni de la total pérdida de las crianzas realengas en sus sitios comuneros, arrasadas ambas por las guerrillas hambrientas y el ausentismo que produjo ese fenómeno social en sus comunidades.

La prolongada lucha entre rojos y azules fue realmente muy cruel con los habitantes de esa empobrecida región, por lo que, la recuperación fue lenta y dolorosa. Muchas familias cifraron sus esperanzas en la promesa de ayuda que les hacían los caudillos y gobernantes amigos, miembros del triunfante partido Azul que se iban sucediendo en el gobierno, luego de la dimisión o derrocamiento del presidente Buenaventura Báez.
Heureaux hizo grandes amigos en esta región. Él la recorrió palmo a palmo con su guerrilla personal, formada en gran parte por bravos guerreros neiberos que escogió meticulosamente. Por eso, cuando se vio obligado a abandonar el frente de batalla, luego de la emboscada que casi le cuesta la vida en los predios del general Pablo Mamá, mantuvo la firme decisión de algún día volver en auxilio de aquellos valientes neiberos a los que admiraba y agradecía con sinceridad, porque se jugaron la vida junto a él... Los mismos que en Cambronal le salvaron de una muerte segura.

Años después, en su lucha contra sus enemigos políticos, la famosa media brigada de Neiba lo acompañó siempre en la vanguardia, por su recorrido de triunfos en todos los puntos cardinales del país donde les tocó escenificar sangrientos enfrentamientos por el poder.
El general Mamerto Suberví fue un experimentado guerrillero, posible miembro de una de aquellas familias que huyeron a la parte Este de la isla, despojadas de todos sus bienes, expulsadas por la permanente persecución haitiana contra blancos y extranjeros, de las que algunas se refugiaron en la sierra de Neiba. Razón que quizás valga para explicar el hecho de que dicho general se aferrara a su heredad de manera tan afectiva en el paraje de San Pulín.

Resulta natural, pues, que como en San Pulín estaba su hogar, allí se aposentara el general al término de su dilatada aventura guerrillera, en la que se mantuvo peleando hombro con hombro con su amigo y jefe Lilís, peinando el valle y la sierra desde Neiba, hasta Azua y San Juan, perseguidos a veces, otras veces persecutores, de las temibles hordas rojas que defendían como fieras el gobierno del presidente Buenaventura Báez, dirigidas por Luciano de Vargas apodado “Solito” amigo y lugarteniente del presidente; por Rudesindo Ramírez, Lowesky Lamarche , Ramón Báez Ramírez hermano del presidente y Joaquín Campos entre otros.
Después de esos acontecimientos, la carrera política de Ulises Hereaux conocido como Lilís fue meteórica hasta la ocurrencia de su ajusticiamiento en la ciudad de Moca el 26 de julio del 1899.

En el año de 1882 ya electo presidente de la república como todo hombre de honor se dispuso a dar fiel cumplimiento a la promesa hecha años antes, cuando sus fieles guerrilleros de Neiba lo rescataron de los brazos de la muerte en Cambronal…

El presidente Lilís comenzó a visitar a Neiba con frecuencia. En varias ocasiones se hospedó en la residencia de su amiga Epifanía Guiteaux Reyes y desde allí salía a visitar a aquellos viejos amigos, a bautizar ahijados, a recibir o a cumplir peticiones de ayuda económica.

El general Mamerto Suberví, mientras tanto, permanencia en paz, atareado en su auto exilio de San Pulín paraje enclavado en la histórica loma de Panzo, desconocedor o tal vez indiferente ante los acontecimientos políticos que se habían producido al término de la guerra en el país, luego que decidiera colgar la carabina y el machete, dispuesto acometer la tarea de atender su familia y sus intereses que por los anteriores años de lucha había abandonado…

Estando inmerso en esos menesteres, en una ocasión le llegó a San Pulín la grata noticia de que su amigo y compañero de lucha el general Lilís había ascendido al solio presidencial. Sin demostrar mucho entusiasmo se dispuso a esperar la promesa hecha por el líder guerrillero cuando se despidió del teatro de los acontecimientos bélicos accediendo a la llamada urgente de su protector general Gregorio Luperón, que vislumbró el peligro que corría su protegido dentro de las ya anarquizadas y diezmadas guerrillas azules del sur. Prevenido por sucesos recientes, puesto que ya se había producido el vil atentado contra Andrés Ogando en el mismo Cambronal, donde éste perdió la vida debido a la traición de Eleuterio Reyes, sorprendido mientras dormía junto a Anselmo González a Don Manuel Henríquez y Carvajal a Fermín Ogando y al coronel Anselón. Además del pérfido atentado en La Descubierta que por poco cuesta la vida al general Cabral y donde perdieron las suyas el general Lorenzo Acosta y el coronel Jesús del Cristo, el primero oriundo de Neiba. el segundo hijo de Barbacoa, hoy Jaragua.

Un día de esos en que hacia una de sus visitas a Neiba, Lilís, en presencia de varios amigos en tono dubitativo pregunta aparentando desconocimiento, por su viejo amigo Mamerto Suberví: ¿Ha muerto el general Mamerto Suberví?... Entonces, alguien se acerca al presidente y le comunica discretamente: Presidente, su amigo Mamerto aún vive, reside desde hace tiempo en su fundo de San Pulín. El presidente da muestras de alegría y ordena que busquen de inmediato al general Mamerto Suberví y le comuniquen que el presidente está en Neiba y le quiere ver y saludar.

Cuando el mensaje llega a los predios del general Mamerto, este le responde a los emisarios presidenciales de la siguiente manera:

Díganle a mi amigo Lilís que él conoce a San Pulín y que también conoce mi fundo porque en los seis años de lucha que libramos juntos los dos contra el gobierno del general Buenaventura Báez este era uno de nuestros principales refugios; por lo que yo espero, que al presidente no se le haya olvidado el camino.

El presidente Heureaux al recibir tal respuesta de inmediato entendió el mensaje subyacente en las palabras dichas por el general Mamerto Suberví, y sin vacilar se dirigió a San Pulín para visitar abrazar y conversar con su viejo amigo, compañero de luchas y privaciones, vividas con intensidad en aquellos seis años de amargos sacrificios.
¡Cuánto honor y hombría se expresa en la actitud de Mamerto Suberví! Actitud de un soldado de la patria, de un hombre del sur, que debe servir de ejemplo a estas y a las siguientes generaciones de neiberos principalmente hoy cuando vivimos en el país la suplantación de los verdaderos valores y sentimientos humanos por aspiraciones fatuas y en cierto modo denigrantes.

Como colofón les dejo la siguiente estampa:

Cuenta uno de los autores dominicanos que escribieron sobre la fascinante figura de este prócer apodado Lilís, que al final se erigió en dictador, que su primer ejercicio de gobierno fue excelente, progresista y políticamente respetuoso, hasta el extremo de que en ese interregno cierto día mientras Lilís se aseaba en la intimidad de su residencia en la capital de la república un disparo penetró la pared de la habitación a muy pocas pulgadas de su cabeza. Tras una corta reflexión intuyó quién pudo ser el autor del disparo que casi lo mata y exclamó:” El tirador un neibero que trabaja en el tejar a kilómetro y medio de distancia, el autor intelectual del atentado: don Germán Catiles”. Y comenta el autor en su obra: “¡Ay de don Germán y del neibero si este atentado hubiese sucedido cinco años después!” Haciendo alusión claro está a los años de su sangrienta dictadura.

