lunes, 28 de mayo de 2012


UNA REFLEXIÓN TRAS LAS ELECCIONES DEL 20 DE MAYO
Wilson A. Acosta Sosa


Nuestro país acaba de salir airoso de una prueba importante con la culminación de las elecciones presidenciales que cada cuatro años la constitución le impone al ejercicio democrático de la nación a los fines de renovar sus gobernantes.

Haciendo galas de una madures indiscutible en el quehacer ciudadano, nuestro gran pueblo, escogió con libérrima voluntad al ciudadano presidente que ha de conducir en lo adelante los destinos nacionales, derecho conquistado a base de luchas y sacrificios increíbles.

La conclusión de este concierto cívico constituye una inequívoca demostración del avance que se ha operado en la conciencia ciudadana de nuestros hombres y mujeres, que han sabido exigir con valor en su momento, todos esos legítimos derechos que les son inherentes como personas, como entes de la sociedad, aún con las armas en las manos cuando le fue necesario.

Así lo podemos afirmar a través del discurrir histórico, tanto, que al decir de muchos entendidos, esa conciencia adquirida por la ciudadanía a superado con creces en sinceridad y patriotismo el muchas veces egoísta comportamiento de una gran parte de la clase dirigente, que se aposenta cual ave carroñera en los distintos partidos políticos y otras instituciones civiles, convertidos en muro de contención o valladar. para desde allí, frustrar los anhelos de ese pueblo que espera impaciente una acción dirigida al adecentamiento institucional, al planteamiento serio de los proyectos desarrollistas que resuelvan en plazos consensuados esos fundamentales problemas soportados por todos desde hace muchísimo tiempo, y que son la causa real del estancamiento de nuestra economía agrícola, del abandono del campo por centenares de familias cansadas, sumidas en el más cruel desamparo, viviendo en cordones de miseria en las grandes ciudades, ignoradas por las instituciones creadas precisamente para ampararlas, para proporcionarles educación, salud, medios para subsistir en forma digna, conduciéndolas tras la edificación de un futuro mejor para sí y para su descendencia.

Al ser decapitada la dictadura de Trujillo el 30 de mayo del año 1961 el enorme patrimonio que nos dejó en heredad, adquirido por el régimen a lo largo de sus treinta años de acumulación de riquezas, fue asaltado de manera inmisericorde por aquellos “anti trujillistas de hojalata” que tomaron ese botín constituido entre otros bienes por más de treinta y cinco empresas, y lejos de resarcir al pueblo en sus carencias, dándole un uso correcto e invertirlo en la zapata para iniciar el desarrollo económico social esperado, solo pensaron en sus intereses.

Estos aparentes paladines de la libertad, echando a un lado la causa del pueblo, develaron el real motivo de su “anti trujillismo” subyacente en su íntima intención, disponiendo a su antojo con la voracidad acumulada por mucho tiempo, de la propiedad pública, adquiriéndola a precio de” vaca muerta.”
Es obvio que estamos transitando por caminos cuyos indicadores y logros nos dicen que nuestros líderes de hoy van afinando con el interés de la población.

Ahora bien, no se ha llegado hasta ahí por una vía expedita. Al contrario, los dominicanos superamos ayer grandes tragedias entre las que contamos el golpe de estado contra el gobierno de Juan Bosch que trajo por consecuencia la reacción del pueblo con el estallido revolucionario de abril del año 1965 y la inmediata intervención militar del imperialismo con la excusa de evitar otra Cuba en el Caribe, luego, los doce años del gobierno dictatorial de Balaguer en el que se conculcaron derechos fundamentales, escenificándose una persecución sangrienta contra las fuerzas sociales que dirigieron y apoyaron la revolución, fuerzas sociales que lo enfrentaron, llevando ellas la peor parte en esa guerra desigual.

Es todo lo antes dicho, sólo una muestra tangible de los azares que hubieron de ser superados por los dominicanos para llegar sanos y salvos hasta coronar el presente.

En este contexto, después de haber finiquitado el período de los doce años del Doctor Joaquín Balaguer se inicia el gobierno perredeista en 1978 encabezado por Don Antonio Guzmán que trajo la democracia, abrió las puertas del país a los expulsos, inaugurando una época de libertades públicas sin igual, caracterizada en especial por el respeto a los derechos de todos los dominicanos.

