UNA
REFLEXIÓN SOBRE EL TEMA DOMINICO HAITIANO
WILSON A.
Acosta S.
Durante la comparecencia
de un distinguido intelectual haitiano, residente en nuestro país, por ante el programa televisivo Revista 110 que produce el periodista Julio Hazim, en
fecha 7 de junio del año 2012, este señor, en el curso de dicha comparecencia,
refiriéndose a la invasión del año 1805, expresó más o menos lo siguiente:
que los desmanes en que incurrieron
Dessalines y Cristóbal en su corta incursión a la parte Este de la isla,
quienes se vieron obligados al rápido retiro de sus tropas por la aparición de naves inglesas frente a la
ciudad de Santo Domingo, al creer que se
trataba de la armada francesa dirigiéndose a Haití a reconquistar su colonia
recién perdida, no fueron desmanes
cometidos contra dominicanos, sino, contra españoles.
Lo decía apoyado en la tesis de que la
república dominicana no había sido proclamada aún, que ésta no existía para la
fecha. Proseguía diciendo, que a pesar de una intensa
búsqueda realizada por él en España, no logró encontrar ni un solo indicio de
memoria histórica registrada de aquel hecho, dejando entre ver que España no le
dio importancia al suceso, a diferencia
de los dominicanos que lo han magnificado, manteniéndolo muy presente en la
memoria, expresándolo a menudo como fundamento de sus aprehensiones y
acusaciones contra Haití.
En su errática afirmación, el distinguido intelectual que aludimos, olvidó que para entonces España
había, por motivos obvios, abandonado a
su suerte a su antigua colonia, puesto que ya la había cedido a Francia
mediante el tratado de Basilea de fecha 22 de julio del año 1795.
Si este
concepto tan irracional como anti histórico
solo consistiera en una tesis emocional o
particular del distinguido intelectual en su calidad de ciudadano haitiano,
podríamos interpretarlo como la reacción arrogante de alguien que intenta
justificar lo injustificable, no olvidemos pues, que Jean Jaques Dessalines es
el venerado padre de la independencia de
la patria del pueblo vecino. Pero resulta, que esta tesis ha sido acogida sustentada
y difundida en diferentes medios de
comunicación del país por algunos intelectuales, historiadores y académicos
dominicanos, llegando estos al extremo de negar la magnitud del hecho histórico en sí.
¡Cuánto hubiese dado yo para que estos dominicanos hubiesen nacido en
nuestra frontera Sur o Norte con Haití! Porque así habrían oído de la propia
voz de sus abuelos y bisabuelos los tétricos relatos que estos oyeron a su vez
de los suyos, dando fe de esos hechos sangrientos que por su magnitud no
pudieron ser olvidados en el transcurso del tiempo.
Mi padre
siempre habló con pena del incendio de la parroquia de Neiba, donde reposaban
en archivo las actas de nacimiento, las actas bautismales y las actas de
defunción junto a otros valiosos documentos históricos de los que nos privó ese
hecho criminal del año 1805.
¿No eran nuestros
ancestros los infortunados hombres,
ancianos, mujeres y niños muertos, y aquellos que fueron
arreados sin misericordia como bestias rumbo a Haití, por las huestes de
Dessalines y Cristóbal, en esa ocasión ¿
El legado
histórico nos dice que además de los
habitantes blancos cuya mayoría eran criollos nacidos en la media isla, la
furia de este hombre alcanzó e hizo víctimas a los mulatos incluso a los negros
puros, ya fueran esclavos o libres, porque en su mayoría no eran afines a sus
planes unificadores, puesto que a pesar de que el líder negro les ofrecía la
abolición de la esclavitud, se sabía que este había instaurado en su república
recién proclamada un régimen de servidumbre que mantenía en la práctica el
oprobio de la dependencia absoluta del hombre a la plantación, vejamen que el esclavo de la
parte Este de la isla no sufrió, en razón de la temprana decadencia del
inhumano régimen económico de explotación en esta parte, que comenzó a sustentarse
en el hato, en el corte de madera y en una
agricultura más o menos de subsistencia. Todo lo contrario de lo
acontecido en la parte occidental donde
existían enormes propiedades rurales explotadas por el trabajo esclavo. La
relación pues, entre esclavos y amos en
nuestro ambiente fue más de características patriarcal, fenómeno social que dio origen a que nuestra
población fuese casi totalmente mulata, unida por un sincretismo cultural que
nos fue definiendo desde muy temprano como una nación con todas sus
particularidades y sus naturales atributos.
En otro trabajo publicado por mí en este blog
establecíamos que de acuerdo con estudiosos de nuestra historia, la conciencia
de nación en los dominicanos comenzó a afianzarse a partir de la segunda mitad
del siglo XV111, en el fragor de las luchas libradas por la defensa de nuestro
territorio y por la salvaguarda de la vida de sus habitantes, permanentemente
invadido por aventureros y por los franceses del Oeste, agresión que obligó a España
a fundar una serie de Villas, para poblar los territorios abandonados por las
despoblaciones efectuadas por Osorio en los años de 1606 a 1608, construyéndose
con dicha decisión una barrera para contener el avance acelerado del intruso.
Ya, pues, para el inicio de la segunda
mitad del sigloXV111 los habitantes de la parte Este se auto definían como
dominicanos españoles, estableciendo una clara diferencia con el pueblo que
ocupaba la parte occidental.
