lunes, 14 de febrero de 2011
EN TORNO A LA NACIONALIDAD DOMINICANA
Febrero: mes de la Patria
Wilson Augusto Acosta Sosa
Hemos de comenzar intentando dar a los lectores de esta página una sucinta pero a la vez clara noción del concepto que encierra la expresión nacionalidad: “esta es una ideología de base política con consecuencia en todos los planos de la vida que antepone la noción de nación, de índole sociológico, como conjunto de hombres unidos por una cultura común, por sobre el concepto de Estado, de tipo político, caracterizado por poseer un territorio dentro de cuyos límites se ejerce un gobierno que impone sus leyes a quienes residen en él sin importar si poseen culturas diferentes.”
El concepto de que cada comunidad cultural debe nuclearse dentro de un Estado y nunca aceptar imposiciones y avasallamiento de Estados a los que han sido anexados por la fuerza o de manera inconsulta, sin tener en cuenta sus propias identidades, orígenes y costumbres, lenguas y religión, símbolos y demás lazos que unen la colectividad de una población, que los une de manera indisoluble y por ende los identifica, es hijo del pensamiento y el accionar de la Europa del siglo XV111.
A propósito de lo ya expuesto, le traemos una ocurrencia histórica acaecida en Haití, que por la importancia de sus protagonistas y la veracidad de lo que se afirma en ella, se hace interesante comentarlo. En los días que se fraguaba la invasión de las huestes del vecino país a Santo Domingo, un general haitiano advirtió al presidente Jean Pierre Boyer la imposibilidad de lograr una fusión entre los dominicanos y los haitianos.
Este militar haitiano de nombre Guy Joseph Bonnet previó la reacción que originaría el choque por la gran diferencia cultural entre ambos pueblos, como un valladar, que haría imposible esa fusión.
Existen además testimonios de los propios pensadores e historiadores de ese país que aseguraron que los dominicanos se consideraron siempre como una sociedad totalmente diferente de la haitiana por lo que era su meta manifiesta la fundación de un Estado independiente que acogiera a la nación conforme a sus características y a los intereses culturales que así lo demandaba.
Todos reconocen que sin lugar a dudas, ya a mediados del siglo XV111 los criollos de la colonia española se auto-denominaban “dominicanos españoles” para establecer la diferencia con los franceses que habitaban la parte occidental; más tarde, fue la guerra por la separación contra Haití la que consolidó el sentimiento nacional; sentimiento que venía progresivamente afianzándose en la psique del pueblo a través de todo el siglo XV111 y que tuvo sus inicios en el fragor de las luchas libradas entre españoles y franceses que disputaban los territorios de la frontera del sur-oeste y del nor-oeste y que obligó a España a decretar la fundación de nuevas poblaciones entre ellas a Neyba para el año de 1735, a los fines de rescatar y establecer su imperio sobre sus legítimas posesiones.
El prejuicio y la oposición contra la empresa unificadora que Boyer notó cuando entro al territorio de Santo Domingo, del que había sido advertido antes por aquel general y que le causó al comprobarlo una gran decepción, se mantuvo latente en la conciencia de los dominicanos, no se extinguió, se mantuvo por lo menos en la mayoría de los habitantes que no aceptaron la “una e indivisible” porque diferían totalmente en costumbres, idioma, religión y tradiciones de los habitantes de la parte Oeste de la isla.
Los grupos étnicos que dieron a nuestra cultura la mayor contribución en su génesis fueron sin lugar a dudas el español y el africano, pero, con una amplia preeminencia de lo español; Los africanos llegados a la isla en condiciones de esclavos pertenecían a distintas regiones de aquel continente separadas por grandes distancias, por lo que entre ellos había diferencias casi insalvables en la lengua y en sus costumbres, que hicieron difícil la propia comunicación e interacción entre ellos mismos.
Algunos sociólogos e historiadores dominicanos extremadamente anti-españoles negaron con pasión la preponderancia de lo ibérico y se empeñaron en magnificar la influencia en la construcción de nuestra nacionalidad de esas distintas nacionalidades a las que pertenecían aquellos esclavos procedentes de África en contra posición a aquella negadora de todo lo que tenga que ver con la influencia de las etnias negras. Dos posiciones completamente erradas y anti-históricas.