No obstante confirmados oficialmente los autores del atentado, el presidente Lilís solo tomó la decisión de negarles su amistad y sus favores, a tal extremo, que don Germán Catiles frustrado por esa indiferencia, interesado a lo mejor en la reconciliación, exclamó en una ocasión:
“ ! Ese maldito hombre no me ha perdonado todavía que por indicaciones de Cesáreo Guillermo yo lo mandara matar con el neibero!”


martes, 3 de noviembre de 2015

LOS AÑOS DE MI INFANCIA ‘
-Relato-




Wilson A. Acosta S.

En aquellos años de mi primera infancia llegaban al pueblo unos gitanos y gitanas integrantes de un circo que permanecía varios días ofreciendo novedosas atracciones a la comunidad. Si mal no recuerdo esas visitas se daban en plena temporada de verano. Precisamente la época cuando el calor extremaba su tortura sobre Neiba, comunidad enclavada en la parte más profunda del valle, que algunos han comparado con un fondo de botella, limitado al norte por la sierra de Neiba y al sur por las montañas de Bahoruco…

De estos forasteros nos intrigaba su conducta, el color de su piel, sus ojos bien claros o totalmente negros. Eran algunos de pelo rubio otros de cabellera tan negra como la noche. Su pintoresca y particular forma de vestir nos atraía…La primera vez que los vi me causó tal impresión que si hubiésemos tenido a esa edad noticias de la existencia de otros planetas los hubiera pensado extraterrestres. Está muy fresco en mí memoria aun el momento de su arribo, pues el pueblo al verlos reventaba de alegría, mientras que todo el entorno de su maravilloso campamento, rodeado de luces y de colores, olía a flores y a frutas exóticas.

De repente escuchábamos las voces del vecindario exclamar con entusiasmo: ¡Llegó el circo! ¡Llegó el circo! ¡Llegaron los gitanos! Y todos corrían a recibir a ver y a admirar esas gentes que tantas veces nos incluyó en su largo itinerario. En cierta ocasión no muy lejana en el tiempo, rememorando estos recuerdos, mi madre me confió que siendo ella muy pequeña de vez en cuando llegaban gitanos a Neiba que tocaban las puertas de sus viviendas ofreciéndoles sus habilidades de adivinación a través de la quiromancia y la cartomancia. Vendiéndole ilusiones a una escasa y pobre población que solo vivía aferrada a su esperanza…

Para la época que les relato no teníamos aún el cine Enriquillo que nos recreó por muchos años. Eso se produjo un poco después. Y consistía en una sencilla estructura de madera sin muchas pretensiones construida en forma rectangular, pintada de color verde, sin techo, dotada de unos cuantos bancos de madera sin pulir, una amplia platea en forma de balcón en la parte superior trasera del salón, apartada del bullicio, dispuesta para las personas que podían pagar un poco más. Un pequeño cuartito donde operaba un empleado responsable de todo lo atinente a la proyección de las cintas cinematográficas, el proyector de dieciséis milímetros y un estruendoso equipo alto parlante que perifoneaba a todos el estreno del día, a la vez que regalaba a la concurrencia las canciones de moda… Al fondo un gran telón blanco.

Todo este progreso colmó de alegría a los habitantes del pueblo. Pienso que influyó sobre nuestra conducta futura, sobre todo en nosotros los niños que por primera vez, en edades muy tiernas nos iniciábamos como adictos al cine Méjico- cubano, con sus héroes a caballo y sus canciones, sus revólveres, sus charros, su tequila y sus trágicos dramas de amor vividos en los cabarets de las urbes de ambos países. Series como “LA INVACION DE LOS MARCIANOS” brindaron a la imaginación infantil nuevas posibilidades para escudriñar y soñar con aquellos habitantes de otros mundos, puros robots, obsesionados en su tarea de conquistar y destruir el planeta tierra.

La aparición del circo, y más tarde del cine abrió además una puerta hasta entonces desconocida de la civilización al pueblecito nuestro. Apartado en un rincón del Sur profundo del país, viviendo al margen, desconocedor hasta entonces de esas buenas cosas que solo disfrutaban los niños en las grandes ciudades.
Sucedió igual con la llegada de los chinos, que se instalaron en el antiguo caserón de dos plantas propiedad de don Armando Duval donde también mucho antes, en los años de escolaridad de la generación de mi madre, se albergó la escuela primaria. Lo mismo que la edificación que albergaba al cine esta era una construcción de madera, porque las construcciones de varillas y de cemento vinieron después. Apenas las oficinas del gobierno y la iglesia hechas por el presidente Trujillo gozaban de ese privilegio.

Allí inició el chino Ramón Lee y su familia la venta de helados, paicrema, biscochos, horchata, pan, cervezas y el famoso arroz con pollo que comían con avidez todos los domingos los asiduos parroquianos bebedores de cervezas y de ron. Entonces se inició la costumbre en los niños de Neiba de antes de asistir al” matiné” hacer un “serrucho” para compartir unos helados o un pedazo de biscocho sentados alrededor de las mesitas de la sala de aquel restorán.
Estoy seguro que por primera vez la gran mayoría de nuestra población veía y oía hablar a un chino en persona.

El cine tuvo primero por nombre” Enriquillo” y luego “Cinelandia”, inaugurado, creo, si no me traiciona la memoria, en el año de mil novecientos cincuenta y uno. Fue significativo aporte de don Miguel Lama, inmigrante procedente del Líbano, neibero por adopción, que procreó una honorable familia en nuestra sociedad. Este señor se integró en ella de tal modo que desempeño entre otros el cargo de Síndico o Alcalde Municipal.

Resultó que aquel amplio solar de la esquina formada por las calles Mella y Sanches, donde después se construyó el cine Enriquillo, situado frente al hermoso parque central que para la época estaba arbolado de almendros, Jobos, caobas, pinillos, higos, aceitunas y frondosos laureles, luciendo en el centro de su glorieta el busto del “Presidente Trujillo”, aún estaba baldío, por lo que los gitanos a su llegada lo ocupaban sin consultar a nadie, tendían sus carpas e instalaban la “Estrella” “Los caballitos o Tiovivo, “ entre otras atracciones que constituían el dolor de cabeza de los padres ante la exigencia de los niños tras los centavos que costaba participar en ellas.

Estos gitanos aparecían un día, para luego sin avisar, en un amanecer cualquiera de otro día verlos recoger sin apuro sus tereques e instalaciones, después de haber sacudido los bolcillos escasos del pueblo pobre, tomando de ellos el último centavo que estos entregaban satisfechos a cambio de esos inolvidables días de diversión. Así se iban, sin despedirse, igual que como habían llegado, con sus telas multicolores sus carpas y sus tereques apretujados en un par de pequeños camiones pintorreados, bajo el inclemente sol neibero, seguidos por la nube de polvo que levantaban esos vehículos en su tránsito, y por la triste mirada de la muchachada que los seguía hasta que se perdían en la lejanía…

¿De dónde procedían estos trotamundos? La mayoría de las personas suponían con lógica que de muy lejos, pero los más versados afirmaban que procedían de Suramérica y que recorrían todo el país dominicano leyendo las líneas de las manos además de las cartas, brindando diversión y esperanzas a los adultos a los jóvenes y a los niños, a los primeros con los buenos augurios que ofrecían a través de sus conocimientos quirománticos y la lectura de las cartas, a los últimos con sus ingeniosos aparatos, que les provocaban sustos risas y mareos, de tan bruscos movimientos que a algunos les hacía vomitar.

Al partir los gitanos, la pequeña población quedaba sumida en la modorra propia de todas las apartadas y lejanas comunidades.

