martes, 22 de mayo de 2012



MÁS ALLÁ DE JUAN DE DIOS DE VARGAS
WILSON A Acosta S.
No es lo mismo conducir un pueblo hacia su liberación de un régimen oprobioso despótico y foráneo, como fue el caso de nuestra separación del pueblo haitiano, que enfrentarlo a un proceso de cambios de conquistas políticas y sociales.

Las masas actúan siempre empujadas por la mera necesidad de suplir o saciar necesidades imperiosas, pero estos cambios a que aludimos solo pueden ser posibles con el surgimiento de la conciencia burguesa, con su concepto de clase ya definido, con su papel establecido en el esquema económico de la sociedad, actuando en la búsqueda de la dirección y detentación del poder que ha permanecido en manos de una clase o sector social atrasada, con la clara idea de forjar un estado nacional progresista e independiente que desarrolle su economía y proteja sus intereses de las demás fuerzas que le adversen.

Fue por eso que ante el inminente estado de descalabro y ruina económica de que era víctima la pequeña y débil burguesía del Cibao, malestar originado por la corrupción y la emisión indiscriminada de papel moneda que se dio en el régimen de Buenaventura Báez, la ciudad de Santiago se levanto en armas el 7 de julio del año1857 apoyada por toda la región, acatando el llamado hecho por el general José Desiderio Valverde, por Benigno Filomeno de Rojas, Pedro Francisco Bono, Ulises Francisco Espaillat entre otros prominentes ciudadanos.

Báez había sustituido al efímero gobierno del general Manuel de Regla Mota que a su vez sustituyó al general Santana, que fue acusado de mala administración y expulsado del país por el gobierno de Buenaventura Báez que se inauguró con muy buenos auspicios, por lo que fue bautizado como “El Régimen de la evolución”, para luego degenerar en un régimen corrupto que llevó a la quiebra a los sectores productivos de la nación provocando su justa reacción.
Este movimiento cívico armado conocido como La Revolución Liberal del Cibao, constituyó la primera acción de envergadura de corte liberal realizada por nuestra incipiente burguesía nacional desde 1844 en defensa de sus intereses, su primer y serio intento por tomar y detentar el poder político de la nación. No obstante, debemos señalar que el poder político económico militar para la época era cautivo de dos figuras conservadoras y antinacionales que se disputaron el poder desde el nacimiento de la república, que gozaron del favor ciego de las masas mayoritarias del pueblo, situación que se mantuvo hasta la muerte del primero ya convertida la Patria en una provincia de España y el derrocamiento del segundo tras una cruenta guerra fratricida que duró seis años de intensa devastación y dolor para la región Sur; nos referimos a PEDRO SANTANA Y A BUENAVENTURA BÁEZ.

Ante esta verdad de a puños, los nuevos revolucionarios se vieron obligados a solicitar ayuda a Pedro Santana que se hallaba exiliado y a sus partidarios quienes aceptaron, haciendo votos de patriotismo, jurando respeto a la constitución liberar que había promulgado en la ciudad de Moca el gobierno de la revolución el 19 de febrero del año 1858, jurando igualmente sumisión al gobierno instaurado en la ciudad de Santiago presidido por el General José Desiderio Valverde y Benigno Filomeno de Rojas. El movimiento se propagó por toda la república, apoyado en el Sur por los Santanistas que se hallaban eufóricos por el regreso de su líder, por algunos sectores del Baecismo y por los hombres en los cuales aún vibraba el ideal de aquellos” jóvenes ilusos” que fundaron la sociedad LATRINITARIA.
Está demás consignar que Santana, aclamado y respaldado por sus seguidores hizo su entrada triunfal a la capital luego de vencer la defensa de los seguidores del Baecismo que resistió por meses a los revolucionarios, se posesionó de la ciudad y ya el 27 de julio del año 1858 desconocía el gobierno del Cibao poniendo en vigencia mediante un simple decreto la despótica y conservadora constitución del año 1854 iniciando un régimen de persecución opresión y fusilamientos contra todo aquel que no comulgara con sus planes antinacionales anexionista, en especial contra los partidarios de su archí-enemigo Buenaventura Báez, llevando al ánimo de los dominicanos tal frustración que por doquier podía oírse murmurar la frase de que“ Más vale darse al Diablo que ser gobernado por los Santanistas”.

Una de las primeras protestas ante todos estos desmanes fue el alzamiento en armas de Matías de Vargas en Azua que fue cruelmente sofocado por las fuerzas gobiernistas, fusilados sumariamente Matías y uno de sus hermanos de nombre Juan Luis de Vargas entre otros revolucionarios.
También fueron apresados y ultrajados los ancianos padres de la familia de los de Vargas.
El general Domingo Ramírez que para la época desempeñaba el cargo de Jefe de las Fronteras del Sur ya había sido denunciado ante Santana como conspirador y contrario a sus planes, poco después inició junto a Fernando Tavera, a Morillo, y a Juan de Dios de Vargas entre otros lideres la rebelión en el Sur, apoderándose de Las Matas de Farfán, de Neyba, del Cercado, siendo después desalojados y vencidos por los Generales Eusebio Puello y Lorenzo de Sena.

