martes, 10 de febrero de 2015


A LOS 202 AÑOS DEL NATALICIO DE DUARTE
WILSON A. ACOSTA S.
FEBRERO MES DE LA PATRIA

Hoy, a la distancia de 202 años del natalicio de Juan Pablo Duarte, su figura, su legado moral y ético, su ideario plasmado en los pocos escritos que de él se conservan, han estado siendo difundidos en el presente, discutidos y aprehendidos con pasión patriótica, por los dominicanos que sienten legítima preocupación por la aparente indiferencia que está envolviendo la memoria histórica de la nación, amén de la pública desconsideración con que algunos de nuestros exponentes de las ciencias sociales enfocan en sus análisis lo que para la mayoría del pueblo constituye los indiscutidos méritos de aquellos hombres y mujeres a quienes indudablemente le debemos la nacionalidad.

Fueron tres entre aquellas decenas de líderes egregios, dominicanos y dominicanas con la estatura de la proceridad, los que fueron escogidos por el pueblo para endosarle el derecho a la paternidad de la Patria; o mejor, para reconocerles una paternidad ganada a fuerza de sacrificios sin límites. Naturalmente, sin desmedro del mérito de los demás prohombres que junto a ellos han sido siempre honrados y reconocidos por la nación. Ellos lo dieron todo por la patria en un apostolado sostenido ardientemente hasta el momento de sus respectivas muertes.

Duarte el creador de la idea, el creador de la utopía, aquel hombre de acrisolado patriotismo que definió con claridad de conciencia una Patria libre e independiente de todo poder extranjero, donde habría de reinar la libertad, la igualdad y la democracia; con un concepto liberar y justo de la sociedad que él quiso para nosotros y que jamás transigió, prefiriendo el ostracismo, apabullado por las fuerzas conservadoras tan poderosamente determinantes, que dominaron todo el tiempo el espectro político social de la república, desde sus inicios en el año 1844 hasta la caída de la dictadura de Rafael L. Trujillo en el año de 1961 cuando aparecen líderes de la categoría de Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Manuel Aurelio Tavares Justo , Francisco Alberto Caamaño Deñó, secundados por una juventud llena de patriotismo e ideológicamente formada, con la decisión de cambiar el rumbo, erradicando de la dirección del estado el conservadurismo y el providencialismo en la nación, dándoles el frente con valor, en las lides cívicas unos, en la revolución y en la guerrilla los otros.

El segundo Padre de la Patria Francisco del Rosario Sánchez, el mártir de El Cercado, que murió proclamando a los cuatro vientos ser la Bandera Nacional, en aquel mal año para los dominicanos que resultó ser el de 1861, cuando entró por Haití a combatir la anexión . Ese recio temperamento que en ausencia de Duarte, dirigió junto a Tomás Bobadilla y Briones desde la clandestinidad, la unión entre liberales y conservadores que hizo posible la Separación, el 27 de febrero del año 1844.

Ramón Matías Mella, el tercero, el del oportuno trabucazo de la puerta de La Misericordia, cuyo estruendo disipó las vacilaciones; un acto de valor inigualable que esa memorable noche anunció el nacimiento de la patria. El patriota que en la Guerra Restauradora mantuvo su presencia tanto en el Cibao como en el Sur de la república, defendiendo el honor de su patria hasta morir aquejado de serios quebrantos de salud.

Es por esas razones, que al reflexionar sobre estas verdades históricas nos resulte un absurdo el vano intento que trata de poner en discusión la legítima paternidad, de Duarte de Sanches y de Mella, de la nación dominicana. La primacía de Duarte como ideólogo y principal dirigente del proyecto de la proclamada y ansiada independencia fue reconocida por todos sus compañeros en el discurrir de sus vidas.