Volvía la tranquilidad. Las tardes se repetían casi idénticas en los humildes vecindarios…En las mañanas desde las alturas seguía el sol calentando los pocos techos de zinc y a los empedrados en el fondo de los patios donde las lavanderas tendían la ropa blanca…Después de la partida, en el solar abandonado por sus recientes ocupantes se veían algunos muchachos de más edad rastreando con avidez entre el polvo los centavos caídos y perdidos en los días festivos a los asistentes del circo…

Y nosotros los menores volvíamos a nuestros juegos tradicionales, siempre dispuestos a cabalgar a todo galope sobre caballos improvisados con las viejas escobas cansadas de barrer los amplios patios, desechadas por inútiles, o construyendo carritos de hojalata, con ruedas de carreteles de hilo ya vacíos… Y es que hacíamos el cambio sin un ápice de trauma, del Tiovivo al caballo improvisado, de la Estrella a la chichigua voladora… Así aceptábamos la vuelta a la cotidianidad interrumpida por ese breve espacio de tiempo de fantasías que nos brindaba el circo.

Ahora bien, al menos que Quico Pou o René Carrasco procedentes de la capital con su magia y sus actos de equilibrio sobre una esfera de madera el primero, o con sus bailes folclóricos el segundo, hicieran su aparición y cambiaran esa triste monotonía, Neiba proseguiría su curso normal de pueblecito apartado repitiendo sin variar su rutina doméstica día a día.

Esperando el domingo para lucir su ropa bien planchada y mejor almidonada en la retreta obligada de ocho a diez de la noche que nos brindaba sin falta la banda de música del municipio. Una oportunidad de oro para la juventud reunirse recrearse y enamorarse escuchando sus preciosas interpretaciones de danzas, danzones y merengues, eso sí, siempre que la achacosa plantita eléctrica que nos proveía seis horas de luz no nos diera de repente un inoportuno apagón.

lunes, 7 de septiembre de 2015



EL LAGO Y SUS OLAS

En la prosa de:
Wilson A. Acosta S.

Yo he visto las olas del Lago Enriquillo estrellarse contra las duras rocas del litoral norte de su geografía de cerros desnudos bajo un cielo lluvioso. Igual las he visto morir en débil y rápida agonía al deshacerse entre espumas y arena, en las orillas de la playa que lo limita con los viejos conucos de la legendaria Barbacoa de los “Sena” de los “Cueva” de los “Trinidad” de los “Díaz” de los “Méndez,” bajo la acogedora sombra de los cocoteros en preciosos días soleados.

Muy joven, en ocasiones, yo solía aventurarme junto a mis amigos de “La Villa” más allá de los frescos cachones y de los caños repletos de jaibas, biajacas, tilapias, hasta las orillas del lago, en aquellos inolvidables domingos de pasadía, armados de guitarras de alcohol y de un fraterno compañerismo en pos de sana diversión.

¿Quién fue el insensato que dijo que el Lago de Enriquillo no produce sus olas?… Es como si se dijera, que en sus entrañas no existe el cocodrilo americano…
Yo las he visto barrer la carretera y mojar con sus aguas tibias y saladas a los ocasionales vehículos de motor que la transitan y a las personas que se aventuran a pie, en cortas distancias, porque que habitan los cercanos poblados. He respirado el aire penetrante de sus azufradas y azules ondas lacustres. Yo he sido protagonista y testigo presencial de todo aquello…

Alguien ha dicho que hay ausencia de olas en los Lagos…Y yo le pregunto:

¿Y las olas del lago Titicaca, y las del Lago Valencia o las del lago Maracaibo, los tres, sitos en nuestra América? ¿O las violentas tempestades del inmenso y misterioso Lago Baikal en el sur de la lejana Rusia Siberiana?
¿No arrastran los vientos sus superficies líquidas para dar vida a sus hermosas olas?

Sería una decisión imperdonable para nosotros, una cruel desilusión que nos diera la naturaleza, si nos hubiese privado de un espectáculo así tan maravilloso en el Lago del Cacique…Poblado por aves endémicas, junto a las preciosas aves migratorias como los patos de la florida, los flamencos y las garzas que lo visitan año tras año…

El agua de los Lagos acorde con su tamaño es serena, es pacífica, por eso, sus olas también son moderadas y el rumor y la fuerza de su avance es más lento y menos agresivo que el de las grandiosas olas de los mares.
Gracias a Dios que las olas del lago sí existen y que a veces se incomodan y se exaltan para luego en un rítmico y líquido vaivén de sal y de azufre ir lamiendo con ternura el entorno de bayahondas y de cactáceas de la isla Cabrito.

Por eso dije de él un día, al contemplarlo en su majestuosidad, que el Lago es un poema en rebeldía, que marcha indetenible amenazando las alturas de los cerros tras las huellas de su Enriquillo inmortal.
Que nuestro Lago es un pedazo desterrado del mar Caribe con una edad geológica milenaria. Colmado de épicos recuerdos. Que por épocas ahoga las llanuras indefensas, donde una vez se cultivó el arroz, y que acaricia con su aliento mineral la epidermis de las míticas y enigmáticas Caritas que nos legó el arte rupestre de petroglifos de los originarios habitantes que acompañaron al Cacique en la célebre jornada de su justa rebeldía.
Ellos al grabarlas con su rústico cincel, las dejaron a salvo de esas olas en un difícil promontorio del cerro, que sirve de escalón para ascender a las estribaciones de la sierra de Neiba. Nos las dejaron como fiel testimonio de su paso por esta tierra en que vivieron felices hasta la llegada del cruel conquistador que les hurtó su libertad, su virginidad y luego sus vidas, en un genocidio inenarrable…

Es un privilegio observar el sublime paisaje desde esa elevación, que más que un simple promontorio del cerro nos luce un santuario inexplorado, donde duermen los restos los ritos y los cánticos de aquella raza exterminada en su heredad por la codicia y por la incomprensión. Al encontrarnos allí, nos da la sensación de confundirnos con la naturaleza en silente comunión, empeñados en descifrar el idioma universal del arte y de la belleza de nuestro omnisciente y omnipresente creador.

Aquel que dude de las olas del lago que pregunte al humilde pescador que madruga sobre sus aguas pesadas conduciendo sus rudimentarias yolas tras los bancos de peces, evadiendo con maestría sus peligrosos golpes de agua…

jueves, 30 de julio de 2015

HAITÍ: Una cruel realidad

Wilson A. Acosta S,

Las declaraciones sin fundamento de las agresivas y fanatizadas autoridades de Haití y sectores internacionales que a nombre de la defensa de los derechos humanos dan por sentado que los haitianos están siendo víctimas en nuestro país de una crisis humanitaria, xenófoba, de crueldades y maltratos, a raíz de las leyes de migración puestas recientemente en ejecución, han creado un maremágnum de desinformación que amenaza el derecho soberano de este país a reglamentar la inmigración, derecho universal que le es común a todos los países del mundo y que consta en sus respectivas cartas magnas, con el objeto de que estos puedan decidir en plenitud de soberanía sobre todo lo atinente a sus políticas migratorias.

Resulta que al gobierno iniciar los trabajos para regular con apego a nuestras las leyes a todos los extranjeros radicados en nuestro territorio, miles de ellos, consientes de no poder cumplir con los requisitos que prevé y exige la ley para satisfacer dicho proceso, han decidieron voluntariamente regresar a su país de origen con la esperanza, así lo han manifestado, de regresar en un futuro, provistos de los documentos necesarios que les permitan regularizase.

El estado de crisis y de indigencia al que está sometido el vecino pueblo tiene muchas décadas de existencia. La llamada crisis humanitaria, las crueldades y las torturas a que está sometido ese pueblo tienen un origen endógeno, sus raíces se remontan a un pasado lejano. Ya a principios del siglo 1XX [1806 al 1818] el presidente Alexandre Petión previendo el futuro crecimiento demográfico de su pueblo planteaba lleno de preocupación el problema a las autoridades Venezolanas solicitándole un territorio que albergara parte de la población de su país. En el año de 1948 la ONU le buscaba una salida a ese problema en tierras del continente africano.