La postura equivocada que solo veía la influencia de lo español en nuestra cultura se entiende como un repudio de la ideología burguesa españolizante, saturada por el prejuicio racial originado en una gran proporción en los crímenes, las ofensas y humillaciones hechas al pueblo dominicano por las invasiones que se sucedieron desde el siglo XV111 hasta el siglo X1X. Se comprende que estas crueles agresiones no permitieron que estos dieran valor ni consideraran ese rico caudal étnico y su contribución a la formación de la cultura de nuestro pueblo, que sí estuvo y ha estado presente, y habría de coadyuvar finalmente a darnos un claro concepto de la nacionalidad.
Hay quienes señalen que es justo tomar en cuenta la influencia aunque quizás débil de los valores culturales de los aborígenes, porque a pesar de su temprana desaparición física dejaron huellas, hoy identificables en nuestra cultura nacional.
Hay algo sui generis en el camino que recorrió nuestro pueblo hacia la toma de conciencia de su destino como nación: Este fue el único pueblo que no hizo su independencia contra Europa en América, sino contra Haití, y ese hecho histórico y social se convirtió en la amenaza que siempre exacerbó el nacionalismo nuestro, en razón de que al compartir ambos pueblos una pequeña isla, solo bastaba al haitiano cruzar la frontera física para materializar la agresión.
La invasión y subsiguiente ocupación por veinte y dos años por el haitiano, transformó la vida y la evolución de la sociedad que discurría en esta parte de la isla apegada a sus valores. Muchas familias de la parte occidental por razones distintas, por ejemplo: unas por razones políticas, otros acuciados por la necesidad, preferían las amplias y fértiles llanuras de nuestro territorio y se asentaron en ellas para dedicarse a la agricultura y la ganadería; otros que venían a ocupar los cargos de la burocracia civil y militar recién creada.
Hubieron zonas del país que fueron masivamente pobladas por estas familias y que al término de los veinte y dos años que duró la ocupación se habían asimilado a nuestra sociedad de tal manera que se hicieron dominicanos; por lo que cuando se inició la gran guerra por la independencia muchos no dudaron en engrosar las filas de los patriotas dominicanos. Estas familias con sus excepciones, claro está, resultaron absorbidas por la cultura nuestra. El fenómeno social esperado por los invasores resultó a la inversa, aunque es innegable que algo quedó en nuestro pueblo de la cultura haitiana luego de tantos años de ocupación. Descendientes de estas familias, en el curso de nuestra historia han resultado más nacionalistas, más dominicanistas que muchos de aquellos dominicanos auto calificados como puros, pero que exhibieron una conducta entreguista y anti-patriótica cuando les tocó tomar postura ante los graves conflictos por los que ha atravesado la Patria. Esta es la opinión de la mayoría de nuestros historiadores y que humildemente compartimos.
En nuestra región podemos señalar con satisfacción apellidos como son los Suberví, Rodolí, Florián, Guiteaux, Masseaux, Chanlatte, Salomón, Batist, Labour, Román, Santil ó Santilmé, todos apellidos franceses que nos fueron legados por la ocupación haitiana y que hoy su descendencia es parte legítima de las ciudades y campos del sur-oeste del territorio nacional.
El trayecto que hubo de recorrer el pueblo que habitaba la parte Este de la isla en busca de su unidad como nación después de la aparición de la colonia francesa del Oeste y más tarde la aparición de la republica haitiana en 1804 constituyó un largo y accidentado camino en el que se produjeron migraciones masivas hacia las islas vecinas y hacia América del Sur motivadas por el estado de abandono a que la sometió la metrópoli dejándola a merced de franceses e ingleses, asediada constantemente por piratas y asaltantes y finalmente cediéndola por el tratado de Basilea a los franceses en el año de 1795. Esas vicisitudes hicieron reflexionar al Profesor Juan Bosch en una de sus obras, cuando refiriéndose a aquellos pobladores que constituían la mayoría y que por falta de recursos no podían emigrar, razonaba de la siguiente manera: sic. “Pues bien, esa masa no pudo pensar nunca en abandonar el país cuando se presentaban malas épocas; tenía que correr la suerte de la tierra, cualquiera que fuera; sufrir hambre si había hambre, ataques de piratas, enfermedades en tiempo de enfermedades en tiempo de epidemias; tenía que ir a la guerra en categoría de soldados cuando había que atacar a los franceses del Oeste o a Penn y Venables. De esa porción del pueblo dominicano salieron los indios que se rebelaron con Enriquillo y los esclavos que se sublevaron varias veces,dede los inicios del siglo X1X. En realidad esa masa formó la raíz de la nacionalidad; Sin ella no habría hoy república dominicana”.
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