En 1982 adviene el gobierno del Doctor Jorge Blanco a quien sucede el Doctor Balaguer en 1986 electo por tres períodos más (doce Años) que fueron reducidos en dos años en su último período, mediante un artículo transitorio incluido en la reforma constitucional, estrenando entonces un ejercicio de gobierno ejemplar democrático y civil, muy distante del de los doce años anteriores.

Al término de ese mandato, aparece en el firmamento político el triunfo de la estrella morada del Partido de la Liberación Dominicana con el Doctor Leonel Fernández a la cabeza, electo presidente para el período 1996-2000.

En el año 2000, surge de las urnas nuevamente un gobierno del Partido Revolucionario Dominicano presidido por el Ingeniero Hipólito Mejía hasta el año 2004.

El pacto llevado a cabo en el 1996 por los dos viejos líderes del país, trajo por consecuencia el nacimiento de una nueva era.
Sí, aquel gran pacto histórico entre Juan Bosch y el Doctor Balaguer, cuando levantaron la mano del entonces candidato del PLD Doctor Leonel Fernández disputando en una segunda vuelta la presidencia de la nación al Doctor José Francisco Peña Gómez del PRD, abrió un nuevo y auspicioso camino al desarrollo de nuestra democracia política económica y social.

Ese pacto introdujo un excelente elemento de unidad entre fuerzas tan disímiles del panorama político, dando como resultado el triunfo de un gobernante joven sin compromisos con el pasado, intelectualmente preparado, de ideas frescas y progresistas, actualizado en las teorías modernas del estado, honesto, lleno de buenas intenciones, respaldado por las mayorías del pueblo dominicano, cualidades que le concitó el entusiasmo y la integración de una juventud otrora indiferente a las lides de la política nacional.

Ahora, el 16 de agosto próximo, concluirá el tercer mandato constitucional del Doctor Leonel Fernández Reyna, este se despide del poder con grandes logros que exhibir, con un futuro político esperándole. Gozando de plena madures física e intelectual, y como es lógico pensar, con una inmensa experiencia de estado.
El País se prepara con la mirada puesta en el futuro, a recibir al nuevo presidente Licenciado Danilo Medina Sánchez, que en todo el trayecto de la larga campaña electoral ha esbozado un serio programa de cara al desarrollo del país que pondrá al gobierno, como tiene que ser, al servicio de los más pobres y necesitados.
Auto proclamándose discípulo fiel de las enseñanzas y postulados de Bosch, prometiendo luchar contra la corrupción, actuar sin arrogancias, con humildad, porque según sus propias palabras: “LA POLÍTICA NO TIENE SENTIDO SI NO ES PARA SERVIR”.

Estamos conscientes de que aún persiste como un licio dejado por una vieja herida, que traumatizó fuertemente el camino recorrido por nuestra sociedad en estos últimos cincuenta años de relativa democracia: el temor a ser defraudado.

El síndrome de la inconformidad, del acecho, de la creencia a priori en el engaño, que no ha podido superarse definitivamente porque todavía persisten, se mueven en el ambiente elementos del viejo quehacer político del tiempo aquel, cuando se burlaba la expresión popular, se inducia y se obligaba el voto, ya sea comprando las ignaras y débiles conciencias, implantando la opresión o el chantaje.

Pienso que los habitantes del Sur profundo de la república, que vivimos día a día tropezando con las casi perdidas esperanzas, debemos dar suma importancia al hecho de que Danilo Medina es un hombre oriundo de nuestra región, conocedor de los ancestrales problemas de nuestra pobre geografía, profesional de la economía, con unas ansias de bien gobernar para su país que se traduce de su emotiva pero bien ponderada promesa de campaña; promesa, que a partir del próximo 16 de agosto tendrá él ocasión de plasmar a todo lo largo de los cuatro años de su periodo constitucional.

Nuestra región muestra especial interés en dos grandes proyectos de obras de infra-estructura que si se lograsen, darian un giro de ciento ochenta grados a su lento y pobre peregrinar hacia el desarrollo; estas obras son:LA PRESA DE MONTE GRANDE y la carretera que por la provincia de San Juan una al SUR con el CIBAO.

Por lo que hemos de esperar con fe, sin impacientarnos, sus ejecutorias a favor de estas huérfanas y olvidadas comunidades del Suroeste, ocasión en que él deberá, para nuestra satisfacción: CORREGIR LO QUE ESTÁ MAL Y HACER LO QUE NUNCA SE HA HECHO.



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