Haití es al día de hoy, un pueblo derrotado por la indiferencia de aquellas grandes naciones comprometidas material y moralmente con su destino; derrotado por sus propios gobernantes escogidos por una selecta élite política empresarial que a través de la historia se ha desentendido de sus graves dolencias sociales asociándose con gobiernos y empresas poderosas solo con la intensión de amasar grandes fortunas explotando sus riquezas naturales y su comercio, manteniendo en la ignorancia a sus pobres conciudadanos, estableciendo su residencia en las grandes capitales y ciudades de Europa, proporcionándole formación intelectual y profesional a su descendencia en las grandes universidades del viejo mundo y de américa.

No es posible que las potencias mundiales, la OEA, la ONU, la UE, desconozcan que Haití yace abandonado a su suerte. Que en pleno siglo XX1 el sesenta por ciento o más de sus pobladores son analfabetas; que por las calles de sus ciudades, sus caminos y sus escasas carreteras, los hombres, en lugar de las bestias a falta de vehículos de motor, arrastran enormes carretas cargadas de diversos rublos, vestidos de harapos, en la más triste abyección, humillados en su condición de seres humanos. No sabrán acaso los dirigentes del mundo que allí las mujeres y los hombres defecan en plena vía pública, que los mercados donde se expenden los alimentos no son más que pocilgas putrefactas, mal oliente. Ignorarán acaso, que sus parturientas tienen que cruzar la frontera para lograr auxilio médico gratuito en los hospitales dominicanos. Que en nuestro territorio a estos seres humanos se les ha brindado alivio a su situación, trabajo, techo, alimento y educación a sus hijos. Que en Haití no existen empleos, que no hay seguridad social ni estadísticas oficiales.

Haití tiene una inmensa masa de unos diez millones de habitantes, la mayoría indocumentados, que comparten un territorio inhóspito, deforestado, con sus acuíferos disminuidos, contaminados o desaparecidos, que desde hace mucho tiempo resulta pequeño para albergar y alimentar a esa inmensa y hambrienta población que ha llegado al extremo de comer galletas elaboradas de lodo y sal; padeciendo además de un incontrolado crecimiento demográfico que en la actualidad los ahoga.

Estarán ajenos, nos preguntamos, los que hoy ocupan militarmente a Haití de la burla de que ha sido objeto ese pueblo a raíz de la tragedia creada por el terremoto que derribó lo poco que quedaba de su pobre economía. Podrá alguien dar fe del paradero de la millonaria ayuda internacional ofrecida para la reconstrucción de ese país desbastado. Cuál será la razón por la que no obstante esa millonaria ayuda, las familias damnificadas del terremoto no hayan podido ser reubicadas dignamente.

Nuestro territorio es el natural receptáculo de la avalancha de hombres mujeres y niños que huyen de Haití en busca de la sobrevivencia, aquí logran en la medida de lo posible empleo, albergue, medicina alimento, educación.
La desgraciada condición de ese pueblo digno de mejor suerte ha sido aprovechada por sectores minúsculos, de poderosos empresarios de ambos lados, para lograr mano de obra barata, razón por la que están decididos a evitar por todos los medios posibles un entendimiento de respeto a las leyes internas, como a las decisiones y tratados internacionales que rigen la materia migratoria… y ni se diga de la influencia de las grandes corporaciones que allí confluyen. Este es el principal motivo, no otro, de la magnificación de un problema que aunque con serios tintes de gravedad a podido y debe ser razonablemente discutido, resuelto en paz civilizadamente “inter partes”

Es increíble ver y escuchar por los medios informativos nacionales e internacionales como se esconde la verdad tras una cortina de mentiras y falsedades contra nuestro país tendentes a animar una confrontación peligrosa que podría devenir en acciones fanáticas lamentables entre los dos pueblos. Es el caso, por ejemplo del Canciller haitiano, que ha tomado el escenario internacional para confundir y obscurecer con falsas afirmaciones el camino al entendimiento.

Es indiscutible que los dominicanos debemos repudiar con firmeza esa campaña de desprestigio que se cierne sobre nuestra patria, que debemos reclamar y defender con uñas y dientes nuestra soberanía. Repudiar también con firmeza la politización del tema emprendida por sectores radicales de aquí y de allá que no se han detenido a sopesar el daño irreparable que provocarían a ambos pueblos. Empeñados en desbordar el sentimiento nacionalista de ambos pueblos apelando a su sincero y natural amor al terruño.

Es por eso que nos satisface la clara e inteligente posición del recién destituido Embajador de Haití en nuestro país Daniel Supplice, cuando sin importar las consecuencias que de ellas se derivarían dirigió una carta al presidente Martelly en ocasión a unas erráticas declaraciones dadas por él refiriéndose a la actuación de nuestras autoridades sobre el tema migratorio, recomendándole: “actuar con calma sabiduría y conocimiento” en el desarrollo de las relaciones entre Haití y la república Dominicana.”

Daniel Supplice es un ciudadano haitiano, legítimo representante de ese pueblo que tradicionalmente ha tenido en la república Dominicana una mano amiga dispuesta a mitigar en lo posible parte de sus necesidades. Este hombre que posee una clara comprensión del actual diferendo entre ambas naciones, sabedor de lo que hay que hacer para conjurarlo, enfrenta con valentía a aquellos que lo plantean al estilo del siglo X1X.

A continuación transcribimos los siguientes conceptos externados en la carta referida: “La gestión en las relaciones entre Haití y la república Dominicana exige de los diferentes actores una actitud racional, razonable, donde no caben el amateurismo”. Más adelante expresa: tampoco hemos logrado entregarles a nuestros ciudadanos un acta de nacimiento que pruebe que estos existen y crear una situación interna que habría evitado que millones de haitianos y haitianas salieran del país a cualquier precio, y a veces, en cualquier condición. Si no aceptamos el hecho de que existe un problema, no habrá solución”.

Adelante pues con el plan nacional de regularización de extranjeros en nuestro territorio, tanto de nacionales haitianos como de otras latitudes Que se resuelva en un clima de paz de concordia y de respeto mutuo la actual controversia con nuestro vecino, apostemos a que la conciliación la verdad y lo justo primará por encima de la torpeza de algunos y los extremismos de otros.

Por la firmeza con que nuestro gobierno sostiene la defensa de la soberania del país, su prudencia en el manejo internacional del tema, estamos seguros de que más temprano que tarde se pondrá al descubierto la trama urdida, dirigida a depositar sobre los hombros dominicanos el incierto destino de Haití.

sábado, 13 de junio de 2015

POEMA 1
Wilson A. Acosta

Tengo MIEDO. No quiero recordarte.
Quiero tirar de mí los sucesos de todos
esos días innombrables.
Que acapararon todos mis sentidos.
Cuando yo solía amarte con dolorosa crueldad.
La violenta metáfora del poema que surgió
del pensamiento que dibujé en tu cuerpo.
Se escribió en papel de pasión.
Mojado en tinta de sudor y lágrimas.
Con letras ilegibles llenas de borraduras y de manchas.
Avergonzada mariposa que huyó de las rosas del jardín.
Refugiándose en tu pelo enmarañado.
Para no ser testigo del pecado original.
Concertado por los dos.
El Aleteo de terror del pájaro en su nido.
Que cerrando los ojos prefirió imaginar vivir un sueño.
Puso duro tapón a sus oídos. Para no oír tu queja.
Para no ser testigo vulnerable de tu entrega.
Quiero ocultar de mí aquellos episodios
cuando te sorprendió la verdad impresa.
En la hoja que guarda el misterio que da vida.
Que te advirtió sentenciosa: O te arrepientes con dolor
de haber querido O te aferras con amor a tu destino.
Con la tenacidad de una sanguijuela sedienta.
Tras la sangre de la carne mancillada.
Me sobrecoge el MIEDO de despertar las campanas.
Que una vez bulliciosas.
Denunciaron con notas graves las sabanas mojadas.
Que con alas maternas cubrieron el rubor de tu cuerpo tembloroso.
Rendido en holocausto. Temeroso. Grávido de pudor.
Entregado a un destino irrenunciable.
Aferrado a esas sábanas blancas y calladas, tibias y amorosas.
Con las huellas aun del carmín que brotó de tu flor.
Desnuda y deshojada. Con su rojo dolor. Desdiciendo su albura.
Vencida por la pasión… Definitivamente avergonzada…
Como aquel que comete una acción reprochable.
Donde quiera que estés. Yo sé muy bien que el tiempo
ha devorado con su olvido la herida…
Que cerró para siempre…
En cambio yo, sufro el delirio de tu ausencia.
Y me carcome el corazón el MIEDO…
Del recuerdo lejano que dejaste.
Como muda respuesta a mis interrogantes.
Que me persiguen…Y me castigan inclementes.