En la
historiografía haitiana hallamos testimonios en los que historiadores haitianos
aseguraban convencidos de que los
dominicanos se consideraron siempre como una sociedad distinta, totalmente diferente
a la haitiana, que siempre tuvieron como
meta la fundación de un estado independiente de la república haitiana.
También
hemos dicho que con anterioridad a los días en que el presidente Boyer preparaba
la invasión de 1822 a nuestro país como respuesta a la independencia proclamada por Don José Núñez de Cáceres en
el 1821, este ya había enviado centenares de familias a establecerse en este
lado para que, sonsacando a algunos residentes conformaran y fortaleciesen un
partido que solicitara la ocupación a nombre de los dominicanos. Es cuando un
general de su ejército de nombre Guy Joseph Bounet le advirtió del error que
cometía al intentar una fusión entre haitianos y dominicanos, haciéndole notar
la reacción que provocaría ésta, dada la gran diferencia cultural entre ambas
naciones.
Muy cierto
que para 1805 la república dominicana no existía, faltaban unos treinta y nueve
años para su proclamación, lo que si existía era una nación surgiendo vigorosa,
compuesta por hombres y mujeres que ya se hacían llamar dominicanos, rechazando
permanentemente las imposiciones foráneas, aferrada a una cultura que iba sedimentándose
en la comunidad, proveyéndola de identificación nacional a través de una
simbiosis que se logró sin traumas entre los legados aportados por nuestros abuelos hispanos y africanos.
Todo lo
antes dicho viene a propósito del tema migratorio que desde décadas atrás ha
pendido como la espada de Damocles sobre la
cabeza de los dominicanos y que definitivamente el actual gobierno
nacional armado de la constitución y de las leyes que rigen al país, haciendo
un correcto ejercicio de soberanía, da los pasos necesarios para regular la
situación de cientos de miles de migrantes en su mayoría ciudadanos haitianos
indocumentados residentes en nuestro territorio. Esta patriótica acción de
nuestras autoridades ha levantado una ola de opiniones diversas tanto dentro
como fuera de nuestras fronteras, provocando cierta confusión al dominicano sencillo que constituye la gran
mayoría de nuestros conciudadanos. En una actitud netamente maniqueista, a lo
mejor animada por intenciones inconfesables, se ha sacado de su verdadero
contexto el tema central, tocando extremos peligrosos que vendrían a acarrear
un serio inconveniente al anhelado clima
de paz, de cooperación y de entendimiento que las circunstancias obligan a mantener
entre ambas naciones. Se ha llegado al extremo de desenterrar el viejo y casi
olvidado tema de las aspiraciones de Tousseint, Dessalines, de Cristóbal y de
Boyer, que una vez reclamaron la unidad de la isla, expresando que la república
de Haití tenía como frontera o límites el mar, ignorando la existencia de la
nación dominicana y sus legítimas aspiraciones de fundar una república libre e
independiente de toda dominación extranjera.
Solo a personas completamente obnubiladas o
comprometidas con intereses foráneos
anti nacionales se les podría ocurrir que a estas alturas se les pueda imponer
a los dominicanos una fusión de ninguna especie con Haití. El día que
permitamos que minorías nacionales o haitianas u organizaciones extranjeras
tengan la potestad de imponer cambios a nuestra instituciones o a nuestra ley
fundamental, desde ese fatídico día, pasaremos a la historia universal como el
primer pueblo en aceptar tal indignidad sin antes inmolarse si fuese necesario Estas dos naciones que comparten la isla de
Santo Domingo deben estrechar sus lazos de amistad, pero transitando sus
respectivos caminos, conservando y respetando sus inviolables soberanías.
Estamos
convencidos de que la unidad de criterio en estos momentos sobre este delicado
tema es imperativo, las querellas personales y políticas deben ir a un plano
secundario si es que queremos evitar que la
inminente crisis del Estado haitiano ahogado por una explosión
demográfica que supera en mucho sus posibilidades territoriales y económicas,
se lleve de encuentro la existencia misma de nuestro país.
Algunos
entendidos en la materia consideran que
las relaciones de ambos estados pende de una bomba de tiempo, por lo que
se hace urgente que se tomen las medidas precautorias pertinentes para evitar
su inminente explosión, asumiendo con madurez y sentido de la historia, ambas
partes, sus respectivas responsabilidades junto a la suficiente ayuda de los
organismos de la comunidad internacional y al pago de la deuda histórica
contraída, por Estados Unidos, Francia y España principalmente , no solo con
Haití, si no con la totalidad de la isla.
Debemos
unirnos para preservar nuestra frontera, nuestro territorio, nuestros ríos,
nuestros bosques, nuestra economía, nuestra cultura, nuestra nacionalidad. Es lógico que entendamos que
estamos obligados a convivir en paz y amistad con los haitianos. Es una verdad
de Perogrullo la que asegura que ambos países están impelidos a implementar planes comunes de desarrollo y
aprovechamiento de los recursos naturales que compartimos, pero todos esas
realizaciones solo habrán de concretarse sobre el seguro y justo andamiaje de
una legislación sabia, coherente, respetuosa de la soberanía de ambas naciones, que dé inicio a una nueva era en las
indispensables relaciones dominico haitianas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario