martes, 9 de marzo de 2010




ESPERANDO LA LLUVIA
6-3-10
w.a.a.s
Cuando las nubes se cargan y bajan decididas con la intención de fecundar la tierra, el sol se torna tímido, sus rayos palidecen y como una ave asustada huye y se esconde. Se obscurece el cielo y los arboles sedientos espectadores en silencio, esperan la inminente caída de la lluvia..
Hoy hay una proliferación de nubes en el cielo, que forman un manto gris en sincronía de movimientos; porque son nubes grises las que en un parpadear se adueñan del ambiente.
Desde la galería de mi hogar examino el paisaje exterior que se torna algo triste al arribo de la tarde que va adquiriendo una tonalidad plomiza; arrastrando consigo un ambiente pesado, enrarecido, asfixiante.
De las pocas personas que transitan las aceras, unas aceleran el paso, otras corren…Los conductores de los vehículos de motor aumentan su velocidad y pasan raudos por la vía, dando la impresión de que los persigue un fantasma. ¡Pero no es más que una diminuta llovizna……!
La humedad atmosférica genera un calor insoportable y ese penetrante olor a tierra mojada que nos trae la brisa suave desde las altas cumbres de Panzo , enclavado en el norte, presagiando la lluvia.
La rareza del fenómeno atmosférico en esta región, a mí en particular me torna sensible. Inquieta a sus habitantes, que por razones inexplicables del comportamiento humano, en vez de recibirla en la calle agradecidos y así permitir que el agua celestial empape todas sus vestiduras y les cale hasta los huesos, su primera reacción es de huir. Como si la lluvia tan deseada trajera en sus gotas transparentes y frescas un secreto peligro.. Por lo que habría que refugiarse de inmediato en la seguridad de los hogares y dejarle a su antojo las plazas y las calles desoladas: sin una alma. Solo la inocente chiquillada se alborota dando la bienvenida a la ocasión de chapotear y mojarse en las primeras aguas, después de mucho tiempo de espera.
Qué distinto actuamos ante los candentes rayos del sol en las horas prohibidas . Jóvenes y ancianos, sin distingo de sexo en pleno desafío; cuando la razón aconseja las horas menos térmicas para realizar las obligadas diligencias del día.
Es de nuestro folklor el dicho que asegura que “ cuando huimos a las primeras gotas espantamos la lluvia “….¿ Cómo quiere este pueblo que llueva, si al más simple amago de la naturaleza corremos despavoridos como si nos persiguiera Satanás?
Hubo una época en que el cielo fue más generoso con nosotros. La lluvia bendecía con más frecuencia estas tierras. Todos los años después de las consabidas interpretaciones de las CABAÑUELAS al finalizar el mes de diciembre y a principio del mes de enero, las aguas cumplían su ciclo natural y hasta hubo momentos en que los ríos que nacen en la sierra se envalentonaban y en torrencial aluvión amenazaban con anegar la pequeña población. Colmaban de humedad por mucho tiempo la llanura, para la felicidad de sus habitantes, que lograban sus cultivos con el menor esfuerzo.
Fue cuando perdimos el monte virgen circundante que se inició la tragedia. Hace tal vez una centuria el límite de ese monte, eran los últimos patios de las viviendas de los lados norte, este y oeste del pequeño neiba; al sur, el límite era una gran franja de árboles frutales, de manantiales , de norias y cachones de aguas frescas y conucos, ( de lo que aún queda testimonio.) Esta realidad se desvanece en la memoria histórica. El monte ya no existe y con él la bienaventuranza de la lluvia también tomó caminos desconocidos.
En nuestro origen aquellos buenos hombres pioneros y fundadores, encargados de dar los primeros trazos al pueblo, decidieron orientarlo hacia el sur, donde estaban las tierras más propicias a la agricultura y a la crianza. Buscando la proximidad de las fuentes de agua naturales indispensables a la supervivencia. Luego se decidió llevarlo hacia el norte para alejarlo de la ruta de las incursiones de los habitantes del vecino estado. Esa decisión condenó a muerte el monte circundante , donde vagaban libres las iguanas y rondaba el guaraguao, que bajaba en su vuelo majestuoso cual “ águila del Caribe “ dominador de nuestros cielos, de lo alto a la llanura , en busca de los polluelos de las tantas aves que anidaban en su hábitat.
Privilegio que nos donó la madre naturaleza y que ha sido devorado por el persistente crecimiento horizontal de nuestra zona urbana.
En un instante detengo mis divagaciones y observo consternado, que un repentino viento que sopla de norte a sur empuja las nubes a su antojo; esas nubes que hacía solo un momento preparaban su caída sobre la ciudad sedienta, enclavada sobre lo más bajo o lo más profundo del valle. Su vuelo es rumbo al mar Caribe, pero antes les espera en el camino la sierra de bahoruco y allí, impedido su avance por la gran montaña, descargan indiferentes en sus laderas escarpadas, la lluvia que el cielo nos ha negado tantas veces.
Y especulan las gentes buenas e inocentes de la comarca : “ Son los uveros que no la dejan caer para evitar la pérdida de sus cosechas!”
¡Son los cebolleros para que no se pudran sus sembradíos!” “ ¡ Son los carboneros para que el agua no les apague sus hornos ¡”
Cada año la historia se repite, : El agua cuando viene es en diluvio, para hacernos daño. Baja sin piedad desde las montañas por las torrenteras sin edad, que esperan inmutables años tras años su carga de destrucción; que ahoga campesinos indefensos, ahoga las crianzas, destroza las carreteras aislando la región. ¡ Despojando de la capa vegetal a montañas y valles para depositarlas en lejanos e inútiles parajes.
La esperanza de lluvia se ha desvanecido...Vuelve la calma matizada por la frustración que nos deja la sequia…..Estoy aún en la galería de mi casa despidiendo las últimas nubes que grávidas, pasan raudas hacia otras latitudes. Olvidando su reciente promesa de refrescar el tronco y las hojas de los arboles en mi patio….De lavar el techo y las paredes de las casas polvorientas de las gentes pobres y de abonarles la tierra que les da el sustento.

Antes de introducirme al interior de la casa me detengo, es la voz de una persona amiga que me saluda. Al despedirse dice como si hablara sola: “! ESTE CALOR SOFOCANTE PRESAGIA LLUVIA ¡ ¡ No la tuvimos hoy , pero es seguro que un día de estos, con el favor de DIOS lloverá!
Y se aleja con la mirada fija al cielo, rumiando sus palabras en estoica actitud, como si renovara la ESPERANZA.