jueves, 23 de abril de 2015


UN RECUERDO DE POS REVOLUCIÓN


Wilson A. Acosta S. Abril 2015

Fue una noche de diciembre del año 1965, discurría el mes en plena época de celebración navideña.
Vivíamos los azares del período de pos revolución constitucionalista con todas sus consecuencias
y todas sus carencias. No obstante la tragedia, de la que todo el país arrastraba las terribles
secuelas, la tradición de la pascua del Señor nos animaba hacia la reflexión y hacia el sano entretenimiento. Hacía ya tiempo que no teníamos luz eléctrica ni en las residencias ni en las calles,
por lo que en los hogares las amas de casa se vieron en la necesidad de echar manos a las lámparas de querosén que regresaban a cumplir su viejo cometido, del que ya habían sido relevadas por el progreso,
al menos en la ciudad capital.

Santo Domingo estaba a obscuras, sus habitantes estábamos obligados a transitar las calles solitarias peligrosamente salpicadas por disparos perdidos que centelleaban en la total obscuridad que nos cubrió a partir de aquella tarde en que la voz inconfundible de José Francisco Peña Gómez colmó las ondas radiales e inundó la capital con su llamado a respaldar la rebelión de los militares del pueblo, acantonados en el campamento 27 de Febrero situado en las afueras de la capital. La ciudadanía que había perdido el miedo, esperaba con ansias el llamado a la rebelión por lo que de inmediato se tiró a las calles, sedienta de justicia, decidida a librar una de las más contundentes páginas de nuestra historia republicana en contra de la corrupción, del crimen político y de la dictadura, exigiendo a gritos con las armas en las manos la vuelta a la constitucionalidad.
A partir de esa memorable tarde la capital de la república se convirtió en un furioso volcán en plena ebullición.
Como en todas las míticas epopeyas libradas por los pueblos en aras de la libertad, del corazón de ese pueblo en armas emergió un héroe, que tomó las riendas de la lucha y encarnó en el campo de batalla la dignidad nacional: El coronel Caamaño Deñó…

Esa noche de diciembre a la que aludo, mi primo hermano Duarte Rafael Sosa, que Dios tenga en gloria, militar constitucionalista con rango en ese momento de Segundo Teniente FAD, me invitó a una de las fiestas que amenizaba los fines de semana la orquesta de Rodolfo Manzano en un viejo edificio de varios pisos de altura, que una vez fue un Hotel, situado en las inmediaciones del parque independencia. Recuerdo que hubo un tiempo en que se le consideraba orgullosamente uno de los más altos edificios de la capital. Allí en la primera planta de aquel emblemático edificio se daba cita lo más representativo de los combatientes de la guerra patria. Era un lugar exclusivo, donde los presentes, animados por el calor de los tragos, entre el denso humo que despedían los cigarrillos, les daban rienda suelta a su común preocupación por el futuro inmediato de aquellos hombres y mujeres que participaron liderando la gesta. Comentando con tristeza el incierto destino de los militares defensores de la constitución que iban a ser designados en el servicio exterior por el gobierno provisional, apoyado en una fórmula legal pero injusta, ordenada por el poder extranjero para extrañarlos de la patria; y lo que era más importante aún, vislumbrando el futuro incierto del país invadido por una potencia cruel, que frustró sin miramientos las aspiraciones de las mayorías nacionales, dispuesta a imponer su voluntad a los dominicanos. A la par discutían, para que no se olvidase, con lujos de detalles, las historias de aquellos que expusieron sus vidas en combate desigual, y el sacrificio de los que en actos de supremo patriotismo y valentía se inmolaron, cayendo con honor ante la superioridad de la ofensiva de la potencia más grande del mundo….Muchos no lo queríamos aceptar, pero la verdad era que la guerra se había perdido desde el mismo momento en que las fuerzas de la Armada norteamericana el 28 de abril desembarcó sus cuarenta mil marines armados hasta los dientes en la capital de la república…

Traspasamos la puerta de aquel recinto impregnado de olores etílicos. Y entramos de golpe en un ambiente, donde sin duda alguna, se adivinaba al instante el proceso en marcha de una catarsis colectiva...


La sala de fiestas lucia repleta de personas, en su mayoría hombres, envueltos en una rara semi penumbra que la aglomeración y las conversaciones varias de los presentes, ayudaban a enrarecer mucho más. Pude distinguir al coronel Montes Arache convertido por sus acciones bélicas en un ídolo, a quien antes ya había visto en casa de mi tío el coronel E.N. Dr. Armando Sosa Leyba, al comandante Barahona, entre otros tantos héroes de Abril. Esa fue mi primera y creo que la única visita a aquel local, mientras que en cambio mi primo ya era un asiduo y conocido contertulio. Yo apenas tenía tiempo para tales diversiones, mis estudios universitarios que se hallaban en algo más de la mitad de su término no me permitían muchas oportunidades que dedicar a las fiestas…

Hacía rato que la orquesta amenizaba con sus aires musicales, por lo que el ritmo contagioso de un sabroso merengue era el dueño del ambiente. Al compás del rítmico concierto de esos mágicos instrumentos en acción, distinguí el grave sonido, con mi oído de músico frustrado, de un contrabajo del que alguien sacaba filigranas a través de sus cuerdas; atraído por la pericia de aquella ejecución no pude más que acercarme un poco al lugar donde esos maestros de la música mostraban su adhesión de manera tan expresiva y peculiar a la causa constitucionalista, arriesgando su porvenir ante la realidad que nos apabullaba, con el solo interés de dar un poco de esparcimiento y mostrar sus simpatías a aquellos hombres y mujeres de la Patria, que aún no se explicaban el final inesperado de esa empresa gloriosa que solo la intervención foránea pudo malograr. Soñando, estimulados por el alcohol y la música, con nuevas proezas, con futuros episodios de triunfos definitorios y contundentes.

En estos menesteres se enfrascaba la mayoría de los presentes. Tanto así, que a veces me daba la impresión de que los aires musicales no eran sentidos por ellos, que detenidos en una especie de examen del pasado reciente parecían ausentes de la realidad, inmersos en la búsqueda de una explicación política e histórica a los acontecimientos imprevistos que dieron al traste con las legítimas aspiraciones de este pueblo…
Tomamos un espacio cercano al pequeño escenario que ocupaban los músicos. Entonces, cuando nuestra vista logró discernir con claridad a través de la semi penumbra y la humareda que despedían los cigarros de los fumadores, advertí de entre todos los rostros con grata sorpresa la presencia de “Sami” que fungía como el contrabajista de la orquesta que tanta impresión me había causado; nos hizo un guiño como señal de habernos reconocido, por lo que ya al término del set musical lo teníamos con nosotros compartiendo nuestra mesa.

