sábado, 8 de diciembre de 2018

EL ÁNGEL BUENO DE ÁNGEL ATILA

A LA MEMORIA DEL ILUSTRE POETA
W.A.A.S.-
Bajo la sombra de un ciruelo florecido, levantado a merced de unas manos benditas que a diario regaban con amor sus raíces…
A espaldas de la enorme estructura de concreto que una vez sirvió de continente al agua del molino que otrora sació la sed a un vecindario humilde; un niño en silencio, analizaba con la inocencia de sus pocos años, con la natural curiosidad de un ser que despierta a la vida ávido de interpretar su entorno, la ocasional escena donde dos soñadores sentados en sendas mecedoras, regalando sonrisas que traducían afectos, pletóricos de rima, colmaban el humilde espacio con la inquietud de lejanos recuerdos, que esperaron impacientes aquel fraterno encuentro para explosionar…


Uno alto y delgado, con la mirada llena de infinito, se movía nervioso, con un poco de temblor en sus manos de dedos largos, sosteniendo un saxofón. Con un sueño inconcluso brotando poco a poco de sus labios, como brota sin prisa, en silencio, la rosa en la mañana… Una canción de amor que el instrumento musical decía a desgano cansado ya de repetirla tantas y tantas veces…
El otro, delgado también, de baja estatura, aprisionaba entre sus manos un pequeño libro cual si fuese un tesoro, del que solo atraía a mi intrusa mirada, los encendidos colores de su hermosa cubierta.

Aquel hombre extasiado, indagaba con deleite el texto de sus páginas, con tal empeño como si hubiese entre sus líneas un ser oculto que le negara el poder de develar de un tirón su contenido. Entre tanto el niño se entretenía examinando con detenimiento el tamaño y la delgadez poco común de aquel pariente, que esporádicamente visitaba la casa de sus padres para hablar de poesía y tomarse unos tragos, entre el tráfago de risas y melodías sacadas a un viejo saxofón.


Es que el poeta cuando sus estudios universitarios se lo permitían, llegaba a su Neiba armado de una nueva lectura para ofrecerla y a la vez comentarla en amena tertulia con su primo que siempre esperaba con ansias esas novedades, como fueron: “Dora y Otros Cuentos” de Delia Weber” Retablo Satírico” de Roberto Guidí, “Thais” de Anatole France, entre otros clásicos preferidos por los jóvenes inquietos de la época.

La voz del visitante se deja oír con un nuevo ejemplar en sus manos:
“Primo, esta es la excelente obra de la cual tanto te he hablado. Ella hace alusión al elemento espiritual que aposenta en la mente de todo poeta, conduciéndolos por lugares paradisiacos, susurrándoles al oído temas en momentos de inspiración y éxtasis…
”Ese misterioso ente” que nosotros conocemos como inspiración, numen, estro o musa… Pero que este insigne poeta y escritor nos lo define en su inigualable prosa como”Demoniun o Demonio”.

Sí, seguía diciendo, me refiero al grandioso ”Carlos Baudelaire” que tiene en su obra “Pequeños Poemas en Prosa” un poema titulado “Exterminemos a los Pobres” en el que confiesa lo siguiente: “Puesto que Sócrates tenía su Demonio bueno ¿Por qué no había yo de tener mi Ángel bueno?… Existe esta diferencia entre el Demonio de Sócrates y el mío, expresa en su poema “Baudelaire”, en que el de “Sócrates” no se le manifiesta sino para defender, avisar o impedir, y el mío se digna aconsejar, sugerir, persuadir.”

Ese Demonio bueno que poetas y filósofos antiguos conocían, es muy diferente al concepto que luego le endosó la concepción judeo-cristiana, como la de un espíritu satánico o maléfico.
Todo lo espiritual es un misterio. Ese misterio bueno, que llenó de luces la mente excepcional de los poetas griegos iluminó también la mente del poeta nuestro e hizo un retrato de su alma en las estrofas de sus bellos sonetos y de su prosa elegante.


Ángel A. Hernández Acosta y mi padre fueron unos primos de excepción, los años de vida que mi padre le llevaba no fueron óbice para que entre ambos floreciera desde la juventud hasta la muerte una sincera entrañable amistad. Se querían como primos, como amigos, se admiraban sin que las bajas pasiones propias de la naturaleza humana los tocaran. No pudo separarlos la pérfida política pueblerina. Se colocaron por encima de las viejas y de las menos viejas querellas que dividieron familias en nuestro pequeño pueblo.


Yo lo admiré desde el momento en que mi escolaridad me permitió leer “Coctel de Escenas” y “Cañamaca”. Más tarde, confirmé esa pasión por sus escritos, cuando su Demonio bueno después de varias publicaciones le susurró al oído… Y escribió “CARNABÁ”.
2-12-18

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