Una de las medidas tomadas de entre tantas que dictaminó el concejo de guerra que juzgó sumariamente a todos los revolucionarios que fueron capturados como a los que lograron huir, (estos últimos declarados prófugos), fue la conmutación de la pena de muerte a Juan de Dios de Vargas por la de cinco años de prisión y la prohibición a perpetuidad de residir en la provincia de Azua.
Este digno hijo de Neyba, fue luego victima de las acciones cobardes perpetradas por el general Pedro Florentino en la época de su traumática decadencia en la guerra de la Restauración ( 1863 ) ,fusilado por él, cuando huía derrotado por las fuerzas dominico-españolas hacia Haití, tras los hechos bochornosos de La Urca en San Juan de la Maguana. Triste destino de aquella familia de patriotas, víctima de los bajos instintos que predominaron en muchos de los actores de esos hechos desgraciados, en cuya participación solo buscaban el desorden y el provecho personal, exigiendo dinero a cambio de la vida de los familiares de aquellos infortunados sureños cuyo único delito fue el de no apoyar y repudiar sus acciones vandálicas.
Es por eso que sólo cuando hace su aparición en el año 1864 el prestigioso general Cabral en el escenario de la guerra restauradora, en la región renace el entusiasmo, se unifica el mando del Sur y se unen a las filas patrióticas aquellos guerreros que fueron llamados “Santanistas arrepentidos” que se habían mantenido al margen de los acontecimientos hasta ese momento; derrotan a los españoles en La Canela, marchan sobre la capital, destituyen el gobierno restaurador de Santiago presidido por Pedro Antonio Pimentel y se proclama presidente al general Cabral.
Para esa época Cabral aún era Baecista, por lo que con esa acción preparaba el camino de su jefe político para su regreso al poder.
Constituyó una trágica farsa el juicio sumario que ordenó los fusilamientos de Francisco del Rosario Sánchez y sus veinte compañeros en San Juan de la Maguana en 1861, acusados entre otras cosas infamantes de pro-haitiano cuando en realidad estos lideraban un movimiento patriótico anti anexionista que contó con el apoyo y simpatía de la mayoría de los viejos soldados del Sur que en el pasado libraron las grandes batallas por la separación, que derramaron su generosa sangre, que vieron caer bajo el fuego enemigo a sus familiares y amigos en su empeño por liberar la patria, mientras muchos que no conocieron el campo de batalla permanecieron en la ciudad de Santo Domingo lejos del fragor de la guerra, disputándose la hegemonía del futuro gobierno de la nueva república que estaba siendo fraguada por la resistencia heroica de los Tavera, de los Ramírez, de los Sosa, los Reyes, los Cabral, los Alcántara, comandando una pléyade de hombres ejemplares de esta región. Pues es indudable, que sobre la responsabilidad y valentía del ejército del Sur y de sus sufridas familias recayó el principal aporte hecho por los dominicanos a esa gesta nacional.

¿Cómo dudar del patriotismo de aquellos soldados de la frontera Sur, si en sus hogares, en sus hijos, sus mujeres y su heredad llevaban impresos el estigma de los 22 años de dominación haitiana y del atropello sin límites de sus tropas en retirada tras las derrotas propinadas por nuestros guerreros en la guerra de la Separación?

ES tan grande el infundio, que al ser publicado el trabajo histórico titulado RAMÓN MELLA de la autoría de Manuel de Jesús Galván en el Boletín del Archivo General de la Nación de Enero-Abril del 1944 no.32-33 en que el autor se refiere al levantamiento de 1858 en contra del gobierno de Santana, movimiento liderado por Domingo Ramírez, Fernando Tavera ,Valentín Alcántara, etc.. señalándolo como una acción a favor de los intereses haitianos, el director del Boletín a la sazón Don Emilio Rodríguez Demorizi hace justicia al patriotismo de estos hombres en un llamado al pié de la página donde afirma de manera categórica: sic.” No a favor de los haitianos, sino en contra de Santana”.

Eran las poderosas fuerzas de buenaventura Báez en el Sur, enfrentando la feroz persecución de Santana unidas al clamor del sentimiento anti anexionista que ya iniciaba su movilización en todo el territorio nacional.
No se debe olvidar que Santana y los suyos acusaron al patricio Francisco del Rosario Sánchez de pro-haitiano y con ese estigma intentaron y lograron por un momento el descredito de su movimiento liberador, viéndose el patricio obligado a explicar a sus compatriotas en su célebre discurso al pie del cadalso, las razones imperiosas por las cuales entraba al país por territorio haitiano.

El anti haitianismo de Santana fue un sentimiento extremo que sobrepasaba el ideal separatista. Contrariando ese sentimiento extremo han sucedido acontecimientos en nuestra historia en que sectores de ambos pueblos se unieron y se apoyaron por causas comunes, como en el 1843 cuando La Reforma, en la Guerra por la Restauración donde el apoyo del pueblo haitiano fue manifiesto, en los seis años de lucha interna contra Báez, en la Revolución de Abril del 1965. Resulta injusto pues, llamar o acusar de traidores a Sánchez y sus compañeros por el concurso que le prestara el gobierno de Haití, porque es obvio que ellos no venían contra su Patria sino contra Santana y su proyecto de anexión.
Santana y sus adherentes llamaron intencionalmente “invasión haitiana” a la patriótica expedición de Sánchez y Cabral. Con los fusilamientos de San Juan se inicia en el país la triste paz de los cementerios, tomando vigor ya sin obstáculos el plan que motorizó todos estos desmanes: el proyecto ya consumado de anexión del país a España.