Para mi primo Duarte no hubo sorpresa pues ellos se encontraban con frecuencia en el lugar; ya yo lo he dicho antes, Duarte era un asiduo parroquiano…
Villa Jaragua, o Jaragua, como prefieren llamarle algunos de sus hijos a este pueblo “Sui Generi”, ocupa un lugar de preferencia en mis afectos, por personales e íntimos motivos. Compartí parte de mi juventud con su juventud en mi época. De allí conservo amigos y gratos recuerdo.
A “Sami”, un poco mayor que yo, lo conocí en sus periódicos viajes, cuando ya había partido de Jaragua para la Capital en busca de perfeccionar su arte, lo vi en alguna ocasión tocar la guitarra, pero su fama de excelente músico que trascendió la frontera del país, llegó después a mis oídos. Desde antes éramos amigos. Cuán satisfecho me sentí al compartir con él ese sentimiento común que en esos momentos conmovía y hacía vibrar los corazones de la juventud dominicana; de los que tuvimos la dicha de protagonizar unos y coincidir en el ideal otros, con la gran aventura por la Patria, escrita con la sangre vertida por nuestros más meritorios e inolvidables hermanos, cuya memoria de su ejemplo deberá perdurar en las páginas de nuestra historia para siempre.

domingo, 29 de marzo de 2015

DOS NACIONES VECINAS HABLANDO IDIOMAS DIFERENTES

Wilson A. Acosta S.
Hoy sigo reflexionando sobre este importante tema alusivo a las relaciones bilaterales entre Dominicana y Haití que estimo de un interés crucial para los dominicanos. Lo hago con la humilde intensión de dar un poco de luz a mis conciudadanos en especial a la juventud, en la comprensión del porqué de las hondas diferencias que distingue desde sus orígenes al pueblo dominicano del pueblo haitiano.

Haití es una incógnita para la gran mayoría de los dominicanos, esto se debe a que hemos vivido de espalda a esa realidad, ignorando por culpa del sucesivo liderazgo nacional, el origen, la evolución social y política, la idiosincrasia de ese pueblo vecino. Por lo que se nos hace difícil explicarnos, entre otras, la actitud hostil y recelosa, con que ellos corresponden a nuestra política de buena vecindad. Muy parcas han sido las relaciones culturales entre sus habitantes y nosotros. Constituye un valladar el creol que ellos hablan y que ha obligado a un sector privilegiado de su sociedad a ser políglota. La escuela con su educación tradicional solo se ha ocupado de informarnos sobre el tema de las varias invasiones de que hemos sido objeto; de la ocupación de nuestro territorio y de la subsiguiente independencia con todos sus horrores, pero no se han detenido los maestros a definirnos el pensamiento del vecino, sus aspiraciones insulares desmedidas, su cultura, sus temores al mundo exterior, sus creencias y los fundamentos sobre los cuales construyeron su independencia de la Francia imperial. Nunca nos hemos interesado por conocer y entender el creol que es su lengua oficial. Con todas esas deficiencias, pues, no nos ha sido posible comprenderles.

Mientras los dominicanos hemos olvidado, o mejor decir, perdonado, las agresiones continuas a que hemos sido sometidos por ellos en todo el trayecto de nuestra historia, ellos no olvidan que de ellos logramos nuestra independencia, y que tanto los negros como los mulatos de esta parte, por razones sociales y culturales, nunca aceptaron de buena gana la unión que primero Tousseint, después Dessalines y luego Boyer, les prometían, aludiendo motivos de hermandad e igualdad racial. Jamás han olvidado sus reclamos sobre parte de nuestro territorio. No han olvidado los vecinos el desalojo brutal de nuestro territorio de sus nacionales ilegales realizado por el Presidente Trujillo en el año de 1937, y hasta un sector de su clase pensante entiende a nuestro país con parte de culpa por su atraso económico, social y político, ignorando adrede que este atraso tiene su origen en el error cometido por sus líderes desde el mismo momento en que fue proclamada su independencia en el año 1804 por J. J. Dessalines cuando se dio inicio a una sucesión de malos gobiernos que arrasaron con la pujante economía colonial y que hasta el día de hoy ha mantenido a su pueblo en la ignorancia y la miseria.

Haití es nuestro vecino obligado. Nuestro único vecino con el que tenemos frontera física, con el que hemos librado largas y cruentas batallas tanto militares como diplomáticas por el reconocimiento y el establecimiento definitivo de la línea fronteriza. Con el que en ciertos momentos de la accidentada historia de ambos pueblos hemos coincidido y cooperado como lo fue en la revolución de Praslin [ La Reforma ] llevada a cabo por las fuerzas liberales de Haití en 1843; en las guerras de la restauración contra España, en los enfrentamientos políticos internos que se sucedieron en ambos pueblos en el siglo XIX o en la revolución de abril de 1965 cuando muchos de sus ciudadanos hicieron causa común con nosotros en esa adversidad histórica que nos tocó vivir. Compartimos pues una pequeña isla de mucho menos de cien kilómetros cuadrados, por lo que no habrá forma ni manera de que podamos obviar esa verdad física que nos es común, que nos ha obligado definitivamente desde el momento en que el gobernador Osorio en los años de 1606 a 1608, a nombre del decadente imperio español, cometiera el error histórico de despoblar la parte norte de la isla de Santo Domingo cambiándole el destino, dejándola a merced de los aventureros filibusteros y bucaneros, que en el siglo XVII tomaron la isla de la Tortuga como fortaleza de donde partían a realizar sus ataques, asaltos y robos, en todas las posesiones españolas de América.

Estos aventureros mayormente franceses de origen normando ocuparon la parte recién despoblada de la isla, fundaron la colonia francesa, fomentaron plantaciones que atendieron con esclavos negros traídos de África: Senegaleses, Dahomeyanos, bantús, sudaneses, etc., convirtiéndola en la colonia más rica del imperio francés.
El rigor de la esclavitud a que fueron sometidos los negros traídos de África resultó tan cruel e inhumano que redujo a muy pocos los años de vida útil de aquellos infelices, que morían por agotamiento en plena faena; no existía pues la posibilidad de que se reprodujeran y apareciera como surgió en la parte Este una población de negros hijos de la tierra o sea de negros criollos sometidos a una esclavitud que en los hechos no fue más que una servidumbre atenuada, que les permitió realizar su integración cultural y étnica con la sociedad colonial española desde muy temprano.

En la parte Este de la isla, los esclavos vivian asándole la carne al amo, pastoreando y ordeñando el ganado. No fueron objeto de la cruel explotación a que fue sometido el esclavo de la parte francesa, por lo que se sentían orgullosos de haber nacido en la tierra, orgullosos de ser “criollos”, negros asimilados culturalmente a España.

No asi los esclavos de la colonia francesa que vivían atormentados por los horrores a que fueron sometidos, siempre apegados al recuerdo y al deseo de regresar a su madre patria africana, expresando odio por aquellos hombres blancos que los privaron de su hogar y de su libre albedrio. Este sentimiento obsesionó por mucho tiempo a aquellos hombres, aun ya siendo libres, que según el decir de sociólogos e historiadores, hicieron la más bella revolución consumada en tierras americanas.

Ese sentimiento telúrico racial y cultural que se mantuvo intacto en ese pueblo inhumanamente trasplantado de su patria al continente americano, ha tenido expresiones sublimes en sus grandes poetas y escritores, por ejemplo, aquel poema de Pierre Moravia Morpeau en el que exclama, aparentemente exaltado por el recuerdo ancestral, lo siguiente:
¡África madre mía!
Siento el deseo de ir a prosternarme
En las sagradas losas de tus templos
Para implorar a los dioses que antaño
Invocaron mis ancestros.

