martes, 13 de agosto de 2013

Divagando
Wilson A. Acosta S.

Mi poema está hecho de sol
De ese sol que cubre nuestra tierra
Aquel que nos abraza
Con la tibieza de su luz en la mañana
Y en el incendio de su meridiano
Derrite la resina en los pinos añejos
Proyectando sus rayos desde el cenit
De la comba celeste
Sobre los montes altos de la sierra
Marchitando el verdor de las hojas tristes
Prendidas a las ramas de árboles sedientos

Mi poema es la canción del monte seco
Que salpica de sal la brisa en este valle
De garzas de tilapias y de caimanes
Disfrutando en libertad los humedales
Disputándose en su habitad la vida


Mi poema agoniza de sed
En la canícula del medio día
Como si el Lago le lamiera las entrañas
Cubriendo de amarguras sus reclamos
¡Tan cerca de la fuente de agua viva!

Mi poema es un pueblo que resiste
El martirio de la brisa ardiente
Que día a día su anatomía castiga
Dando a su piel hecha de azúcar prieta
Sabor a miel y color de oro viejo
Bebiéndose el sudor que brota
A borbotones de su cuerpo isleño
Como jugo de caña brotando del trapiche
Como el agua mansa que corre en Las Marías
¡Como el torrente de tu sangre !pueblo mío!
Que derramaste en Cambronal y en La Canela!

Mi vieja y cadenciosa rima se alimenta
Del lejano tan… tan… de los tambores
Perdidos en los rituales del pueblo originario
Y en las historias de íncubos y súcubos
Que viven en la memoria cuasi diluida
De los cuentos heredados del abuelo

Mi poema viaja envuelto en puras ráfagas
Del huracán veraniego
Creador del rocío que moja extraños suelos
Prendido a la esperanza de lejanos deseos.

Mi poema es aquel lago de sal
Que insensible, sin compasión devora
Su natural entorno, dejando un rastro
De árboles caídos y de animales muertos
Borrando las huellas del ayer y del hoy
Escribiendo sátiras sobre sus restos

Arropando de olvidos los recuerdos
Que el cimarrón y el indio un día
Borrachos de pasión y de lascivia
Dejaron escondidos en la maraña
Del mapa genético que nos legaron
Sin saber lo que hacían…

El ritmo de mi verso descubre horrores
Sobre el largo camino
Tantas veces violado
Tantas veces andado y desandado
Crucificado por incontables huellas
Que estamparon en su ir y venir
Sobre su lomo de piedra y tierra blanca
Los antiguos caminantes
Empujados por riadas de racismo
De grifos de negros y de mulatos
En pos de la anhelada Libertad

Mi poema es un mar enfurecido
Que se desliza amenazante
Sobre la quietud de la tierra
Arrasando… desgajando la vida
En su tenaz delirio, negando paz
A los hombres a las aves y a los peces
Que sueñan con un último refugio
Donde no llegue la discriminación
Ni sea una práctica aleve la injusticia…

EL LAGO………
W.A.A.S

El lago es un poema en rebeldía
Es un brazo de mar enfurecido
Que marcha indetenible tras los cerros
Hambrientos de vegetación
¡Añorando a su Enriquillo inmortal
Veterano de batallas sin memoria!

El lago es una ira inexplicable
Desterrada por el mar Caribe
Que ahoga las llanuras indefensas
Arrebata cultivos y sepulta poblados
Se ensaña en la debilidad
De nuestro sur profundo
Colmándolo de dolor y desamparo
Llenándole de sinsabores el camino
Anegándolo en lágrimas…

Mis versos son el lago inmenso
De olas embravecidas
Que amenaza las míticas Caritas
En su lento y trágico caminar
Tras un lecho olvidado… ya extinguido…
Por implacable designio de los tiempos…


CONFIESO QUE:
W.A.A.S

Te cultivé en mis sueños
Con los mismos cuidados
Y con el mismo amor
Que cultivé las rosas del rosal

Aspiré con delirio toda tu aroma
¡No reparé en tus punzantes espinas!
¿Quién podrá definir todas las cosas?
¡Rosas y espinas son inseparables!

¡Cara y cruz que se revelan
En todas las facetas de la vida!
¡El eterno caer y el levantarse
De nuestra humanidad rediviva!

¿Sabes de alguna calle
que carezca de esquina?
¡Siempre la noche obscura!
¡Siempre el sol con su luz!

¿Quién fue aquél que amó tanto
Que en el frenesí de su pasión
hizo derramar el cáliz consagrado?

¿Quién fue aquél que se aferró al dolor
Y sin advertirlo halló el amor
Aguardándolo en su cielo redimido?

Yo confieso, que al cultivar la rosa
Y al aspirar con delirio sus aromas
Mi pobre corazón sin admitir razones
Me hizo olvidar la crueldad de las espinas

No percibí que el rosal escondía
Entre sus ramas y sus hojas verdes
Tras el color de sus pétalos de seda
Adherida a sus tallos, el arma artera
Que me causó la irremediable herida

Perdí mi libertad, y en inocente afán
También perdí mi corazón transido
¡Triste final de lágrimas vertidas!