Esa fue la razón de que los propios dirigentes del partido conservador los catalogaron de ilusos. Hasta el día de hoy, en toda nuestra historia, no encontraremos en su devenir un personaje capaz de emular a Duarte; él desde la Trinitaria trazó el plan de acción y difusión que habría de recorrer todo el territorio nacional en procura de difundir ese sagrado ideal. Él en su cátedra cívica dejó plasmado el concepto moral e ideológico, político y nacional de lo que representa y representará eternamente la dominicanidad. ¿Por qué regatearle esos méritos que le son reconocidos por la patria agradecida después de su desaparición física?

Seria pecar de ignorantes pretender que todos los habitantes de esta media isla en los años de la primera mitad del siglo 1XX conocieran personalmente a Duarte; y no solo eso, sino, que pudieran tener la cabal comprensión de la dimensión de su pensamiento o de la labor patriótica que desempeñaba y sus aspiraciones para la nación al fundar la sociedad Trinitaria. Éramos una comunidad rural de apenas unos cien mil habitantes dispersos en pequeñas villas, con todo el territorio nacional ocupado por una nación extranjera; con un porcentaje mayoritario de analfabetas viviendo en comunidades prácticamente incomunicadas.

Por eso nos atrevemos a afirmar que el proyecto político de Duarte no fue un proyecto para ser realizado de inmediato, afirmamos convencidos de que lo elaboró para dejarlo como un legado a las futuras generaciones. Es que aún en estos momentos, en pleno siglo XX1, se lucha denodadamente por hacerlo realidad. Son las presentes generaciones las que tienen el deber de difundir ese legado que aún permanece un tanto oculto en una literatura propia del siglo XV111 que no lo muestra en su plenitud y profundidad política social y humana.
Podríamos encontrar en la historia de la humanidad muy pocas personas que como Duarte han sido capaces de concebir grandes cosas para el futuro bienestar de la sociedad en que nacieron y vivieron sin pretender el más mínimo reconocimiento.
No cabe dudas de que el conservadurismo, con el caudillo militar general Pedro Santana a la cabeza, ganaría la batalla política al débil partido liberal de Duarte; a la distancia de hoy entendemos que eso era de esperarse. Esa facción compuesta por los hateros y sectores económicos, religioso e intelectuales más atrasados, dueños de todo el poder lucharon junto a los febreristas, pero con el definido y particular propósito, de que al lograr la separación de Haití cuya política y legislación amenazaba sus intereses económicos y sus privilegios, inmediatamente, buscarían protección de una potencia extranjera convencidos de que la independencia era insostenible frente a Haití. Francia les brindó su ayuda consiente de esa intensión que ya era objeto de público negocio.

En lo que a Duarte y a sus compañeros se refiere, hasta que la Patria no entrara en reposo y dejara atrás los enfrentamientos estériles, hasta que no surgiera una burguesía más o menos fuerte liberal y un tanto nacionalista con alguna conciencia de su papel histórico, dispuesta a sustituir la corriente del despotismo conservador y caudillista que dominó la república desde su creación hasta el principio de la segunda mitad del siglo XX, era imposible que despertaran en el pueblo los dormidos sentimientos que decidieran enaltecer y reconocer la importancia de aquellos héroes y mártires que nos legaron la patria, y sobre todo, elevarlos a su justo sitial en nuestra historia. La historia la escriben los vencedores, por tanto, los patriotas vencidos todavía yacían olvidados e ignorados en la memoria del pueblo.

A propósito de todo lo antes expresado en esta líneas, traigo a colación, que en un programa de TV difundido el sábado en la mañana del día 16 de diciembre del 2014 tuve la oportunidad de oír a un académico dominicano desarrollar su tesis sobre el tema que nos ocupa, en la que exponía más o menos lo siguiente: Que la historia dominicana y la de sus tres padres de la patria son hijas de una posterior construcción hecha para el año de 1884, al plantearse, o mejor, cuando hubo la necesidad, de identificar héroes y escoger cual de aquellos merecían proclamarse como padre de la patria.