O el poema del laureado León Laleau cuando dice:
Ese corazón obsesionante
Que no corresponde a mi lengua
O a mis costumbres
Y sobre el que muerden, como un gancho
Sentimientos prestados y costumbres de Europa…
¿Sienten ustedes este sufrimiento
Y esta desesperación sin paralelo,
De domeñar con palabras de Francia
Este corazón que me vino del Senegal?

Por último veamos el lamento de Jacques Roumain:
África he guardado tu recuerdo África
Estás en mí
Como la astilla en la herida
Como un fetiche tutelar en medio de la aldea
Haz de mí la piedra de tu honda
De mi boca los labios de tu llaga
De mis rodillas las columnas rotas, sin embargo,
No quiero ser más que de vuestra raza.

El habitante negro de la parte este de la isla a la distancia de unas pocas generaciones olvidó su origen africano, puesto que se culturizó español; Los nietos y bisnietos de aquellos hombres y mujeres marcados por el hierro candente de la ignominiosa esclavitud, que unieron su sangre y su destino a la sangre y el destino del amo español, se diferenció totalmente del negro y del mulato de Haití, por razones obvias: los separó la cultura que pesa más que el color de la piel y que la raza.

martes, 10 de febrero de 2015


A LOS 202 AÑOS DEL NATALICIO DE DUARTE
WILSON A. ACOSTA S.
FEBRERO MES DE LA PATRIA

Hoy, a la distancia de 202 años del natalicio de Juan Pablo Duarte, su figura, su legado moral y ético, su ideario plasmado en los pocos escritos que de él se conservan, han estado siendo difundidos en el presente, discutidos y aprehendidos con pasión patriótica, por los dominicanos que sienten legítima preocupación por la aparente indiferencia que está envolviendo la memoria histórica de la nación, amén de la pública desconsideración con que algunos de nuestros exponentes de las ciencias sociales enfocan en sus análisis lo que para la mayoría del pueblo constituye los indiscutidos méritos de aquellos hombres y mujeres a quienes indudablemente le debemos la nacionalidad.

Fueron tres entre aquellas decenas de líderes egregios, dominicanos y dominicanas con la estatura de la proceridad, los que fueron escogidos por el pueblo para endosarle el derecho a la paternidad de la Patria; o mejor, para reconocerles una paternidad ganada a fuerza de sacrificios sin límites. Naturalmente, sin desmedro del mérito de los demás prohombres que junto a ellos han sido siempre honrados y reconocidos por la nación. Ellos lo dieron todo por la patria en un apostolado sostenido ardientemente hasta el momento de sus respectivas muertes.

Duarte el creador de la idea, el creador de la utopía, aquel hombre de acrisolado patriotismo que definió con claridad de conciencia una Patria libre e independiente de todo poder extranjero, donde habría de reinar la libertad, la igualdad y la democracia; con un concepto liberar y justo de la sociedad que él quiso para nosotros y que jamás transigió, prefiriendo el ostracismo, apabullado por las fuerzas conservadoras tan poderosamente determinantes, que dominaron todo el tiempo el espectro político social de la república, desde sus inicios en el año 1844 hasta la caída de la dictadura de Rafael L. Trujillo en el año de 1961 cuando aparecen líderes de la categoría de Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Manuel Aurelio Tavares Justo , Francisco Alberto Caamaño Deñó, secundados por una juventud llena de patriotismo e ideológicamente formada, con la decisión de cambiar el rumbo, erradicando de la dirección del estado el conservadurismo y el providencialismo en la nación, dándoles el frente con valor, en las lides cívicas unos, en la revolución y en la guerrilla los otros.

El segundo Padre de la Patria Francisco del Rosario Sánchez, el mártir de El Cercado, que murió proclamando a los cuatro vientos ser la Bandera Nacional, en aquel mal año para los dominicanos que resultó ser el de 1861, cuando entró por Haití a combatir la anexión . Ese recio temperamento que en ausencia de Duarte, dirigió junto a Tomás Bobadilla y Briones desde la clandestinidad, la unión entre liberales y conservadores que hizo posible la Separación, el 27 de febrero del año 1844.

Ramón Matías Mella, el tercero, el del oportuno trabucazo de la puerta de La Misericordia, cuyo estruendo disipó las vacilaciones; un acto de valor inigualable que esa memorable noche anunció el nacimiento de la patria. El patriota que en la Guerra Restauradora mantuvo su presencia tanto en el Cibao como en el Sur de la república, defendiendo el honor de su patria hasta morir aquejado de serios quebrantos de salud.

Es por esas razones, que al reflexionar sobre estas verdades históricas nos resulte un absurdo el vano intento que trata de poner en discusión la legítima paternidad, de Duarte de Sanches y de Mella, de la nación dominicana. La primacía de Duarte como ideólogo y principal dirigente del proyecto de la proclamada y ansiada independencia fue reconocida por todos sus compañeros en el discurrir de sus vidas.

Esa fue la razón de que los propios dirigentes del partido conservador los catalogaron de ilusos. Hasta el día de hoy, en toda nuestra historia, no encontraremos en su devenir un personaje capaz de emular a Duarte; él desde la Trinitaria trazó el plan de acción y difusión que habría de recorrer todo el territorio nacional en procura de difundir ese sagrado ideal. Él en su cátedra cívica dejó plasmado el concepto moral e ideológico, político y nacional de lo que representa y representará eternamente la dominicanidad. ¿Por qué regatearle esos méritos que le son reconocidos por la patria agradecida después de su desaparición física?

Seria pecar de ignorantes pretender que todos los habitantes de esta media isla en los años de la primera mitad del siglo 1XX conocieran personalmente a Duarte; y no solo eso, sino, que pudieran tener la cabal comprensión de la dimensión de su pensamiento o de la labor patriótica que desempeñaba y sus aspiraciones para la nación al fundar la sociedad Trinitaria. Éramos una comunidad rural de apenas unos cien mil habitantes dispersos en pequeñas villas, con todo el territorio nacional ocupado por una nación extranjera; con un porcentaje mayoritario de analfabetas viviendo en comunidades prácticamente incomunicadas.

Por eso nos atrevemos a afirmar que el proyecto político de Duarte no fue un proyecto para ser realizado de inmediato, afirmamos convencidos de que lo elaboró para dejarlo como un legado a las futuras generaciones. Es que aún en estos momentos, en pleno siglo XX1, se lucha denodadamente por hacerlo realidad. Son las presentes generaciones las que tienen el deber de difundir ese legado que aún permanece un tanto oculto en una literatura propia del siglo XV111 que no lo muestra en su plenitud y profundidad política social y humana.
Podríamos encontrar en la historia de la humanidad muy pocas personas que como Duarte han sido capaces de concebir grandes cosas para el futuro bienestar de la sociedad en que nacieron y vivieron sin pretender el más mínimo reconocimiento.
No cabe dudas de que el conservadurismo, con el caudillo militar general Pedro Santana a la cabeza, ganaría la batalla política al débil partido liberal de Duarte; a la distancia de hoy entendemos que eso era de esperarse. Esa facción compuesta por los hateros y sectores económicos, religioso e intelectuales más atrasados, dueños de todo el poder lucharon junto a los febreristas, pero con el definido y particular propósito, de que al lograr la separación de Haití cuya política y legislación amenazaba sus intereses económicos y sus privilegios, inmediatamente, buscarían protección de una potencia extranjera convencidos de que la independencia era insostenible frente a Haití. Francia les brindó su ayuda consiente de esa intensión que ya era objeto de público negocio.

