domingo, 29 de mayo de 2011





EVACIÓN
Wilson Acosta Sosa

¿Dónde nos llevarán las huellas
De este camino obligado?
El viento disipa los ecos lejanos
De las voces en tránsito
Del monótono sonido
de los pasos en tropel
Que da la humanidad tras su expiación
Y los conduce raudo
Y los diluye lejos
Por páramos y soledades
No obstante, y por siempre
La humanidad insiste detrás del ideal:
¡En pos del sueño!


Sin dobleces las huellas luminosas
Resisten invioladas: ¡son milenarias!
Ese error que ha persistido en borrarlas
Por eones
No es capaz de dañarlas
Y siguen tras el laberinto de su espejismo
Entre el dolor el llanto y la esperanza
Son almas que repiten el Vía Crucis
De su heredado y único destino
Compensando el dolor con el amor
Tornando en alegrías viejas lágrimas
Desandando lo andado por milenios
Por montañas que desafían las nubes
Que desafían lo desconocido

El infinito que busca con afán,
Más allá de la luna y de la Vía Láctea,
El hombre que es la conciencia de la tierra
Empeñado en develar la incertidumbre
De su imposible soledad cósmica
Desde que el aire sopla
Desde que el mar es azul
Y con su ritmo de reloj universal
Derrama con amor, la ingenuidad
de su blanca espuma, sobre el acantilado


Allí se vio nacer la canción sin nombre
Fluyendo serena y suplicante
De los que moran en el fondo del océano
Esperando su turno en el camino
Mientras desliza el tiempo
Su indetenible y silente vuelo
Y cae el sudor de aquellos caminantes
Sobre la tierra dura
Sobre sus piedras sueltas


Cada gota de sudor
Que es un pedazo de su propia vida
Hace más fértil la esperanza
Y más cruenta y triste la jornada
Y van cerrando veredas inconclusas
en el cielo trunco de los soñadores
Donde un día soñaron en solitaria celda
Coronar el destino de su peregrinaje
¡Para siempre!….en el descanso eterno


¿El final del calvario dónde está?
¿Estará más allá de lo creado?
¿Escondido en el mar?
¿ O en la pupila de una estrella lejana?
¿Morará en el corazón del hombre?
¿O vivirá para siempre en la esperanza?
Solo sé que tras las fuertes huellas
Que no ha podido borrar ni el viento aleve
Sigue el hombre calcando
A su paso cada estrella
Sin alcanzar la luz que ella derrama
Humillado en el centro de la tierra
Limitado por toscas ataduras.

Mientras la brisa borra con su aliento
Sus voces milenarias, que claman al final
De aquellas soledades,
Sembradas de cruces y de espinas,
Señalando la ruta
Que lo ha de conducir al cielo
Donde le espera con paciencia divina
La morada del Dios crucificado.

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