Los hombres que fundaron la sociedad secreta de “La Trinitaria” no fueron anti haitianos. El Padre de nuestra Nacionalidad Juan Pablo Duarte nunca dudó expresar su admiración por el pueblo haitiano y por su revolución, siempre convencido de que ambos Estados nacionales podían vivir en paz dentro de sus respectivos límites territoriales en la isla de Santo Domingo, idea que fue expresada por él en distintas ocasiones. Esta predica de nuestro más grande Patricio trazó nuestra conducta histórica hasta nuestros días.
En el trabajo publicado en el Boletín del Archivo General de la Nación más arriba citado, se presenta un cruel ejemplo del anti haitianismo de Santana: “Vallón Simón era un haitiano que juró nuestra bandera (muchos hicieron lo mismo a partir de 1844) fue declarado traidor por ser contrario a Santana y este lo condenó a muerte aplicándole el art. 210 de la constitución vigente. Muchos, ante la injusta condena tratan de salvarle la vida “Vallón Simón es haitiano pero es un hombre” claman sus defensores. Pero no obstante la manifiesta injusticia se ejecuta la sentencia de muerte contra Vallón Simón, víctima de los azares de la guerra. Otra vez en el choque de las ideas liberales contra las conservadoras, el triunfo se inclina al lado de la fuerza.”

Las ideas liberales que en el nacimiento de la república alimentaron y sustentaron una parte de aquellos jóvenes fundadores de la sociedad secreta “La Trinitaria” sucumbieron ante la fuerza y el avance arrollador de los hateros dueños de la economía que compartieron el poder con los haitianos por 22 años y que luchaban por la separación de Haití con el único propósito de proteger sus intereses bajo el manto de un poder extranjero que mantuviera a raya las pretensiones de “ una e indivisible” del vecino estado.

Después, vemos el sacrificio que rindió nuestro pueblo hasta lograr su segunda independencia (1861-1865), empresa nuevamente liderada por la burguesía ya más fortalecida y organizada en el Partido Azul presidido por Gregorio Luperón, pero, estos ideales son traicionados y conculcados de nuevo; y el poder es entregado al otro de los representante del caudillismo autoritario: Buenaventura Báez, que es desalojado de la presidencia de la república tras seis años de duras batallas (1868- 1874 ) y cuando el partido Azul logra mediante elecciones tomar las riendas del poder e intentar algunos ensayos de gobiernos liberales, aparece la debilidad y falta de entendimiento, nace la división entre ellos y de todo este malestar surge un nuevo caudillo, el general Ulises Hereaux ( Lilis) miembro prominente de ese partido y prócer de la restauración, que se apodera del gobierno apoyado por fuerzas del partido azul y otras fuerzas extra partidarias como lo era el poderoso partido Rojo e instaura una de las tiranías más crueles que llenó de luto y dolor al pueblo dominicano.
Quedando de manifiesto la inconsistencia la inmadurez y la falta de unidad que padecía nuestra clase burguesa, que la inhabilitó para tomar las riendas de un país ignaro con la mayoría de sus habitantes analfabetas y campesinos, que solo actuaban con fe ciega y devoción por el caudillo.

Y es así como contemplamos impasibles en el tránsito del tortuoso camino que recorre nuestra evolución histórica un desfile de Adalides, Caudillos y dictadores, amos y señores de un Estado con tan débiles instituciones, adulados por la ignorancia del pueblo que los reconoció con títulos tan ridículos como: El “Pacificador de la Patria” o “El Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva” y otros tantos, no menos ridículos.
El pueblo dominicano inició a partir del año 1821 con la proclamación de La Independencia Efímera por Don José Núñez de Cáceres un proceso de solides y fortalecimiento de la conciencia nacional que culminó el 27 de febrero del año 1844. Proceso que experimentó con la anexión a España en 1861-1865 y las dos invasiones del imperio norteamericano la primera en el 1916 y la segunda en el 1965, duras pruebas de las cuales surgió mucho más claro y fortalecido nuestro concepto de Patria y de Nación.
Ahora, en esta etapa histórica presente nos toca luchar porque las distintas clases y grupos que conforman la sociedad dominicana desarrollen el patrimonio económico común en un ambiente de equidad y de justicia , que nos convirtamos en fieles guardianes de nuestra cultura, para que conservemos a las generaciones por venir un hogar ecológicamente sano, moralmente justo, y económicamente fuerte.
No existe otra manera de materializar esas aspiraciones que no sea con el trabajo arduo bajo un clima de libertad y democracia, de igualdad y respeto a los derechos ciudadanos en procura de ir trillando el camino del gran ideal nacional.
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