En lo que a Duarte y a sus compañeros se refiere, hasta que la Patria no entrara en reposo y dejara atrás los enfrentamientos estériles, hasta que no surgiera una burguesía más o menos fuerte liberal y un tanto nacionalista con alguna conciencia de su papel histórico, dispuesta a sustituir la corriente del despotismo conservador y caudillista que dominó la república desde su creación hasta el principio de la segunda mitad del siglo XX, era imposible que despertaran en el pueblo los dormidos sentimientos que decidieran enaltecer y reconocer la importancia de aquellos héroes y mártires que nos legaron la patria, y sobre todo, elevarlos a su justo sitial en nuestra historia. La historia la escriben los vencedores, por tanto, los patriotas vencidos todavía yacían olvidados e ignorados en la memoria del pueblo.

A propósito de todo lo antes expresado en esta líneas, traigo a colación, que en un programa de TV difundido el sábado en la mañana del día 16 de diciembre del 2014 tuve la oportunidad de oír a un académico dominicano desarrollar su tesis sobre el tema que nos ocupa, en la que exponía más o menos lo siguiente: Que la historia dominicana y la de sus tres padres de la patria son hijas de una posterior construcción hecha para el año de 1884, al plantearse, o mejor, cuando hubo la necesidad, de identificar héroes y escoger cual de aquellos merecían proclamarse como padre de la patria.

Seguía diciendo el académico, que Duarte para esa fecha, a la cual aludía, era un desconocido y que fue el historiador José Gabriel García junto a otros los que se encargaron de erigir a Duarte como padre de la nación Dominicana. “Un desconocido, por lo que fue necesario construir un mito alrededor de él.” Según el disertante del programa de TV a que aludimos “Se escogió entre muchos iguales y se discriminó a muchos más”. También afirmaba, que José Gabriel García, considerado como el padre de la historia dominicana, fue un apasionado, autor de la construcción de la antítesis de Duarte: El general Pedro santana, y que, también creo la mala conciencia sobre Pedro Florentino y contra el presidente Báez; en fin, decía, que este y otros tantos historiadores escribieron y construyeron llenos de pasión, llegando al extremo de desconocer adrede las acciones bélicas que en contra de los haitianos realizaron los dominicanos en el territorio vecino para hacer parecer al haitiano como el único agresor. De acuerdo con el exponente “No existen documentos que prueben la fundación de la Trinitaria. Todo eso fue construido posteriormente,” afirmó.

En un momento este distinguido intelectual, académico y cultor de la historia moderna, estremeció con sus palabras mi conciencia cívica, echó por tierra los altares en que desde antes de mi adolescencia he rendido culto, orgulloso de ser dominicano, a esos símbolos de los que se nos dijo que le debíamos la patria y la nacionalidad.

Nosotros, ante estas revelaciones nos preguntamos, ¿Qué más debió hacer Duarte para que su pueblo agradecido lo proclamara Padre de la Patria?
¿Debe el auto exilio de Duarte en Venezuela ya frustrado por el omnímodo poder del sector conservador que lo persiguió a muerte, que lo excomulga y lo destierra de por vida, que atrajo y contaminó a la mayoría de sus propios compañeros de la Trinitaria, restarle méritos a esa siembra del eterno ideal por el que vivió y murió nuestro patricio? No olvidemos que él, al apercibirse en Venezuela de la lucha por la restauración de la república, convertida por el partido conservador en una provincia española, regresa para adherirse como un simple soldado a los Líderes de esa gesta, quienes inmersos en la lucha por un poder aun no conquistado, quizás lo vieron como un nuevo competidor y hábilmente se ingeniaron la forma de alejarlo nuevamente de la patria.

No podemos visualizar al padre de la patria inmerso en las luchas intestinas que se adueñaron de la república tras su proclamación; y mucho menos tomando partido entre los grandes caudillos que se disputaron el poder con la sola finalidad de negociar el patrimonio territorial, la libertad y la soberanía de la nación. Duarte fue un visionario, un apóstol de la libertad de nuestro pueblo.

Haciendo un símil nosotros preguntamos: ¿Debe el desencanto y la frustración del gran Simón Bolívar libertador y creador de nacionalidades, de quien se dice tuvo momentos de delirio en los que manifestaba arrepentimiento de su lucha heroica porque “al hacer un balance de su obra vio que lo más importante quedó sin hacer mientras que lo realizado se desmoronaba”, podría este desencanto, repito, oscurecer la gloria de su luminosa obra continental?
Somos de los que piensan que al ponderar la historia nuestra, al tocar esas sensibles fibras que atañen a los prohombres fundadores de la nacionalidad, debemos hacerlo pensando en el interés general y en la obligada coeción del pueblo en cuanto al sincero reconocimiento que se le debe los fundadores; aspiramos que al juzgar a estos hombres tengamos en cuenta que sobre ellos descansa el edificio de la patria, que poco a poco, a través de luchas y sacrificios incesantes de las sucesivas generaciones, se ha ido construyendo…
Ellos son como la zapata…Descalificarlos a estas alturas del juego, o tan solo poner en tela de juicio su sitial en el corazón de la patria, equivaldría a sacarle artera e ignominiosamente la alfombra al pueblo por debajo de los pies.




martes, 13 de enero de 2015


UN POEMA:
DESPIDIENDO EL AÑO

Wilson A. Acosta S.

La serena agonía del año que nos deja, es el triste remedo de una canción añeja que no ha de oírse más. Es la última estrofa de un poema. Que ha perdido su rima y su cadencia. Es una flor dormida que deshace su aroma en el atardecer de su existencia. Que se esfuma, cual destello fugaz de una estrella viajera. Como el murmullo del adiós furtivo que un ángel pasajero da a su hogar en la tierra. Hoy solo amor y soledad están conmigo en esta noche de espera, en la que he de concluir mi cuaderno de bitácora. En sus páginas quedaran sepultos mis sueños no natos, junto al recuerdo de los momentos gratos convertidos en sombras indelebles. Condenados a un pasado inminente que ya en la víspera se resiste a partir.

Cuando el viejo reloj decrete inexorable la muerte del anciano que agoniza, algo de mí se irá también tras él. No temeré al carruaje que transporte su alma. Ese cometa errabundo me tendrá tras de sí, hasta que caiga el alba sobre aquellos románticos que siempre ofician el funeral de tantos años idos. Porque no han de volver.

¿Quién decretó las doce de la noche para tan definitiva despedida? ¡Esa es la hora crucial de los misterios!...

Es que el año se nos va irremisiblemente. ¿Quién podría detener su tránsito misterioso? El tiempo va tranquilo, sin apuros, no tiene urgencias. Guiado por el lento tic tac del reloj universal. Prosigue indiferente su camino. Es como un rio que desliza sus aguas limpias sobre un lecho de piedras milenarias, para luego al final de su viaje confundirse, manso, obediente, con la inmensa vastedad del mar. ¿No es una hermosa manera de morir?

Yo en lo porvenir, solo anhelo ser feliz con lo que quiero y tengo.
Aun así, seguirá siendo una sombra indeleble ese pasado que a veces ha de tornarse caprichoso o necio, que no podré espantar de mis recuerdos, porque ha sobre vivido años tras años… ¡Muy a pesar de mí!
Ya estando junto a ti yo me pregunto, después de escuchar las doce campanadas, al sentirme ser parte de la loca algarabía de los trasnochadores, que han esperado ansiosos esta hora, embriagados de ilusiones y de alcohol: ¿Es que realmente ha fallecido el año?

Entonces me contagio sin querer de esa locura, busco tus ojos, me confundo en ellos, y en un leve susurro de mí voz, de pronto te confieso con súbita alegría:
Tengo un hermoso sueño nacido de esta aurora recentina, que he de lograr amor para los dos, si Dios lo quiere, si ÉL nos da la vida.