Seguía diciendo el académico, que Duarte para esa fecha, a la cual aludía, era un desconocido y que fue el historiador José Gabriel García junto a otros los que se encargaron de erigir a Duarte como padre de la nación Dominicana. “Un desconocido, por lo que fue necesario construir un mito alrededor de él.” Según el disertante del programa de TV a que aludimos “Se escogió entre muchos iguales y se discriminó a muchos más”. También afirmaba, que José Gabriel García, considerado como el padre de la historia dominicana, fue un apasionado, autor de la construcción de la antítesis de Duarte: El general Pedro santana, y que, también creo la mala conciencia sobre Pedro Florentino y contra el presidente Báez; en fin, decía, que este y otros tantos historiadores escribieron y construyeron llenos de pasión, llegando al extremo de desconocer adrede las acciones bélicas que en contra de los haitianos realizaron los dominicanos en el territorio vecino para hacer parecer al haitiano como el único agresor. De acuerdo con el exponente “No existen documentos que prueben la fundación de la Trinitaria. Todo eso fue construido posteriormente,” afirmó.

En un momento este distinguido intelectual, académico y cultor de la historia moderna, estremeció con sus palabras mi conciencia cívica, echó por tierra los altares en que desde antes de mi adolescencia he rendido culto, orgulloso de ser dominicano, a esos símbolos de los que se nos dijo que le debíamos la patria y la nacionalidad.

Nosotros, ante estas revelaciones nos preguntamos, ¿Qué más debió hacer Duarte para que su pueblo agradecido lo proclamara Padre de la Patria?
¿Debe el auto exilio de Duarte en Venezuela ya frustrado por el omnímodo poder del sector conservador que lo persiguió a muerte, que lo excomulga y lo destierra de por vida, que atrajo y contaminó a la mayoría de sus propios compañeros de la Trinitaria, restarle méritos a esa siembra del eterno ideal por el que vivió y murió nuestro patricio? No olvidemos que él, al apercibirse en Venezuela de la lucha por la restauración de la república, convertida por el partido conservador en una provincia española, regresa para adherirse como un simple soldado a los Líderes de esa gesta, quienes inmersos en la lucha por un poder aun no conquistado, quizás lo vieron como un nuevo competidor y hábilmente se ingeniaron la forma de alejarlo nuevamente de la patria.

No podemos visualizar al padre de la patria inmerso en las luchas intestinas que se adueñaron de la república tras su proclamación; y mucho menos tomando partido entre los grandes caudillos que se disputaron el poder con la sola finalidad de negociar el patrimonio territorial, la libertad y la soberanía de la nación. Duarte fue un visionario, un apóstol de la libertad de nuestro pueblo.

Haciendo un símil nosotros preguntamos: ¿Debe el desencanto y la frustración del gran Simón Bolívar libertador y creador de nacionalidades, de quien se dice tuvo momentos de delirio en los que manifestaba arrepentimiento de su lucha heroica porque “al hacer un balance de su obra vio que lo más importante quedó sin hacer mientras que lo realizado se desmoronaba”, podría este desencanto, repito, oscurecer la gloria de su luminosa obra continental?
Somos de los que piensan que al ponderar la historia nuestra, al tocar esas sensibles fibras que atañen a los prohombres fundadores de la nacionalidad, debemos hacerlo pensando en el interés general y en la obligada coeción del pueblo en cuanto al sincero reconocimiento que se le debe los fundadores; aspiramos que al juzgar a estos hombres tengamos en cuenta que sobre ellos descansa el edificio de la patria, que poco a poco, a través de luchas y sacrificios incesantes de las sucesivas generaciones, se ha ido construyendo…
Ellos son como la zapata…Descalificarlos a estas alturas del juego, o tan solo poner en tela de juicio su sitial en el corazón de la patria, equivaldría a sacarle artera e ignominiosamente la alfombra al pueblo por debajo de los pies.




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