domingo, 25 de abril de 2010




ARTURO A. SOSA LEYBA
A SU MEMORIA
w.a.a.s-



Ya estaba transitando la edad en que el hombre empieza a desandar todo lo vivido y a proyectar como si fuese una cinta cinematográfica sobre el telón de su memoria,
los acontecimientos del pasado. Recreándolos con impecable laboriosidad. Exaltando escenas que yacían dormidas en las profundidades de su psique; ocultas bajo la lumbre casi apagada del tiempo, convirtiéndose en un ser humano en retirada, que decide vivirde los recuerdos, en plena capacidad de conciencia, convencido de haber perdido la perspectiva y la posibilidad de futuro, rendido por los años.

Él aceptó los buenos, los que le dieron razón para vivir y salir avante en esta complicada jungla que es la vida y desechó los malos recuerdos, los apartó de sí, abandonándolos enel camino tortuoso sin resquemores ni arrepentimientos.
Nunca lo vi y mucho menos lo imaginé insinuando un lamento. Era un ser especial llenode afectos, armado de una alforja repleta de firmes decisiones y de convicciones innegociables que le llenaron de fortaleza moral y de virilidad en su paso por la vida.
Se decidió por un sentimiento paternal hacia nosotros sus sobrinos, los hijos de su hermana Dolores que llamaba con cariño “ Chichía “, y nos hizo entender que no solo era nuestro tío, porque fue más allá….Fue mucho más que eso.

Ameno, inteligente, de palabra fácil y oportuna. Dueño de un vozarrón que intimidaba. Conocedor sin arrogancias de su país geográfico e histórico.
El día que él murió sentí que algo íntimo se desprendió del techo espiritual de mi profunda contextura humana . Algo que rodó lentamente derrotado , sin vuelta a atrás, como rueda el destino , como se aleja el débil murmullo de las aguas crecidas de un riachuelo, hasta perderse sin estrépito desbordando su lecho de piedra bajo la fronda , por los límites del monte, tras lo desconocido.
Me conmovió su partida. No asistí a su funeral , casi nunca lo hago cuando mueren los amigos . Mi sensible corazón no lo soporta. El espectáculo triste de los cadáveres, esa pose que el hombre toma al morir, creo que degrada la aspiración espiritual de la humanidad. Atenta contra la certidumbre de mis convicciones de trascendencia. Degrada y humilla.
Así como el crepúsculo es una transición, una lámpara que empieza a perder el brillo de su lumbre, que se apaga vencida por la inminencia de la noche, también es agonía que prefiero evitar , en el curso de esta existencia finita.

Aconteció una vez, hace ya años que me tomó desprevenido esa agonía, se aferró inmisericorde de mis sentidos y destrozó mi corazón. Fue un viento fuerte como una tormenta descomunal que conmovió los cimientos bien fundados del hogar y se llevó a mi padre. Desarraigó el árbol añoso que aún daba cobijo y lo entregó a la tierra, que lo aferró con egoísmo en sus profundas entrañas, para siempre.

Desde entonces nuestra madre permanece en soledad, transitando con ritmo de reloj casi centenario por el inmenso baúl de sus recuerdos, desempolvando amores, repasando el área de la casa vacía en todo su continente, añorando épocas pasadas, perdidas irremediablemente en ese torbellino de misterio que es el tiempo.
Volvamos a mi tío Arturo que siempre me quiso a su lado , fue militar y yo era un miembro más de su corta familia , que se movía con sus constantes traslados. Me hacia participar en sus tertulias de fines de semana. Entre los asiduos , mi otro tío, Armando, uno de los gloriosos coroneles de abril . Y un hombre, que me impresionó sobre manera, por su versatilidad : periodista, poeta , escritor de hermosos y enjundiosos artículos , declamador de primera, hermano espiritual de mis tíos . Me refiero a Don Bolívar Belliard Sarubi. Mi primer encuentro con él se dió en Dajabón su pueblo natal y fue entonces cuando descubrimos el parentesco familiar con su esposa, descendiente de un Acosta que emigró al Cibao en el siglo X1X desde Neyba . En lo adelante la amistad tomó tintes filiales. Se convirtió en una relación entre primos.

En esas tertulias se repasaban los hechos históricos acontecidos en la frontera desde la independencia hasta la guerra de los seis años , en contra del gobierno de Báez, que arrasó la economía de los pueblos fronterizos del sur y los sumió en una espantosa miseria. También se hablaba de poesía y de política.
A pesar de mi corta edad, tío me atribuía categoría de adulto, también lo hacían Diogenito y Armandito. Ellos me profesaban un gran afecto y me entendían con cierta madures.
A mí, la intimidad con mi tío Arturo siempre me resulto beneficiosa. Ávido por adentrarme en los orígenes de mi familia anduve tras de él para abrevar en esa fuente inagotable que siempre habló con autoridad de los Acosta, de los Sosa, de los Leyba, de los Vargas y de los ,Reyes y de toda nuestra historia regional.

Recuerdo en una ocasión que discurría sobre el origen de la enemistad entre el presidente Lilis y el General Pablo Mamá ; le oí decir lo siguiente: “ Una causa fundamental de la enemistad entre Lilis y Pablo la propició el General Joaquín Campos que igual que Pablo era oriundo de Cambronal y le profesaba enemistad y rencor irreconciliable, porque en una ocasión que la región de Azua , donde residía Campos , se vio azotada por un largo periodo de sequia , este solicito al General Pablo Mamá que le permitiera trasladar su ganado que moría de sed a los predios de Cambronal y Pablo no accedió.
El General Campos no olvidó ni perdonó ese agravio y lo cobró con creces indisponiendo al General Pablo con el dictador haciéndole ver que este representaba un peligro para la estabilidad de su gobierno, y que conspiraba con los Azuanos.
Este supuesto peligro realmente no existía, porque Pablo no poseía suficientes hombres ni armas para enfrentar a Lilis…..Además, Pablo nunca soñó poseer ni trascender más allá de los límites que él mismo se había impuesto en su imperio de Cambronal .”

Para el año de 1965 el coronel Dr. Armando A. Sosa Leyba fue uno de los dirigentes del movimiento constitucionalista que estalla el 24 de abril y que luego se convirtió en guerra patria tras la invasión de los marines norteamericanos. Tío Arturo que para la época ostentaba el rango de Mayor del Ejercito Nacional fue mantenido por sus superiores todo ese período
que se vivió en el país, entre la ciudad de Pedernales y San Juan de la Maguana bajo una muy poco disimulada vigilancia, dado el protagonismo de su hermano en los acontecimientos que se desarrollaban en la capital de la república, por lo que no obstante las protestas de compañeros y amigos de alto rángo, se decidió por el camino de la dignidad y el decoro poniendo fin a una carrera militar que aún no concluía.

Cuando invocamos los hechos como garantes o referentes de nuestros juicios sobre el comportamiento del hombre en su accionar público o privado es como si nos fundamentásemos
sobre la roca. El testimonio de todo aquél que conoció a mí tío y compartió con él en el devenir de su largo y ejemplar paso por la vida avalan con creces mis convicciones acerca de su personalidad .

Arturo A. Sosa Leyba fue el mayor de cuatro hermanos procreados por el matrimonio de Arturo A. Sosa y Patria M. Leyba Acosta. Criados, educados y formados en orfandad por su madre profesora de generaciones, mujer ejemplar, a la que Dios privilegió permitiéndole ver su obra hasta la tercera generación. Actuando todos apegados a los principios que ella heredó de sus antepasados e inculcó con amor a su familia.