domingo, 29 de mayo de 2011




MARTILLÓN Y MARTILLITO
Recordando al Abuelo
W.A.A.S.-

Al ascender al solio presidencial en nuestro país en el año de 1930 el General Rafael Leónidas Trujillo Molina, Don Evaristo Acosta ( Yito ) mi abuelo paterno, fiel militante del Partido de Federico Velázquez y por el que ya antes había desempeñado varias posiciones algunas electivas en la entonces común de neiba, decidió, igual a otros munícipes prestantes de la comunidad abandonar las actividades políticas, retirándose definitivamente de la vida pública, refugiandose en la agricultura; pues, no simpatizaba con el nuevo gobernante que además era un guardia que muchos consideraron un intruso que no permanecería mucho tiempo en el poder.



Como una manifestación inequívoca de su pacifico repudio a la naciente dictadura, mantuvo por mucho tiempo su negativa de proveerse de la cédula de identidad impuesta por Trujillo con carácter obligatorio, actitud que luego debió resignar muy a pesar suyo para evitar problemas a sus hijos ya convencido de que: “el hombre llegó para quedarse “.


Poseía mi abuelo tres propiedades agrícolas muy cercanas a la población, una en la antigua Sección de Cachón Seco, otra en los alrededores del antiguo camino que conducía al pueblo vecino de Duvergé y la tercera en el sector de Tabardillo hacia el norte; tambien era dueño de una propiedad de café en las lomas de Panzo y tenia algunos animales de crianza.



El tiempo transcurrió. El año de 1937 lo encontró confinado” Motu propio” en esos quehaceres, de su casa a sus predios. Siendo testigo del “Desalojo” ordenado por el régimen dictatorial de todos los haitianos residentes en el territorio nacional, y que la guardia trujillista cumplió en nuestra provincia con todo el rigor que encerraba aquel mandato de la superioridad.



Para la época, las Lomas de Panzo estaban habitadas en su mayoría por familias descendientes de haitianos; unos, que llegaron con la ocupación del año 1822, otros que llegaron antes y después en etapas históricas sucesivas, y que hicieron de esas hermosas y casi inaccesibles montañas su hogar definitivo; apropiándose de la tierra cultivandola de café,viveres,naranjas,guandules, habichuelas, Auyamas; y fomentando la crianza de aves, cerdos y animales de carga, o ejerciendo como peones y trabajadores del campo.


Existía una pacífica convivencia entre estos y los Neyberos, que tambien eran propietarios de fincas de café y otros rublos, y que se mudaban para las lomas en los tiempos de la cosecha no menos de los seis meses que duraba la recogida del café en el año. Allí llevaban una vida común entre todos ellos.

Estas prolongadas estadías dio por resultado que algunos Neyberos tomaran mujer de entre la población “extranjera “y procrearan hijos con ellas. Surgiendo así un lazo indisoluble que tuvo sus consecuencias cuando indiscriminadamente la guardia decidió hacer desaparecer de campos y ciudades a todo aquel que en apariencias fuese procedente del vecino Estado, cometiéndose abusos imperdonables.




Las pequeñas fincas de café propiedad de los haitianos desahuciados y conducidos a su país de origen, quedaron abandonadas, desiertas, sin dueños. Entonces el régimen decidió repartirlas entre “los hombres de trabajo” de la comunidad y para tal efecto creó una comisión evaluadora encabezada por las principales autoridades de la provincia de Barahona, a la cual pertenecíamos, para que escogieran a los que serian beneficiados.


Pero hubo algunos de los escogidos que mostraban renuencia en aceptar el regalo que les hacia el gobierno, y en secreto decían sus numerosas excusas para justificar su negativa:
Los más, atribuían a los haitianos poderes sobrehumanos capaces de dañar no obstante las distancias. Contaban que durante la noche ellos atravesaban las montañas ayudados y protegidos por “misterios” regresaban a sus propiedades, para volver a Haití con el fruto de sus cosechas y sus animales a cuestas.
Los menos, tenían lazos consanguíneos con algunos de los expulsados y se sentían dolidos y solidarios con ellos.


Mi abuelo Yito, que ya había sido señalado por la autoridad entre las personas que calificaban para ser premiadas con la dádiva, trata de ingeniarse una excusa para evitarla, si le tocaba, porque no quería agradecer nada a Trujillo, al que no adversó públicamente, pero, la antipatía que le provocaba, fue el motivo que lo obligó a abandonar la vida pública.



Llegó el momento por suerte para él, que solo quedaba una propiedad que en consideración de sus dimensiones debía ser entregada a dos personas, y para su tranquilidad, el sorteo cayó sobre un señor residente en la antigua Sección de Cachón Seco apodado “ Yon “ y un primo hermano de mi abuelo de nombre Marte.
En el transcurso de unos días, mi abuelo recibe sorprendido una notificación de la Comisión del reparto que ya él consideraba terminado, dándole una cita.


Al presentarse ante la Comisión, se le comunica que entre el señor “Yon “y el señor Marte surgió un inconveniente, creado por el temperamento de ambos, que no les permitió llegar a un acuerdo en la toma de posesión de la propiedad asignada, y en vista de que él y el señor Marte eran primos hermanos se decidió asignarle la propiedad a los dos, convencidos de que los lazos de familiaridad los ayudaría a entenderse.



Mi abuelo que era un genial repentista, los mira y les dice:”
Dígame alguien, alguno de ustedes señores:



“¿Cómo puede ser posible, que un acuerdo que no se pudo lograr con un MARTILLÓN pueda lograrse blandiendo un debil MARTILLITO?”


Haciendo referencia claro está, a la combinación de los nombres de Marte y Yon y de Marte y Yito que “pronunciados en el “Argot” del Sur profundo sonaban: MartiYon y Martiyito”.

“¡Yo les agradezco sus buenas intenciones, les dijo, pero no puedo aceptar!”

Los mienbros de la comisión ante tan inesperada e inteligente salida aceptaron de buena gana la excusa.! El histrionismo de mi abuelo lo salvo de algo que deseaba a toda costa evitar!

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